ARTURO MARIAN LLANOS.- LA DERIVA DE UN FUTURISTA REFRACTARIO
Filonov en la Guarida de los tigres.
Mi primer encuentro con Arturo tiene la fecha del 11 de enero de 1996. Tuvo lugar en La Guarida de los Tigres, el cuartel general por entonces de aquella tripulación “Pura Vida” que capitaneaba el fotógrafo Alberto García- Alix.
“La guarida” se encontraba en la calle Jesús del Valle, en los aledaños ya de la calle del Pez. Además de punto de venta y encuentro de la revista El Canto de la Tripulación, hacia también las veces de sala de exposiciones para los incontables artistas, mayormente fotógrafos, dibujantes y pintores, que colaboraban habitualmente en sus páginas.
Arturo Marián llegó de la mano de Sabine Ecomard, que por entonces se ocupaba de la marcha diaria del local y ponía orden y concierto en los negociados de aquel sueño. Meses antes, Sabine, había quedado deslumbrada por los cuadros de Arturo en una exposición de jóvenes pintores recién licenciados en la Escuela de Bellas Artes. Bajo el impacto de su pintura y sin encomendarse a nadie le ofreció de inmediato exponer en nuestro local.
La noche de la inauguración de Pulsaciones del caos, título con el que Arturo había bautizado su exposición, me dejé caer por allí en compañía del pintor Carlos Bloch y el escritor e historiador Emilio Sola. Años después este último escribiría la crónica de su encuentro con Arturo Marián.
Era un pintor ex presidiario. De padre moldavo, Marián –de la tierra de Drácula, nada menos y madre asturiana, Llanos, de Corao. De las Asturias de Covadonga, como yo, nada menos.
Le miré a los ojos, grandes, oscuros y brillantes, de niño sorprendido, y supe que ya nunca más iba a ser capaz de quitarme de encima aquella mirada, aquel tipo, aquel ser-colega, medio paisano, comunicador-creador de rara intensidad.
De los cuadros y dibujos que colgaban en las paredes Emilio Sola trazó también un mapa apresurado y preciso.
Máscaras carnavalesco/demoníacas, horror vacui,
Descriptivismo/narratividad, dialogía, espacios fantásticos e imposibles entreverados de geometrismo y visceralidad.
Armonización de los contrarios, ojos desmesurados abiertos a realidades ocultas horrorosas, autorretrato, automatismo y fractalidades.
Emilio Sola. Desde el purgatorio- pudridero: El círculo vicioso de la tenacidad creadora. Madrid 1998
Daba en el clavo. La pintura de Arturo Marián remitía a un mundo demoníaco y lisérgico. El cubo-futurismo, la lección formal de la vanguardia heroica aprendida clandestinamente en la escuela Ilya Repin del Kishinev de finales de los 70 perdía en los cuadros de Arturo su inocencia y su fe, y se transformaba en una pesadilla contaminada de nihilismo extremo y rasgos asiáticos. Ya entonces los cielos eran negros y aquí y allí los atravesaban signos cirílicos amenazantes. La luz, el color a menudo saturado y brillante, la antinomia expresa y violenta de rojos y verdes, naranjas y azules, iluminaba la escena y a su vez la descomponía en infinitos planos. Daba igual el motivo que se presentara ante nuestros ojos, la atmósfera en que vivían sus desquiciados personajes tenía mucho de aquelarre y anunciaba la inmediatez de una catástrofe. Pintura y entropía, pulsaciones del caos.
De mis conversaciones tabernarias aquella noche con Arturo guardo recuerdos fragmentarios. Envuelto por volutas de porros y con un vino español en la mano me sorprendía con su acento moldavo y sus ojos desmesuradamente abiertos. El brillo de su mirada delataba su vocación de iluminado pero sus gestos eran calmos y seguros. Inevitablemente repasábamos el libro de familia. Hablábamos de Malevitch, de Rodchenko, de Larionov, de Popova, de Klucis… pero sobre todos ellos la conversación remitía siempre a otro pintor de aquella vanguardia heroica. Se llamaba Pável Filónov y había dado sus primeros pasos en el arte nuevo junto a los futuristas de Hyle, Jlébnikov y Maiakovsky. Fue a Arturo Marián al primero que le oí hablar de él y de su propuesta para un Arte analítico. Su relación con Filónov tenía que ver con algo que transcendía la pintura. En sus cuadros Arturo había aprendido un secreto, una revelación solo apta para iniciados que alimentaría desde entonces su alquimia formal y mental: La metafísica cruda, la escuela esquizoide.
