Pedro J. entrevista a Z
El error del herrado ZP
Agapito Maestre
Las declaraciones de ZP a Pedro J. recuerdan unas veces Las zahúrdas de Plutón, y otras el famoso Sueño del infierno, el tercer y quinto sueños respectivamente de Quevedo. El gran lenguaraz de España vuelve a pasar revista en esas burlas veras a los precarios y cínicos argumentos del "gobernante" envilecido por su maldad y torpeza. Son discursos sobre el infierno y la muerte. Son dos discursos inteligentes para comprender la vida política de entonces y de ahora; son dos fórmulas grandiosas para ver el infierno en que ZP ha convertido la política española y para que un vivo, en este caso Pedro J., visite el mundo de los muertos acompañando a la Muerte. ¿Muerte? Sí, escribo Muerte como metáfora de quien está fuera de las categorías normales de la humanidad en general, y del Estado de Derecho en particular.
Nadie que lea la entrevista de El Mundo arguya maledicencia contra Pedro J., o sea, nadie acuse de maldad a quien ha descrito con sus preguntas el infierno zapateril, entre otras razones, porque no es posible en un infierno que haya dentro alguien que bueno sea. Otra cosa es que Pedro J. pueda salvarse de esa visita, pues que tengo la sensación de que ni los acompañantes al mundo de los muertos pueden venir luego a contarlo al de los vivos sin haber pagado su canon. Sospecho que elevado. En todo caso, hago votos para que el inquieto y desasosegado editor se salve del oscuro, triste y melancólico infierno que preside ZP.
Lean la entrevista y comprobarán que la mente de ZP ya no oculta su negociación con ETA, con alguien tan horroroso que se arroga el poder de disponer a su antojo de nuestras vidas y muertes, sino que la eleva a categoría determinante de su Gobierno, a la principal aportación de su legislatura, para ser votado otra vez como presidente del infierno del que él mismo es su creador. ZP, en tanto que negocia con ETA y además se vanagloria del asunto, está compitiendo con los criminales en lo que estos defienden, a saber, disponer a su voluntad de la vida y la muerte de los ciudadanos. Nadie negará que, en este punto, ZP se sitúa al mismo nivel que los terroristas, olvidando que hasta el propio Estado moderno renunció hacer tiempo a tener el poder sobre la vida y la muerte de sus súbditos y, más tarde, ciudadanos. Sin esa renuncia del Estado no existiría el Estado de Derecho.
Sin embargo, ese poder, similar al de los terroristas, del que se ha investido ZP para disponer de la vida y la muerte de los españoles, obviamente sin consultárselo a ellos, no sólo no lo oculta sino que lo eleva a precepto político. Terrible. Percatémonos de que no se trata de convertir ese poder político en un infierno sino de presentarlo como única salida. Toda la argumentación de ZP, por llamar algo a quien habla con un sentido diabólico de la política, es un arma arrojadiza para atrapar en sus redes a desdichados y desesperados esclavos de una situación que no acaban de entender: el terrorismo. Intereses inmediatos, tácticas sectarias, mentiras flagrantes, indecentes medias verdades… en fin, un cúmulo de barrabasadas aparecen en esta entrevista que muestran antes a un hombre herrado, un esclavo de su propias salvajadas conceptuales, que a un hombre dispuesto a rectificar sus errores. ZP es la antítesis de un hombre de Estado capaz de aceptar la normalidad política de una democracia desarrollada. Él se cree alguien que crea las reglas políticas. ¡Ay, a veces, asusta el parecido de ZP con Chávez el venezolano!
Y, ya digo, entre todas las salvajadas declaradas por ZP, hay una que lejos de mover al escándalo parece la esencia de la descripción del infierno zapateril; dice ZP que, aunque ETA mató durante la negociación, él "siguió negociando" con los asesinos. Hablamos de política con ETA, dice ZP, pero no hicimos ninguna concesión política. Sí, sí, insiste el presidente, en decir que hablaron de política, "¿pero cedimos algo en política? No. Yo busqué la paz con ETA pero a la vez preparaba la confrontación". No sé qué es peor en punto a calificación moral del personaje, si la primera parte de la afirmación anterior o la segunda.
En efecto, sólo un imbécil, o peor, un desdichado esclavo de las siglas socialistas, podría negar que eso de hablar con ETA, incluso mientras ETA sigue matando, es ya una concesión, un aval político para que la banda terrorista entre en la dinámica democrática. Por este camino de la negociación con criminales y, sobre todo, de elevar a rango político a una banda terrorista, es menester reconocer ante el mundo que ZP se ha adelantado, sobre todo en maldad moral, a su querido Hugo Chávez Frías, quien ahora pide para las FARC, grupo terrorista colombiano, lo que ya ha hecho ZP en España con ETA: que sea tratado como un grupo político.
La segunda parte de la afirmación ("busqué la paz con ETA pero preparaba la confrontación") pasará a la historia de la perversidad política. Esa frase quintaesencia los ruines pensamientos de quien sólo quiere votos para seguir en el poder. Refleja los cautelosos y prevenidos "argumentos" del político desesperado que sólo aspira a captar a solas a cualquier votante resentido, a cualquier individuo, que haga, como el presidente ZP, ostentación de la vileza. En fin, después de haber conseguido de la Muerte una declaración de tanta malicia, creo que Pedro J. perdió una gran ocasión de recordarle las palabras de Quevedo en su descenso a las zahúrdas de Plutón: "Aguarda, que toda paz que no se hace con buena voluntad es sospechosa. Paz rogada, y comprada y pretendida, es salsa y apetito de guerras." Aunque vista la cosa desde la óptica del humano periodista, quizá de la Muerte no puede esperarse otra cosa que no sea el desesperado "sosiego" que ha trascrito con parsimonia el director de El Mundo en esta entrevista.
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