Según reza el Código (aún por escribir) del Buen Español, éste sólo ha de manejar y frecuentar la lectura de las dos obras capitales de nuestra cultura, el Quijote y el Cossío, que lo demás son mariconadas. Debiérase considerar también la lectura de la Biblia, pero creo que eso es más propio de heréticos protestantes que de fieles seguidores de Roma. Dejemos las Escrituras a los teólogos y curas, y démosle al César lo que es del César. Qué decir de un escritor que a la vez fue Señor jurisdiccional de la manchega Torre de Juan Abad, servidor del estado de sus Católicas Majestades, inmerso en conspiraciones, amigo del duque de Osuna y enemigo de otros dos Grandes de España aún más grandes (en esa época, claro), el duque de Uceda y el conde-duque de Olivares, validos ambos. Nació feo, deforme, cegato, pero también listo como el hambre.
Lo mandaron a prisión en aquella misma torre manchega que comprara su madre poco antes de morir, y se dio, senequista hasta las cachas como buen hijo de hispanos, a la poesía, consiguiendo algunos de los mejores poemas de nuestra lengua. Misógino, eso es sabido, y poco partidario de los judíos, idem, se mostró siempre orgulloso de la limpieza de su linaje, proveniente de la montaña burgalesa, hoy Cantabria, y atacó con saña y acierto a todo aquel que se le cruzaba en su camino. Hay quien dice que Cervantes alcanzó el cénit del castellano, y me parece muy bien, pero dice eso porque se asusta de las profundidades quevedianas, insondables abismos por donde asoman las costuras del pensamiento atávico y católico, una mezcla poderosísima de Atapuerca y del Vaticano.
Los Sueños de Quevedo están a la altura del mejor Dante, y como poeta adelantó y en varios cuerpos al semítico alcalareño de pro. El poema que dedica a la memoria del gran Pedro Téllez-Girón está entre lo mejor de su siglo y de los postreros. "Faltar pudo su patria al grande Osuna; pero no a su defensa sus hazañas; diéronle muerte y cárcel las Españas; de quien él hizo prisionera la fortuna...". El mayor elogio a militar alguno que se ha dado en nuestra tierra. Y cómo calificar el soneto que le dedica al vulgar mosquito de los cojones o mosquito trompetilla, "ministril de las ronchas y las picadas; mosquito postillón, mosca barbero; hecho me tienes el testuz ternero; y deshecha la cara a manotadas. Trompetilla que toca a bofetadas; que vienes con rejón contra mi cuero; cupido pulga, chinche trompetero; que vuelas comezones amoladas..." Hace de una estupidez un monumento a nuestro idioma.
Decía Alberti, el poeta rojo, que de Quevedo asustaba su intensa humanidad, y puedo llegar a estar de acuerdo en eso. Se dice que erró en sus ataques, que nunca advirtió que la lepra de las Españas se hallaba entre sus coronas y no entre sus sayones. Poeta de extremeña derecha, por aquello de que es extrema y dura, se diría ahora. Hábil espadachín, aún daba mejores estocadas con el filo de su pluma. Pregúntenle si no a Ruiz de Alarcón o al inmortal de Góngora.
Lo volvieron a apresar, tras encontrarse el rey Felipe IV un relato satírico o acusatorio en su Real Servilleta contra su todopoderoso valido Gaspar de Guzmán, más conocido como Olivares. Ejemplo clarísimo del habitual trato vejatorio que dispensa nuestro país a sus mejores luminarias (vean lo que ocurre en nuestros días), no pudo soportar ya a su edad las privanzas de un nuevo encarcelamiento en las duras soledades del reino de León.
Salió ya carne mortal de aquel encierro, y sólo tuvo fuerzas para dirigirse a su querida Torre de Juan Abad y dejar este mundo al año y medio. Él, que llegara a desempeñar el cargo de Secretario del Rey, él, Caballero de Santiago, moría solo, sin mujer ni hijos. Casó una vez, y le duró la condena apenas un trimestre. Dicen algunos que nunca comprendió a las mujeres, cavernícola y cavernario español tan reaccionario, pero fue capaz de escribir algunas cosas sobre el amor, la mujer y ambas cosas a la vez que uno se permite dudar de aquello. Sirva de ejemplo: "... la mano alabastrina que encadena; al que más contra amor está dispuesto; y el más libre y tirano presupuesto;destierra de las almas y enajena; esa rica y hermosa primavera; cuyas flores de gracia y hermosura; ofendellas no pude el tiempo airado; son ocasión que viva yo, y que muera,; y son de mi descanso y mi ventura; principio y fin, y alivio y cuidado".
Si uno vuelve a Quevedo, vuelve a la raiz literaria de nuestra tradición, al mejor vuelo de nuestro pueblo. Agiten ustedes a Berceo, a Manrique y a Cervantes, y añadan algo del mejor Lope de Vega: (nos) acabará saliendo Quevedo, siempre Quevedo.
Etiquetas: Edgardo de Gloucester
[0] Para una cosa razonable que dice un ministro van y se le tiran a la yugular. El sistema de empleo necesita una reforma profunda...y eso que se han pasado las competencias alas CCAA...encima que el modelo no funciona bien, yo he visto sanciones a empresarios por intermediación no autorizada, cuando eran los únicos que podían satisface la demanda de un mercado concreto.
Y sale Alonso con el puto rollo del despido...que sea más fácil el despido no implica que aumente el paro...si para un empresario es muy dificultoso eliminar los puestos que no necesita, acabará planteando un procedimiento concursal dónde perderán su trabajo todos los trabajadores y no sólo una parte, pues olvidan estos sectarios que el sistema capitalista (que es mundial) se fundamenta en parte en la tolerancia en el fracaso empresarial, y no hay norma ni principio que obligue a mantener una empresa en pérdidas. No es paradójico, aunque en apariencia lo pueda ser, pero ante mayores garantías, más paro, pues se deterioran más rápido las empresas.
En esto, el personal entretenido en el tema del aborto ¿Quién de la socialdemocracia había dicho que era un tema agotado? Si la oposición no hace nada, todavía en el convencimiento que su posición refractaria a las bodas entre hombres le ha llevado al fracaso electoral, será el momento de la objeción fiscal. No tendrán funcionarios para tanta Inspección.