Si mi querido (y sufrido) editor no ha calculado mal, me toca aparecer el día de Navidad, lo cual no es un encargo fácil para un nick como yo. Los que hayan tenido la paciencia de leer mis entradas habrán advertido que tengo cierta tendencia a evitar las cuestiones de rabiosa actualidad, bien porque busco (más o menos inconscientemente) eludir la polémica, bien porque no quiero aburrirles volviendo sobre los temas que trillan todos los días los tenaces comentaristas de las trincheras, o bien porque creo que el único modo que tengo de contentar a la distinguida clientela del Nickjournal es aportando algo exótico. Pero convendrán conmigo en que hoy no tengo más remedio que hablar de la Navidad ¡aunque sea por caridad! Bastante tienen todos ustedes con recuperarse de los excesos de la pasada noche, como para que les endilgue yo una entrada histórica, política, científica, pseudo-filosófica o un indigesto cóctel de todo lo anterior. Asumámoslo: ¡toca escribir una entrada navideña, y a ser posible, ligerita! A ver si lo consigo:
La primera dificultad que surge es que soy uno de los nicks menos cristianos de los que por aquí pululan, así que poco podré aportar por ese flanco. Pero bueno, como todos ustedes saben, algunos “progres” compensamos esta carencia con un punto puritano. Así que lo que quizás debería hacer sería aprovechar este texto para hacer una furibunda diatriba contra el espíritu consumista que nos posee durante estas fiestas, en las que dejamos de pensar en los problemas del mundo (ya saben que, durante el resto del año, el cambio climático y las desigualdades del mundo no nos dejan vivir) para enfrentarnos a otros mucho más banales con mucho más ahínco, como qué regalar a nuestros seres queridos o cómo cebar a los invitados en nuestras cenas navideñas. Pero, claro, pontificar sobre estos temas mientras reposa sobre mi mesa el “Extra” navideño de El País (probablemente una de las cumbres del consumismo contemporáneo) no me parece de recibo: si hay algo que me exijo cuando me toca escribir una entrada para esta casa es un mínimo de sinceridad. Así que probemos por otro lado.
Descartada la posibilidad de hacer algún tipo de análisis sesudo sobre el tema navideño, quizás lo suyo sea intentar tocar la tecla intimista (este punto del texto parece indicado: así difícilmente se me escapará de las manos). Qué quieren que les diga: me gustan las navidades, no lo puedo negar. Aunque, si les soy sincero, no acabo de entender por qué. Pero me gustaría avanzar una hipótesis.
Hasta donde me alcanza la memoria, siempre he pasado estas fechas en una pequeña localidad extremeña, donde reside buena parte de mi familia. Uno de los recuerdos más nítidos que guardo de los viajes “al pueblo” de mi niñez, es el aburrimiento intolerable que me causaba el viaje en coche desde Madrid, que duraba cuatro o cinco horas. Alguien me dijo una vez que los niños no soportan aburrirse porque, para ellos, pasarse cuatro horas sentados sin hacer nada interesante supone malgastar una fracción de sus vidas mucho mayor que para nosotros, los adultos. Se me ocurre una interpretación alternativa o complementaria de este fenómeno: los adultos aguantamos mejor no hacer nada porque crecer es aprender a resignarse a que el tiempo se te escapa (y te jodes). Como compensación, o quizás como mecanismo de defensa, creo que algunos desarrollamos una cierta capacidad para disfrutar, con un goce impregnado de melancolía, del paso del tiempo. Y las navidades son un marco perfecto para hacerlo: la repetición anual, casi coreográfica, de las cenas de navidad, el reencuentro con los elementos característicos de estas fechas (el frío de la amplia casa del pueblo, el olor y el calor del brasero, el mazapán del pueblo, “la prueba” del chorizo) y volver a ver a la familia y a nuestros seres queridos (dos conjuntos que a veces no son disjuntos) son una ocasión perfecta para poder apreciar, en todo su esplendor, el paso del tiempo. Y creo que por eso disfruto de estas fechas, aunque sea melancólicamente.
Bueno, creo que con este último párrafo he fallado en los propósitos que me marqué al principio. Pero estamos en Navidad y probablemente serán indulgentes conmigo. Aquí lo dejo. Si logran disfrutar de estas fiestas, enhorabuena. Y si no, que encuentren un buen motivo para hacerlo.
Etiquetas: Jacobiano
1 – 200 de 432 Más reciente› El más reciente»