“Así que semejantes mezclas de sangre corren por mis venas. Pero, usando la expresión esotérica, considero que mi verdadera “casa de familia” es la escuela de la “metafísica cruda” o la “escuela esquizoide”. Entré en contacto con sus representantes en 1991 y en 1992 surgieron relaciones más estrechas. (…) Esta tendencia surge del agudo sentimiento de soledad metafísica del hombre que se queda a solas consigo mismo. Nace en el territorio donde las tradiciones y la misma idea de Diós fueron arrancadas de cuajo, donde tras la hecatombe se crearon condiciones muy especÌíicas que permitieron a unos cuantos obtener una visión interior increíble gracias a la experiencia límite vivida. (…) se trata de una vía de conocimiento paradójica, ilógica, donde lo “divino” se intuye por vía negativa, cada cual añade sus propios hallazgos, pero en el fondo no se trata más que de la adaptación del conocimiento esotérico tradicional (llámese Tradición Unánime, Philosophía Perennis, etc…) a los tiempos actuales. Según la cosmología hindú, la más completa de todas, estamos en el punto más bajo de todo el macrociclo actual, en la Kali Yuga del séptimo Manvantara. Lo cual significa que no podemos caer más bajo, hemos tocado fondo. El macrociclo se compone de 14 Manvantaras que los hindúes asocian con la expiración y aspiración de Brahma, 7 de alejamiento (progresiva decadencia) y 7 de retorno (ascendentes).
KAX 1013
El partido del diablo.- primera epístola a los refractarios
Marzo 1998
Esoterismo, vanguardia y revolución. Cosmología negra que oscurece el resplandor de las luces y derrumba las bambalinas de la ciencia. Toda una Summa patafísica del mundo invisible respiraba tras los lienzos. De Madame Blavatsky a Stirner, Nietzsche, Cioran, Kupka, Kandinsky, Mondrian, Malevitch, Breton, Duchamp, Crowley, Filónov… peldaños iniciáticos para subir al gólgota del humanismo y celebrar, a ser posible con vodka y narcóticos, la agonía de su doxa. Danza macabra y visión futura bajo los efectos epilépticos de los acordes de los Pistols o de alguno de los grupos after punk del Moscú de los 80.
Geopolítica de la demolición.
No volví a saber de Arturo Marián hasta el invierno del año siguiente. Las noticias parecían confirmar los presagios de catástrofe que sus cuadros anunciaban. Se encontraba preso, en la cárcel Tenerife 2. Fue Emilio Sola quien me puso al día de su situación y quien me enseñço en su casa de Alcalá de Henares una colección de sus nuevos trabajos. Eran mayormente dibujos y gouaches sobre cartón. Los firmaba como Kax 1013.
“Kax 1013 comenzó a enviar dibujos terribles, trazos obsesivos que se centrifugaban en espléndidos espacios imposibles o se centripetaban construyendo rostros demoníacos. Y acuarelas de ojos oblicuos que amenazaban desde la gran frontera. Y al óleo, gamas riquísimas que, desde el hondón del caos, se alzaban hasta la esfera central diagramítico de un osito sonriente y trasfigurado. Un nuevo Arturo afloraba.
Desde el purgatorio/pudridero: el círculo vicioso de la tenacidad creadora.
Emilio Sola 1998
Los gouaches y los dibujos tenían algo de mapas prodigiosos, estampas cicúticas trabajadas con la paciencia y la precisión de un relojero. Sus colores daban lugar a una armonía dinímica, tensa y perfectamente afinada. La ingeniería de la razón esquizoide, la metafísica de Atila, mostraba también su lado ingenuísta, su apego a una vieja memoria campesina, un primitivismo muy presente en casi todo lo mejor de la vanguardia rusa.
Los ecos de su Moldavia natal, aquellas tierras ignotas y sepultadas en el interior del imperio soviético tomaban forma en muchos de sus cuadros. Cuando uno se fijaba con atención descubría con sorpresa entre la maraña de los planos a toda una corte fantasmagórica de rostros alucinados o fragmentos inconexos del mismo, especialmente los ojos. También irrumpían en la escena osos y cabras, gallinas y perros, aeroplanos y trenes. Todo aquel universo adoptaba en el lienzo la forma de un panóptico adornado con signos cabalísticos que a su vez convivían en armonía con un amplio repertorio de la iconología comunista: Hoces y martillos, estrellas rojas, consignas, banderas… y también el astronauta Yuri Gagarin, la perrita layka o el osito Misha. El viaje imaginario de Arturo, su novela, se abría camino en días iguales unos a otros. La biblioteca de la cárcel era su último refugio.
