La biografía de Sabino de Arana y Goiri es conocida. Un tipo raro, aquejado de una suerte de melancolía maléfica que llevó a desearle la muerte real al diferente, al "extraño" al que identificó como maketo. Un burguesito resentido que ve como otras familias vizcaínas, los Ybarra, Acha, Lezama, MacMahon, Ampuero y Escauriaza... se están literalmente forrando con el comercio marítimo, la banca y el hierro, y su padre, mientras tanto, no consigue remontar unos cuantos y muy torpes negocios navieros. Ellos, los Arana, gentes de bien desde antiguo, hidalgüelos vizcaínos, que hasta su padre don Santiago asistió como destacado vizcaíno al juramento fuerista del duque de Madrid junto al mismísimo Árbol de Guernica.
Los Arana, quién los viera entonces, defensores de los viejos y legítimos derechos de Carlos de Borbón y Borbón, nuestro(mi) Carlos VII. No merecen más recordatorio que el de sus paradigmáticos matrimonios. Sabino casó con una labriega, Nicolasa Achica-Allende, a quien examinó genealógicamente con exhaustividad hasta comprobar la vasquidad de sus antepasados (llegó a asegurar que los primeros 126 apellidos de su prometida eran vascos). Ya tranquilo, accedió a casarse con ella. Luis, el primero que abrazó la fe nacionalista de los hermanitos Arana, casó con la cocinera de la pensión donde residió como estudiante en Barcelona, una tal Josefa Egués Hernández, natural de Huesca, a la que convirtió por arte de birlibirloque en doña Josefa Eguaraz Hernandorena, con un par.
Pero hay en la historia otros dos ejemplos también palmarios y menos conocidos, los populares Ramón de la Sota y Llano y don Telesforo Monzón y Ortiz de Urrialde. Sir Ramon fue el cabecilla de los aranistas más pragmáticos, los euskalerriacos; un poner, la línea Imaz, Azkuna, Ardanza y cía. Don Telesforo, en cambio, fue destacado promotor de la deserción nacionalista del PNV y del conglomerado aberchale KAS.
Verán, unos días antes de la Eurocopa de Portugal (verano 2004) un par de amigos y yo decididimos darnos una vuelta por Pamplona y participar así en una de las primeras manifestaciones Pro-vida de esta II Cruzada Antiabortista. Una vez allí, comida pantagruélica con correligionarios chapelgorris y a los postres un magnífico vertsolari arrancándose a declamar en el idioma de Aitor, Túbal y su puta madre, preciosos versos que nos sonaban a algunos de los presentes a lo que debieron cantar los pintores de Altamira mientras adornaban sus techos. Este vertsolari fue quien me puso tras la pista de un lejano pariente mío del que se contaban en casa hazañas y anécdotas sin fin. "Claro que lo conozco, si es algo así como el símbolo tradicional de la Guipúzcoa española". Me dio sus señas y 18 horas después, me hallaba tocando a la puerta de su caserío, en el mismo corazón del valle Oria, junto al curso del arroyo Berástegui.
Allí vivía y se desvivía mi lejano familiar A. Urtusaústegui de Larrañaga. Bueno, medio año allí y el otro medio en Biarritz, do se exilió voluntariamente tras la guerra del 36. De poblada barba y cargadas espaldas, al estilo del navarro Sánchez-Ostiz, pero con cuarenta años más encima. Veterano de la IV Guerra Carlista, como llamaba don A. a nuestra Guerra Civil, alto y ancho como una encina placentina, y de extraordinaria y a veces disparatada conversación. "Soy guipuzcoano por los ocho costados". Fui con la excusa de conocer a un pariente (primo carnal de mi abuela materna) del que había oído hablar en casa, y me quedé incluso a dormir en aquella arcaica vivienda. "Los Urtusaústegui andaron por tu tierra, hasta les dieron títulos. Proceden de las Encartaciones, junto a Vizcaya. Los Larrañaga no han salido del Oria desde que llegaron hace cinco mil años".
Obligada conversación, el nacionalismo euskaldún. "Mira, yo conocí de joven a Monzón. Eran vergareses, de aquí cerca, y yo era muy amigo de un primo del Monzón. Telésforo, cuando se fue a Madrid a estudiar Derecho, intentó hacerse de la Orden de Santiago, pero le echaron para atrás alguno de sus apellidos, yo diría que el Monzón mismo. Entonces se volvió un sabiniano ortodoxo. Hasta que le dijeron en Madrid que no iba a poder bordar la Cruz de Santiago al chaqué, era el más alfonsino de todos los jaunchos guipuzcoanos. Si hasta tuvo un bisabuelo diputado alfonsino." Entremezclaba esas opiniones con las peripecias vividas a sus catorce años recorriéndose los alrededores tolosanos. "Tolosa, que lo sepas, fue capital del País Vasco. Entonces aquí se hablaba un vascuence prístino".
