“Para ser un miembro irreprochable de un rebaño de ovejas, uno debe ser, por encima de todo, una oveja” (Albert Einstein –Aforismos para Leo Baeck- Mayo de 1953)
Me desplacé (no trasladé) a vivir a Barcelona por motivos familiares. Ya conocía la Ciudad Condal por cuestiones laborales, pero la gran mayoría de horas me la paso entre cuatro paredes, por lo que poca vida ciudadana podía hacer. Me barruntaba yo, por los trayectos entre el despacho y la estación de Cercanías RENFE, que estaban creciendo en exceso los ciclistas por la calle. Seré exacto, por las aceras, porque en las calzadas pocos veías. En ese momento un negro sentimiento se cernía sobre mi corazón….el odio hacia los ciclistas…creció y creció hasta instalarse cual piojoso okupa en masía de titularidad pública. No hay nada más estomagante que un ciclista en Barcelona ciudad. No veías punto medio, o eran suicidas en preparación de una ironman u homicidas con vocación de miuras sanferminianos en Rambla Cataluña, Paseo de Gracia o la Avenida Diagonal, dispuestos a dar una nueva versión de Monopoly, con la gestión de los cementerios en los que se convertirían tan ilustres boulevards (y con cuatro nichos, ya puedes poner un panteón). Algún imbécil, de alguna imbécil asociación, siguiendo los imbéciles consejos de no se qué imbéciles protectores de cualquier imbécil causa, había recomendado la bicicleta como medio de transporte. Siempre se pone como paradigma del uso de la bicicleta en ciudad Ámsterdam, Pekín o Ferrara, pero, fueraparte de lo estomagante, ir en bicicleta para ir a trabajar, lo he encontrado de un cutre total, aquí, en Ámsterdam y en la China popular y la otra... Esos sillines que no transpiran, provocan un sudor que se emulsiona en la ingle y que invade el borde del calconcillo o braga (si llevan); fuerzan el sudor anal que arrastra sedimento de miasma intestinal que se deposita en el algodón protector, entre otros efectos secundarios. No hablemos de los pedales y cadenas, que arrugan pantalones o en el mejor de los casos los dejan llenos de grasa de tienda de chinos (pues esas bicicletas no utilizan el aceite de teflón ni otros lubricantes más técnicos). Pero con todo, lo peor es que se tiran todo el día en la oficina de esa guisa, y si por bendición del cielo, consigues que la maciza te haga caso, en cuanto te vea la “anxova” (además del sempiterno “palomino”), te hará un juicio que ni “Evaristo Meijide”. Por piedad las autoridades deberían haber prohibido ir en bicicleta como medio de transporte, como prohibieron fumar en el trabajo porque adelgaza la polla del fumador pasivo. Pero no; siempre como buenos perros Sam atentos al rebaño, vislumbraron una nueva especie de oveja a la que había que guardar, y por tanto reunir en rebaño, lo cual es una oportunidad en las matrices DAFO con las que trabajan, y que no suelen nunca fallar (previamente pasadas por la telermomix). Lo primero es darle un nombre, pues ya sabemos que las cosas con nombre, existen. Para el caso han seguido la moda del anglicismo pero al estilo barretina, y a la criatura la han bautizado (perdón) como “Bicing”, que suena a “mobing”; o le podrían haber puesto “moobing” por lo de mover…pero claro lo mismo la oveja no respondería a tal nombre, así que hacemos un híbrido entre bicicleta y el “to bike”, y con las palabras mágicas “al rico helado de piña, para el niño y la niña”, tenemos el palabro “Bicing”. Puestos a gastar el dinero de los contribuyentes, podrían haber puesto como lema a la empresa aquel versillo de los Mojinos Escozíos (catalanes de la Llagosta y Mollet) que decía “Y es que como me pique…es que me compro una montambique”. Detrás de la idea se invaden las calles de cientos de bicicletas al puro estilo Tito y el Piraña, homenaje al Atlético de Madrid (o el Gerona), pilotadas por una suerte de insensatos que ahora se permiten el lujo de morir y matar con el consentimiento de las autoridades locales. El bicing se ha extendido en Barcelona, o mejor dicho, en la zona “plana” de Barcelona, pues semejantes cacharros (made in no se dónde) serían incapaces de asumir las cuestas de la calle Santuario, Císter, Avenida Tibidado, Conca de Tremp, Rasos de Peguera, Peris Mencheta o cualquiera del barrio de Penintents, Montbau o la Teixonera. Los verdaderos ciclistas deberían exterminar a estos aficionados que son incapaces de ir andando o en metro, y tienen la tacañería propia de la periferia peninsular; y, por tanto, hacer un manifiesto en contra de del Bicing, pero sobre todo a favor de quien se despista mirando el canalillo a las turistas sin gastar cuidado que no venga una bicing a tocarte los cojones. Ahora que soy un Can Fanga más, puedo afirmar, a pesar de lo que me puede caer encima, que odio con toda mi alma a los ciclistas de Barcelona, y a los del Bicing más.
Coda: Empero…tengo caridad cristiana
(Escrito por Cateto de Pacifistán)
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