Cogí de la biblioteca dos tomos de Alianza editorial de 1982. Se titulan “Los anarquistas”, selección y prólogo de Irving Louis Horowitz. El listo del asturiano atracador ya les echó un vistazo mientras os escribía, se llevó el segundo tomo con mi permiso. La lectura de este libro es de lo más oportuna para mí en estos momentos. (…)
Debido a mi propia experiencia, lo que más me congratula, y a nivel más extremo, la lucha de los anarquistas para suprimir las cárceles. Me he montado una implacable cheka mental que realiza la labor básica y consciente, separando lo mío de lo no mío, aniquilando las ideas ajenas a mi ser, pero enraizadas en mi cerebro. Esta necesidad ya la había sentido yo durante mi primera campaña taleguera, cuando le escribí a Duguin diciéndole que tengo la sensación de que casi todo lo que circula por mi cerebro no es mío, sino prestado. Practiqué entonces una rabiosa revuelta interior contra lo ajeno. Espero que esa revuelta tendrá que dejar paso a la revolución permanente del espíritu.
La expresión plástica más depurada de esta revuelta interior tomó cuerpo a lo largo del año 1998. Se inició con una prodigiosa suite de dibujos: Los Demonios. Todo un inventario a tinta china, minucioso y obsesivo, de los rostros y las máscaras de lucifer.
Meses después los rostros satánicos y desquiciados volvían a la carga en la segunda entrega de aquel periódico libertario llamado Refractor que impulsaba el crítico de arte Francisco Rivas. Impresos en un negro rotundo sobre una hoja-sábana de color azufre ilustraban un texto de corte autobiográfico escrito por el propio Arturo. Tenía por título El Partido del Diablo.
Entre las historias que contaba hubo una que me llamó la atención. Decía que estaba en la cárcel por tradición familiar. Ejemplos desde luego no le faltaban.
Nací en 1965 en la capital de la República Soviética Socialista de Moldavia, Kishiniov (actualmente Chisinau), hijo de moldavo –Boris Marián- y asturiana, Esther Llanos. Se divorciaron cuando yo tenía 10 años más o menos. Mi viejo es periodista, escritor y poeta ( En mi opinión, sus mejores poemas los ha escrito en los campos de trabajo GULAG-GUITL). Actualmente dirige el periódico Moldavia Soberana (Moldava Soverana); Èl siempre fue liberal centrista y lo sigue siendo con el nuevo régimen. Cuando se produjo la invasión de Hungría en 1956, mi entonces joven viejecillo estudiaba en la facultad de periodismo de la Universidad de Kiev (Ucrania); hubo una oleada de protestas y detenciones y le cascaron 5 años por “calumnias y propaganda antisoviética”.
KAX 1013
El Partido del Diablo
Viento de lo otro
En octubre de este mismo año tuvo lugar la puesta de largo de Arturo Marián como pintor. Atrás quedaban las exposiciones contra viento y marea en bares, cafés y otros centros selectos del underground madrileño. Su futurismo preñado de metafísica cruda estaba listo y maduro para ser presentado en sociedad. El lugar elegido para la exposición fue el Círculo de Bellas Artes de Madrid, un escaparate inmejorable para la ocasión. A la exposición la tituló Viento de lo otro.
Sin necesidad de recurrir al catálogo recuerdo que algunos cuadros allí presentados tenían la temprana fecha de 1995, muy en la línea de los presentados en su anterior exposición en la Guarida. Los últimos en ser pintados, los que tenían la fecha del año en curso, eran para mí los mejores.
De estos no puedo dejar de señalar una obra que por su gran formato y su calidad llamó poderosamente mi atención. Su título era La Bandera y al verlo, uno no podía dejar de recordar algunas pinturas del mejor Severini como aquel Baile del cancán en Mónaco. El ambiente y la atmósfera del cuadro de Arturo también tenía que ver con una fiesta, los cielos negros habían desaparecido y el color encendido y descompuesto en una retícula infinita de planos contribuía de manera eficaz al ambiente de feria y tiovivo que allí se respiraba. El futurismo esquizoide parecía abandonar la noche y se hacía solar y panteísta. Yo lo celebraba.