Pero no podía dejar de agarrar aquella presa, Monzón, el abuelo cebolleta de la izquierda aberchale, quiso ser caballero de la españolísima Orden de Santiago. "Claro, como De la Sota, qué te creías. Gente de medio pelo de las Encartaciones, nada del otro mundo, burguesía crecida al calor del puerto de Bilbao. A don Ramón le echaron también para atrás de una orden nobiliaria española, eso me lo dijo un sobrino suyo muy fiable.Yo conocí en el exilio al hijo, a De la Sota Aburto, que vivía en Biarritz. También conocí a sus primos los Aznar, cuando era más joven y me invitaban a las fiestas del Marítimo, pero los Aznar vizcaínos, los más alfonsinos del mundo, unas alimañas que se quedaron con las propiedades de sir Ramón y sus descendientes con la connivencia del Régimen. Joder, si hasta un payaso de vuestra generación, Pocholo Martínez-Bordiú, desciende de esos mismos Aznar". Conversación de café, tábaco y ventanas abiertas de par en par. "El De la Sota era de otro pelaje al del Monzón. Mucho más señor, le echó cojones a los alemanes y puso a la naviera a disposición de los ingleses. Ganó muchísimo dinero, como el resto de los oligarcas neguríticos, pero siempre enseñando sus cartas. Su hijo Sota Aburto, al igual, un nacionalista, sí, pero un señor. Y no compartía el mismo gusto por la sangre que Monzón, ni mucho menos".
Miraba mucho a través de las ventanas, enormes y cuyos pesados postigos parecían ir a caerse de inmediato. "El País Vasco español es más bonito y más cuidado que el francés. Eso se lo decía a Ramoncito de la Sota, que fundó el PNV francés. Antes éramos más pobres, pero ahora Guipúzcoa le da sopas con hondas a Iparralde. Yo me exilié porque era falcondista, abandoné aquel ejército de protonazis, me metí en una pelea con un jefecillo falangista donostiarra al que casi mato y los Oreja (los tíos mayores de don Jaime Mayor) decidieron no apoyarme cuando aquello. Me pasé al otro lado". Allí se casó con una prima del conocido cardenal francés Roger Etchegaray, allí tuvo a sus hijos (no recuerdo el número, pero sobre los seis) y allí sigue teniendo su domicilio fiscal. "Pero de viudo se aburre uno como una mosca, y me vine a esta vieja casa. Se la compré al hijo de un viejo amigo, un caserío más viejo que todas las piedras del bocho (Bilbao según me enteré después) juntas, le puse de nombre Echenagusia, con un par, y por aquí me citó con lo que queda de nuestra Causa, nada, cantamos viejas canciones, hablamos de nuestras cosas y nos cagamos en la madre de ETA y del partido (así aluden por allí al PNV) bebiendo buen tinto".
Murió aquel extraordinario anciano hace poco menos de un mes, a un año y medio de cumplir el siglo. No lo volví a ver, apenas salía de sus dos moradas y no manejaba internet. Todo lo que sabía, o lo había visto o lo había leído. Se murió antes su amigo Carlos Etayo Elizondo, pero ya enfermo no pudo asistir a su funeral y entierro. Al mejor amigo de su primogénito lo mató la ETA. "Era el jefe de las Juventudes Tradicionalistas de Vizcaya, Chema Arrizabalaga Arcocha, más vasco que el propio Arana, quien por cierto era muy pariente de los Urquijo fundadores del Banco de tal nombre y del Correo Español." Imposible que fijara una línea, con tanto caudal de conocimientos. "A mi hijo A. lo mandé a estudiar ingeniería a Bilbao, y aquellos dos se hicieron íntimos y además compañeros de política. A Telesforo me lo crucé por la calle en aquellos días, no recuerdo si en Bilbao o en su casa, en Vergara. Le miré duramente a la cara, y el muy cobarde la agachó. Le grité justo a su lado maño de mierda. Los Monzón son judíos zaragozanos, ¿no lo sabías? Ni siquiera me dejaron asistir al sepelio en Ondárroa. Lo mataron a finales del 78. Años duros, en Francia apenas nada, y eso que Iparralde vota a la derecha francesa. Claro, coño, como que son franceses. Monzón no tuvo cojones ni a mirarme".
Murió en la patria de Richelieu y del roquefort, en la camilla de un hospital. Lugar impropio para uno de los últimos comabientes vivos. El requeté muere en su cama o en el monte. Según me dijeron, agarrado a una estampa de San Ignacio, el nombre de su padre y de su abuelo, niño educado en los jesuitas de Orduña "la única vez que se puede decir que he vivido en Vizcaya", colegio por cierto en el que también estudió don Sabino el Fundador. Herido en los pulmones de metralla durante la toma de San Sebastián (como mi abuelo materno), encuadrado (idem) ambos en el legendario Tercio de Navarra dirigido por mi paisano el coronel y príncipe Villanova-Ratazzi. Con don A. Urtusaústegui de Larrañaga se fue uno de los últimos ejemplares puros de la varonía vascongada, Pariente Mayor de la Casa Azcune. Páginas de un libro que se va agostando poco a poco.
Se enterró con la Cruz de Borgoña sobre su féretro, bandera en la que aparecía bordado en oro un viejo y secular lema atávico, "jaungoikoaren aurrean iñoiz ezera izango ez ezaguna", puesto por escrito en las Ordenanzas del Requeté. En su entierro, según un amigo que allí estuvo, se entonó el inmortal Gernikako Arbola, el himno vascuence más popular, creado por el bardo carlista José María de Iparraguirre Bal. Se diría que fue compuesto para ocasiones como aquella. "Yo me enamoré de chiquito de una Galainena, gente de Zugarramurdi, pero a mi padre aquello de las brujas le sentaba a cuerno quemado, y me obligó a no verla. Era guapa como una madre". Murió triste, tal vez algo alejado de todo y de todos, melancólico por un mundo tan perdido ya como el jurásico, pero no murió resentido. Esa no es precisamente una pequeña diferencia.
Etiquetas: Edgardo de Gloucester
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