No votamos a unos programas sino a una identidad política. El que se considera ‘progre’, y cree que en esta identidad reside el bien y el saber absoluto, votará sólo a partidos que también se envuelvan en el prestigio de esta clave esencialista. De la misma manera, el que se considere ‘antiprogre’ (la forma más usual de considerarse derechista o facha, que suena de manera menos amable), votará a formaciones políticas que se sitúen en el mismo segmento de prejuicios y dogmas. En esta situación de apelación a unas identidades blindadas, apenas se produce verdadero debate, y todo se reduce a ataques dirigidos, no a lo que los demás hacen o pretenden hacer (eso suele ser simplemente la excusa), sino a lo que se supone que son, a la esencia que supuestamente los constituye. Con ello, toda nuestra política se limita a girar alrededor de una única palabra: identidad.
Sin embargo, encontramos una excepción a todo este panorama: UPyD, partido de nueva formación que ha optado por escapar decididamente a estos planteamientos identitarios (la ‘transversalidad’ que define la ideología del partido, de hecho, va en esta línea) y poco democráticos. Alguno de sus postulados, como la crítica a los nacionalismos, puede hacer pensar, apresuradamente, que nada distingue a este partido del resto, pues seguiría la misma dinámica de oposición. Pero la realidad no va por ahí, pues UPyD enmarca sus críticas al fenómeno nacionalista no a éste mismo (no se pretende, ni mucho menos, limitar sus derechos) sino a los privilegios con que cuenta actualmente. De los nacionalistas no se pretende que renuncien a su credo sino que los privilegios con que cuentan dejen de tener vigencia. Una cosa es el antinacionalismo (en esencia, un nacionalismo distinto del criticado, pero nacionalismo a fin de cuentas) y otra muy distinta es el no-nacionalismo, que en ese ‘no’ establece una diferencia decisiva con lo criticado, diferencia que no existe con el ‘anti’, que no es más que un reflejo de lo que supuestamente se combate, que funciona como espejo de uno mismo (por eso se acaban pareciendo tanto los adversarios radicalers; pueden defender elementos distintos, pero la forma de defenderlos es exactamente la misma, pues participan de la misma fuerza dogmática y excluyente). UPyD ha decidido no limitarse en un enfrentamiento al viejo estilo de la política española, sino que ha adoptado sus reticencias a una forma de enfocar y plantear las propuestas claramente no excluyente. Hay salida al círculo de lo identitario.
(Nota: estoy afiliado a UPyD y soy miembro de la coordinadora de Baleares)
(Escrito por Horrach)
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