Buenos días. Soy un anónimo de este blog. Para que vean mi buena voluntad y mis principios democráticos, les doy hasta una dirección de correo a la que pueden dirigirme sus críticas, si las hubiera. Es este: anonimonja@gmail.com. Por cierto: ahora que la veo escrita así, creo que puede llevar a engaño. Yo me inscribí como anonimoNJA, con el acrónimo del NickJournalArcadiano en mayúsculas. Pero gmail me las ha cambiado a minúsculas, y ahora parece que soy la monja anónima. Como la monja alférez, pero en bloguero. No. No soy monja. Ni monje. Soy un hombre, tengo treinta y cinco años (a punto de cumplirlos, realmente) y trabajo como gestor contable y fiscal de diversas pequeñas empresas, lo que me deja tiempo para entrar en el blog. Llevo, como muchos otros, varios días a la sombra. Los administradores, no sé a cuento de qué, han decidido silenciarnos. Por eso me he decidido a mandarles este post que, probablemente, duerma el sueño de los justos en sus bandejas de entrada. Ya sabemos cómo son estos señores y qué opinión tienen de nuestra (¡sí: NUESTRA!) libertad de expresión y de nuestro (¡sí: NUESTRO!) nickjournal. Sin embargo, y por si acaso decidieran publicarlo, les voy a contar a ustedes lo que pienso de mis colegas anónimos y de lo que es el anonimato, propiamente dicho.
(1) Ser anónimo es una opción tan válida como la de tener un nick. Finalmente, el nick es también una forma fina de anonimato. ¿O acaso alguien sabe quiénes son Fedeguico, Andrés, Satur, Adrede o Crítico Constante? Nadie. Son anónimos. Como yo o cualquiera de ustedes. Ignoramos, incluso, si detrás de esos cinco nicks se esconden cinco personas físicas, cuatro o diecisiete. Así pues, ser anónimo no es nada o es lo mismo que tener un nick.
(2) Ser anónimo permite ser independiente. Por completo. Con el paso del tiempo, en el NJA se van creando grupos, afinidades, filias y fobias. Y entonces, se acabó. Nadie critica o insulta a un amiguete. Nadie, tampoco, reconoce que un nick oficialmente odioso ha escrito algo con sentido. Al ser anónimo, como muchos otros, masa al fin y al cabo, te puedes permitir cagarte en Protactínio un día, ensalzarle otro o escribir que Fedeguico ha estado ocurrente en un momento dado. Los anónimos, para bien, no tenemos amigos.
(3) Los anónimos, si todos firmamos como tal, somos escurridizos como serpientes. O como anguilas, si es que no les gusta la otra metáfora. Es decir: yo escribo que fulanito es un gilipollas o un bastardo, y fulanito no sabe a quién contestar. ¡Claro! Porque, ¿me contesta a mí o a otro anónimo que pasaba por allí? Aunque ponga al lado el número de mi comentario, dará igual: yo me hago el longuis, y supongo que no me han visto.
(4) Hay gente que dice que lee el nickjournal porque aprende muchas cosas. Es mentira. Sólo los anónimos y nuestras conversaciones cruzadas dan algo de sentido a esto. ¿Han visto ustedes cómo languidece el blog desde que se nos ha impedido la entrada? ¿Es útil un blog donde sólo cuatro amiguetes se dedican a hacerse MAMADAS? ¡Los anónimos somos el alma del blog! Reconózcanlo, señores. Lo demás es pedantería, exhibicionismo fatuo y Faustine de Morel.
(5) Los anónimos somos el más eficaz remedio contra la censura. ¡No pueden con nosotros! Somos igual que los rusos en la Segunda Guerra Mundial. Pueden matar a uno, a cinco o a siete. ¡Pero no a todos! ¡¡Porque somos MUCHOS!! De ahí que, ante nuestra justísima lucha, decidieran echarnos el cierre. ¡Qué bonito! ¡Qué ejemplo de tolerancia y democracia!
(6) Hay quien afirma que los anónimos no aportamos nunca nada interesante. ¡Qué inmensa mentira! Que escribamos textos cortos, incisivos, brillantes a veces, le da a este blog una seña de identidad, un marchamo, un sello de calidad inimitable. No leo ningún comentario que supere las tres líneas. Es una elemental medida profiláctica para ahorrar tiempo. Yo entro aquí a divertirme, a cachondearme de fulano o, si me peta, a alabar un comentario de mengano. ¡Pero que no me vengan con monsergas!
(7) Los anónimos convertimos este club de señoritos en un bar animado y lleno de ambiente. Sí. Es así. No tiene vuelta de hoja. ¿Que hacemos ruido? Pues claro: como hay ruido en cualquier bar español. ¿Que tiramos servilletas y colillas al suelo? También. Pero para eso están las señoras de la limpieza. No me digan ustedes que es igual abrir el blog y leer a J.A. Montano enfrascado en una charleta banal con Bartleby, que a nadie interesa (¡cómo coño va a interesar eso a alguien!), que abrirlo y ver toda una lista de comentarios con chispa firmados por nosotros.
(8) Los anónimos no insultamos ni reventamos sin ton ni son. Esa es una las leyendas negras que hemos de soportar. Por el contrario, lo hacemos con fundamento y nos expresamos como el más común de los mortales. ¿O es que ustedes no dicen tacos? ¿O es que no han llamado hijoputa a nadie nunca? Pues lo mismo. Escribimos con el lenguaje de la calle, señores. ¡A ver si se enteran de una vez! ¿O es que alguno de ustedes emplea cada día palabras como “usucapión”, “hiemal”, “oxímoron”, “hebdomadario” o “máncer”? No, claro que no. No nos acusen, por lo tanto, de emplear mal el español. Lo empleamos, y punto. Pero el español normal, el de todos. ¡Que ya está bien de élites, cojones!
(9) Algo importante es que a los anónimos, a cada uno de nosotros, no nos echa nadie de menos. Desaparecemos unos días, y no lo parece. Otros anónimos, sin saberlo, nos sustituyen en la guardia, en la brega. Además, conseguimos realizar el bonito juego de la confusión. ¿Será éste el mismo cerdo del otro día?, se preguntan anonadados. ¡Y no lo saben! ¡¡No son capaces de SABERLO!! Hemos triunfado. Esa es nuestra victoria.
(10) Y, por último, los anónimos aportamos números a este blog. ¿Cómo piensan cumplir la frasecita de ¡A POR DOS MILLONES! que adorna su contador? Ni de coña. Ya han visto lo que está pasando en nuestra ausencia. La nada más absoluta. El silencio. La devastación.
Háganme caso. Hágannos caso. Permitan de nuevo la entrada de anónimos. Al fin y al cabo, somos el tomate de este blog.
Etiquetas: Anónimo
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