A partir de ese informe se desató una desesperada carrera para prohibir la fabricación de esos gases, que habían sido tan útiles en la industria de la refrigeración y como propelente de aerosoles debido a su total inocuidad.
Quien no se sumaba a esa histeria general era calificado como un virtual traidor a la humanidad pese a que había muchas dudas sobre las reales causas del agujero de ozono. Fue así como rápidamente se aprobó el protocolo de Montreal, que obligó a todos los países del mundo a dejar de fabricar y usar el freón y reemplazarlo por otros gases y propelentes.
El protocolo de Montreal fue calificado por Kofi Annan, el Secretario General de las Naciones Unidas, como el más exitoso de la historia de esa institución mundial. Se dejaron de usar esos gases pero está ocurriendo algo escandaloso: el agujero de ozono sigue formándose en el invierno austral y se cierra con los calores del verano pese a que ya no se utiliza desde hace muchos años el gas freón.
Justamente ese extraño comportamiento había determinado que algunos científicos se opusieran a la teoría de Molina, entre ellos el meteorólogo S. Fred Singer, que consideraba que se trataba de un fenómeno natural. Por opinar así fue calificado de “corrupto” y “criminal” por una organización ecologista yanqui.
Habida cuenta de ello no tengo por qué sentirme molesto por el hecho de que en la lista de discusión promovida por “Alternativa Racional a las Pseudociencias”, la asociación escéptica española, me calificaron como “borrico”, “imbécil” por sostener allí en absoluta soledad las mismas ideas que Singer. Los destacados científicos que me atacaron duramente fueron Eloy Anguiano Rey (profesor de física en la Univ. De Madrid), José María Bello Diéguez (arqueólogo y director del Museo Arqueológico de La Coruña), Josep Catalá Medina (Biólogo Molecular, Ingeniero Químico, Periodista) y Miguel Calvo (Tecnología de los Alimentos, Universidad de Zaragoza).
¿Qué dirán ahora que en la revista Nature se ha publicado un informe que me da la razón, ocho años después? Porque en 14 de noviembre de 1999 ya había dicho así: “Mientras tanto seguiré pensando que no está probado que el hombre sea el causante. El carácter estacional del fenómeno, el hecho de que ya existía cuando se hizo la medición por primera vez y que eso ocurra en un lugar muy alejado de toda producción industrial me hacen dudar de su causa.
No me explico porqué la actividad humana genera exceso de ozono en la baja atmósfera en las grandes ciudades del mundo y que en la Antártida provoque una disminución en la estratósfera y por otro lado pienso que las erupciones volcánicas producen mucha mayor cantidad de compuestos clorados que la que produce el hombre.
Creo, más bien, al igual que S. Fred Singer, que el agujero de ozono se produce debido al intenso frío del invierno antártico (muy distinto al ártico). El nivel de ozono se equilibra cuando comienza a hacer más calor, con la primavera avanzada y el verano antártico.”
Las pruebas que han aparecido en todos estos años demuestran que S. Fred Singer tenía razón pero durante esos años fue atacado por toda la comunidad científica que se había sumado al ecologismo apocalíptico. También ahora se ha llegado a comprender por qué motivo se forma el agujero de ozono en el invierno antártico, algo que se desconocía en la época en que tuve la dura polémica con los científicos españoles.
Es así: En la Antártida, por ser un continente, el frío es más intenso que en el Ártico. En invierno se forma allí un vórtice de vientos que genera nubes cargadas de hielo. Esas partículas sirven de base para que se produzca el efecto catalítico del cloro sobre el ozono. De ese modo en invierno se intensifica la destrucción del ozono pero no se regenera debido a la inexistencia (debido a la noche continua del invierno polar) de los necesarios rayos ultravioletas emitidos por el sol. En el verano el ozono se restablece a niveles normales.
Tal vez valga la pena verificar en la wikipedia que aún no se han actualizado en relación al agujero de ozono y siguen poniendo el argumento principal de S. Fred Singer (el invierno austral) así como los otros que yo pergeñé como inválidos. He llegado a la soberbia de suponer que los ecologistas se han dedicado estos años en destruir mis hipótesis sobre el agujero de ozono.
Debo reconocer que tal vez los ecologistas tenían razón y que el único argumento válido ha sido el de Singer. Pero ni siquiera a él le han pedido disculpas y siguen meneando el fantasma del agujero de ozono porque siempre va a caer algún incauto.
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