El largo y tortuoso camino
Han pasado 10 años desde aquella exposición, un número redondo y poderoso. De ellos más de la mitad Arturo los ha pasado a la sombra del talego, que así es como llaman a la cárcel los que por allí han tenido la desgracia de pasar. Tras Tenerife, continuó cumpliendo su pena en la cárceles de Soto del Real y Alcalá Meco y se diría que aquel cambio geográfico tuvo especial impronta en su pintura. El futurismo geométrico y analítico de sabor tropical y festivo cedía paso ahora a una abstracción gestual de violencia mal contenida y colores sordos. Las nubes negras en forma de anchas pinceladas rebosantes de materia volvían a cubrir el horizonte. La superficie del cuadro se asemejaba a una estepa calcinada en la noche, estepa donde los colores delgados y violentos abrasaban y castigaban su tela como si fueran latigazos. El símbolo definido y preciso de sus cuadros anteriores mudaba ahora en trazo y garabato automático, en gesto libre de la esclavitud de la razón, gesto expresivo, inconsciente y primigenio que debía desvelar la dimensión oculta de “lo otro”.
“No hay calor bajo la sombra del pez soluble en el agua hervida, donde no quiere disolverse el huevo-EGO del que cantaba el chamán loco llamado Létov. Y no puedes cortarte las venas porque sabes bien que tu sangre se coagula demasiado rápido sin la ayuda del baño calentito. No encontrarás la salida que siempre lleva al mismo punto en el espíritu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo, dejan de ser percibidos contradictoriamente. Solo el SUICIDIO PATAFÍSICO nos traerá la resurrección. Agujas de agua. La Gran Inversión.
Kax 1013
El Partido del Diablo
En los años siguientes apenas tuve noticias de él. Muy de vez en cuando me llegaba algún eco de su actividad como cuando organizó unos talleres de artes plásticas en Camarma de Esteruelas, un pueblo cercano a Alcalá de Henares. Allí, bajo un sol de justicia, pintaba murales sobre antiguos vagones de tren destinados a alojar las actividades del taller. Supe también que había presentado en esos días algunas pinturas y dibujos en un bar de Alcalá de Henares y que proseguía incansable en su deriva tachista. Las metafísicas del caos de origen americano, las de la llamada escuela de Nueva York, Pollok y De Kooning especialmente, se apoderaba de sus lienzos.
En 2003 Arturo Marián salió a la calle. Le dieron lo que los presos llaman la bola, la libertad. Muy pronto su casa del pueblo de Vallecas se convirtiño en taller y decenas de cuadros y cientos de papeles volvieron a ocupar hasta el último rincón de la vivienda. Allí volví a reunirme con él y contemplé su trabajo. La deriva expresionista abstracta seguía presente en casi todas sus obras, incluidos los dibujos. Yo no podía ocultar la desazón que esto me causaba. Achacaba aquel instinto suicida a su reciente salida de la cárcel y a las dificultades para mantenerse a flote agarrado a su pintura. Meses después regresé a su casa de Congosto y comprobé con sorpresa que en algunas de las nuevas telas se vislumbraba ya un cierto retorno al orden figurativo. De nuevo se reconocían rostros, gestos y símbolos. La fiebre gestual y expresionista remitía.
La batalla de Barajas..- Campo de Calatrava
El cambio anunciaba sin lugar a dudas un nuevo ciclo de pinturas. El inicio del mismo podemos situarlo entre los años 2004 y 2005 pues fue entonces cuando decidí convertirme provisionalmente en su marchand. Almacené entonces una veintena de sus cuadros en mi estudio y llamé a los amigos más cercanos y coleccionistas mas fieles.
Fernando García Alonso y Elvira Rodríguez-Pinilla fueron los primeros en apreciar de inmediato la obra de Arturo y se hicieron con algunas piezas de leyenda como Hospital Solana, el mejor homenaje pintado que he visto nunca al genial autor de La tertulia de Pombo.
Además de apoyar a Arturo comprando sus pinturas. Fernando y Elvira, le encargaron la ejecución de unos murales para su casa solariega del campo de Calatrava.
El primero que pintó tenía como motivo una vieja y olvidada batalla de la orden de Calatrava en el siglo XV. Tuvo por epicentro el lugar exacto donde ahora se alzaba la casa de nuestros amigos, construida sobre las ruinas de una Iglesia levantada en recuerdo de aquella carnicería.. Al lugar se le llamó Barajas. Nada mejor para un retorno al futurismo que batallas y barajas. Las palabras de Marinetti debían de resonar en la cabeza de Arturo como una letanía cuando se dispuso a pintar aquel muro de cinco metros de ancho por tres de alto.
…Hoy, la belleza no está más que en la lucha. Una obra que no sea de carácter agresivo no puede ser una obra maestra… Queremos glorificar la guerra –la única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, la acción destructiva de los anarquistas, las ideas hermosas por las que se muere, y el desprecio hacia las mujeres.”
