Ropones. Así, usando la jerga del foro, define Raúl del Pozo a los jueces, aunque también sea perfectamente aplicable el término a fiscales, e incluso, por aquello de vestir la toga, a los abogados, aunque dejaremos a los letrados al margen de esta historia.
Pastelerías Hernando. Expresión utilizada por Jiménez Losantos, en su pasión por motejar y zaherir, para definir al Consejo General del Poder Judicial, dado que su Presidente es Francisco José Hernando y lo que en el órgano de gobierno de los jueces se hace no es otra cosa que pastelear al servicio de la política.
Ropones y pasteleros, en las más altas instancias, imparten justicia, más bien poca y de manera peculiar, figuran en los medios de comunicación, forman banderías y guerrean entre ellos, trasladando de esta guisa a los Tribunales lo que se discute en la arena política., dejando al Poder Judicial como apéndice de los otros poderes y actuando ellos mismos como lacayos de los políticos, no en vano a éstos adeudan sus cargos y prebendas. No es de extrañar, pese al talante más o menos pasante de los interrogados en las encuestas, que la Justicia en España sea una de las instituciones peor valoradas por los ciudadanos, porque una cosa es ser profano y otra muy diferente ciego, o simplemente imbécil, para permanecer impasible ante el dantesco espectáculo que ofrecen a diario los encargados de administrar un derecho tan fundamental.
La pastelería de Don Francisco, que se encuentra pendiente de la renovación de sus politizados miembros, aunque lo deseable sería que se renovara en su funcionamiento o sistema de elección, se ha convertido desde hace años en el órgano de desgobierno de jueces y magistrados. Dado su decisivo papel en el nombramiento de los más importantes cargos de la magistratura, resulta un campo de batalla idóneo para la guerra política, sin que a nadie se le pueda escapar la gran cuestión: ¿por qué el órgano de gobierno de la judicatura no es elegido por los propios jueces y magistrados? A la izquierda le repugna la idea por ser conocedora de que la mayoría de los jueces son de ideología conservadora, pero este sistema de elección tampoco parece hacerle demasiada gracia a la derecha, que gobernó ocho años y se olvidó de implantar el modelo que llevaba en su programa electoral: algo tendrá el agua cuando la bendicen. Uno de los vocales más conocidos de este órgano, al margen de su portavoz/colaborador de la Cope, es Montserrat Comas, del sector progresista, quien desde su cargo de Presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, y ante el fracaso de cuantas medidas se adoptan para erradicar esta lacra, no sólo no dimite de su poltrona, que sería lo normal en un país serio, sino que no tiene reparo en proponer nuevas iniciativas, por extravagantes y de dudosa legalidad, y hasta constitucionalidad, que éstas sean: la última, modificar la ley para que las víctimas de estos delitos no gocen del derecho a no declarar, si así lo quieren, contra su cónyuge; y mientras tanto, Doña Montserrat, entre charla/coloquio y conferencia bien retribuida, observa cómo la lista de víctimas sigue aumentando año tras año. Tradicionalmente el Consejo, con la excusa de los apaños políticos y el reconocido prestigio de sus miembros, ha sido foco de atracción para elementos peculiares; ¿ quién no recuerda a Lluís Pascual Estivill, ex juez de Barcelona puesto en el cargo por el pujolismo como contribución a la cuota de poder que corresponde a los nacionalistas? El final de Estivill, condenado por múltiples delitos, es de público dominio. Mas como el CGPJ hace las veces de improvisado y divertido reino, o circo, a rey muerto, rey puesto, y que siga la función, ahora otro catalán, o asimilado a la patria, como el notario López Tena, ocupa tan codiciado puesto y, cual Blas Infante con barretina, nos honra a todos con sus impagables sandeces sobre las bondades de la hipotética independencia de Cataluña y las maldades de una España reaccionaria que se resiste a enterrar sus fantasmas.
Visitemos el Tribunal Constitucional, intérprete máximo de la Constitución, y contemplaremos un espectáculo gratuito y kafkiano a costa del Estatuto de Cataluña y su adecuación, o no, a la norma máxima. Su presidenta, la Sra. Casas, primera mujer en el cargo, está casada con uno de los asesores de Ibarretxe en su original y novedoso Plan, sin que este detalle implique nada extraño ni tampoco malicioso, pues presumimos que es mujer independiente, al menos de su marido, pero ya no tenemos tan claro si guarda la misma independencia con respecto al gobierno, al menos lo pone en duda, amén de la gestión del asunto catalán, la bronca televisada que le soltó la vicepresidenta del gobierno en un desfile, sabedora María Teresa de hallarse en el marco más adecuado para arengar a las tropas. Sienta también sus posaderas en tan magna instancia otro magistrado, un tal Pérez, quien finalmente fue recusado tras no haber tenido a bien abstenerse en el debate sobre el citado Estatuto. Pérez, que en el trance de las incompatibilidades tuvo presente a su presidenta y recordó aquello tan popular de aquí follamos todos o tiramos la puta al río, no quería abstenerse, pues creía que cobrar un millón de las antiguas pesetas por realizar un dictamen encargado por una de las partes interesadas, el gobierno catalán, era pecata minuta y no afectaba a su independencia; desconocemos, y desgraciadamente ya nunca sabremos, si el dictamen estaba falto de un epílogo a redactar junto con la sentencia del recurso planteado.
El Tribunal Supremo, máxima instancia judicial en España, anda a la greña desde hace tiempo con el sumo intérprete de la Carta Magna, al considerar, algo de razón no le falta, que éste invade sus competencias y se sitúa como una última e improvisada instancia que le enmienda la plana si así se tercia. Arrieros somos ….pensaron los del Supremo mientras agazapados esperaban su oportunidad. Y como todo llega, hasta San Martín, cuando tuvieron la ocasión, en una decisión sin precedentes, no la desperdiciaron, y así, en el año 2.004, condenaron por negligencia a casi todo el pleno del Constitucional: y es que nunca fue bueno meter a dos gallos en el mismo corral. Por la trascendencia política y mediática de sus decisiones es la Sala Segunda, de lo penal, la que más ilustres y doctos ropones presenta, ahora y siempre. Uno de los más significados y veteranos es Enrique Bacigalupo, importado desde Argentina como si de un destacado futbolista se tratase, y cuyo principal mérito residía en haber sido discípulo de Jiménez de Asúa en aquellas latitudes, superando, como suele suceder, al menos en este caso en progresismo, a su maestro. Decisiones importantes han pasado por sus manos: no permitir, junto a Conde Pumpido entre otros, que se llamase a declarar como imputado a Felipe González en el Caso GAL, para no, ¡cuánta consideración!, estigmatizarle, o votar por la absolución de Barrionuevo y Vera ( ahí el ropón Cándido no le siguió y voto por la condena), o fulminar por prevaricación a Gómez de Liaño. Conde Pumpido, ahora obligado como buen gallego a templar gaitas como Fiscal General del Estado, que no del Gobierno, como maliciosamente creen algunos, también goza de asiento reservado en esta instancia, a la que a buen seguro volverá algún día para seguir impartiendo su sapiencia y doctrina, como Don Mariano, Ministro de Justicia, hombre de natural prudencia y moderado verbo, y fiscal excedente en la misma casa.
Descendiendo en el escalafón, pero siguiendo en Madrid, llegamos a la Audiencia Nacional, donde hallamos a los ropones más televisivos, más mediáticos, los que siempre están en el candelero y casi nunca para bien. Jueces con aspiraciones políticas que tras el fracaso de la aventura vuelven a su plaza, individuos vehementes que amenazan con soltar una hostia a un terrorista, que no estaría mal del todo, o despistados sin maldad, presumimos, que permiten que escape un narcotraficante por desatender los malditos plazos, o miopes a los que desbordan interminables sumarios, y hasta algún ambicioso que termina descubriendo con estupor que duerme con su enemigo, y también fiscales, otros ropones, que hartos de no dar una a derechas acaban por blasfemar que ya no pueden más y que vale ya, eso si no se rebelan y amotinan contra sus superiores y se convierten en indomables . De todo hay, como en botica, pero poco bueno y competente; unos llevan ahí lustros, aspirando incluso al Nobel de la Paz, y otros, más modestos, o quizá más torpes, salen expedientados, o condenados por prevaricación.
Al final, ante este panorama, el consuelo que le queda al justiciable no es otro que saber, o al menos intuir, que en las primeras instancias de la Justicia, allí donde no tienen cabida la gloria, la fama o el poder, es donde posiblemente ocupen su plaza los más honestos y ecuánimes ropones. Y, en todo caso, cruzar los dedos y entonar aquello de pleitos tengas y los ganes.
(Escrito por Reinhard)
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