Curtido en el muralismo desde que pintó aquellos vagones de tren en Camarma, Arturo ejecutó en la soledad manchega una de sus indudables obras maestras, La batalla de Barajas. El mural tenía como protagonista a un sorprendente Don Quijote a lomos de Rocinante. El fiel Sancho le jaleaba en su asno y Dulcinea, trasmutada en una Koljosiana de rubios cabellos saludaba a la pareja alzando hacia los cielos la hoz segadora
En su ejecución Arturo cumplía escrupulosamente aquellos postulados que Boccioni defendía en su Manifiesto técnico de la pintura futurista.
Todo cambia, todo se mueve, todo gira rápidamente. Una figura nunca se queda quieta delante de nosotros, sino que aparece y desaparece incesantemente. Por medio de la persistencia de las imágenes en la retina, las cosas que están en movimiento se multiplican y resultan distorsionadas, sucediéndose unas a otras como vibraciones en el espacio a través del cual pasan.
La Caballería Roja en el Muelle. Madrid 2006
El retorno al futurismo trajo consigo una nueva exposición. Tuvo lugar en marzo de 2006 en la tristemente desaparecida galería Muelle 27 de Madrid.
Su título era Homenaje a la Caballería Roja. Todo un referente literario e iconográfico de primer orden de la vanguardia rusa y un excelente motivo, otra gran batalla, para desplegar su relación con los mitos de su origen soviético y mostrar a un tiempo su burla y su respeto, su manipulación y su implacable disección de aquel imaginario heredado con la mordacidad de su pincel.
Toda la deriva pintada a lo largo de los últimos años, todo su aprendizaje en la metafísica cruda de las imágenes y los signos, daba en esta exposición su fruto más logrado. Su paso por la babel expresionista y sus fantasmas nocturnos latían en las superficies matéricas de algunos cuadros como el San Serafín, otra de sus grandes piezas en formato y calidad que se puede ver en esta exposición. En otros lienzos, tan emocionantes y rotundos como El caballero, la muerte y el diablo, regresaban los cielos límpidos y negros de Pulsaciones del caos. El viento de lo otro volvía a someterse ahora a la geometría del trazo y de la composición. Arturo regresaba de nuevo a la jaula futurista. Para certificarlo dos grandes paneles pintados, homenaje a Giacomo Balla, abrían el paso al interior de la galería.
Dark Revolution
El futurismo de Arturo Marián nos llega en esta última entrega, bajo el elocuente título de Dark Revolution.
Muchos de los cuadros que nos presenta guardan relación directa con las técnicas y las formas del cartelismo y muy especialmente con aquel de la revolución y la guerra. Aquí y allá reconocemos fragmentos pintados de míticos carteles de Renau, de Monleón o de otros artistas más anónimos pero igualmente eficaces. Detrás de cada uno de ellos, como sucede con el tríptico Revolución Madrileña, una de las incontestables joyas de esta exposición, se adivinan emocionantes biografías, novelas, mitos, leyendas y películas alucinadas de sueños y pesadillas. Dark revolution o Revolución Oscura es la escatología pintada de aquel fantasma que recorrió el mundo, la visión-futura, por decirlo en palabras de Arturo, de toda su pompa roja y circunstancia negra. Arturo persevera así tras la bandera de la insurgencia y nos invita a contemplar su rastro de carmín. Su pincel se pone al servicio -agitación y propaganda- de la cara oculta de un Dios cruel, vengativo y voraz que tiene como hijas a Kali -otro gran cuadro que no deben perderse- y a Asrtarté, diosa ésta de las putas y los ladrones y gran madre universal de los irredentos. Sandoval con el botín burgués en sus manos, Chapaieff, el guerrillero rojo, como Perseo, Nestor Makhnó y su tachanka, Durruti a la guitarra en su última canción marina, Lenin como Gran Khan y el padrecito Stalin como gran timonel. Metafísica cruda una vez más, suma y sigue de Viento de lo otro y Pulsaciones del caos, la misma novela, la misma melodía, el mismo canto, pero cada vez, mejor pintado y mejor contado.
He cumplido mi compromiso. Creo que no debo ya seguir hablando más de mi amigo Arturo y de sus cuadros. Mi misión era tan solo acompañarles hasta la puerta y por el camino contarles algo de la deriva de este excepcional y singular pintor. Espero haberles entretenido. Ahora deben quedarse ustedes a solas con las pinturas. Buenas noches y disfrútenlas.
CGA
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