Pero estos últimos tiempos he dado con dos interesantes fuentes de información sobre Corea, una de las dictaduras más implacables y poco conocidas del mundo: se trata de un comic y de un documental televisivo. El comic se titula Pyongyang y ha sido creado por el dibujante canadiense Guy Delisle, que se inspiró en una visita que hizo a la capital coreana por motivos de trabajo. Se lo recomiendo a quien no conozca esta brillante obra (y eso que no soy comiquero. En casa sólo tengo tres: éste, Agujero Negro y Maus); lo ha editado en castellano la editorial Astiberri (2006). Por otra parte, hace escasos meses el canal Cuatro estrenó un interesantísimo documental sobre la realidad de la dictadura coreana. Su título es Amarás al líder sobre todas las cosas y está protagonizado por el reportero Jon Sistiaga, que trata de escudriñar las mentiras del régimen comunista. El viaje fue organizado por la Asociación de Amistad con Corea (KFA), presidida por el catalán Alejandro Cao de Benos, un siniestro y curioso personaje obsesionado, parece que desde niño, en su defensa incondicional del régimen actualmente dirigido por Kim Jong Il.
Primera parte:
Corea del Norte no es un caso único. Han existido y siguen existiendo otros muchos países comunistas, siempre caracterizados por una férrea limitación de las libertades y una creativa transfiguración de la realidad. La URSS y China son los más conocidos, pero hay otros muchos casos de un perfil similar al coreano, como son Albania, Rumanía o la Alemania del Este, que bien valen un análisis de sus mecanismos de poder y de control de la población. Poca gente podrá juzgar que me equivoco cuando digo que el comunismo ha sido en el siglo XX sinónimo de totalitarismo (otra cosa es el socialismo democrático), pues ejemplos no nos faltan para sostener esta tesis. Pero Corea ha ido más allá que el resto, sobreviviendo a la caída del ‘Telón de Acero’ y profundizando en una alienación de dimensiones poco conocidas. Su régimen ha sido (sigue siendo) más fuerte en el sentido de más impermeable a los cambios y sus estrategias de dominio más contundentes. Si toda dictadura comunista vive en un blindaje severo con respecto a lo que es ajeno a ella, el caso de Corea del Norte lleva esta máxima hasta extremos increíbles de alienación.
Día 1. Comienza el viaje para Delisle, Sistiaga y los que los acompañamos. Bienvenidos a Pyongyang, caballeros. Primer mandamiento: prohibirás todas las cosas (excepto si eres miembro del Partido). Las prohibiciones (redundancia en un país en el que todo está vetado o vedado) a los escasos extranjeros que visitan el país se dan ya desde un principio: no se pueden llevar revistas porno; los teléfonos móviles son confiscados en el aeropuerto y sólo se devuelven a la vuelta. Segundo mandamiento: ‘No se puede hacer nada solo’ (de nuevo: salvo si tienes el carnet del Partido), por lo que siempre debe ir uno acompañado por un guía (en realidad, espía del régimen) y un chófer. Libertad, ¿para qué?, como diría Lenin.
En las calles de Pyongyang apenas hay tráfico. El gobierno sólo permite a unos pocos acceder a la adquisición de un vehículo. Como puede verse en los videos, miles son los kilómetros de carreteras desiertas de este alucinante país, que parece más ficticio que real. La mayoría, a pie o en bicicleta, que no contamina y además el ejercicio es muy sanote (en este sentido, Pyongyang seguro que haría las delicias de Al Gore).
Segunda parte:
El museo (dedicado a Kim senior) del Palacio de las Amistades (dedicado a Kim junior), que se encuentra alejado de Pyongyang, está excavado en la roca de una montaña, y es a la vez un refugio antiatómico. La finalidad del invento consiste en hacer ver que la mayoría de países del mundo admiran el ejemplo de Corea y han colmado a su pueblo y a su líder con infinitos regalos. La realidad, claro, es muy distinta (casi todos los regalos pertenecen a dirigentes comunistas), aunque algún regalito tiene su gracia (por la cuenta que nos trae), como el que tiene que ver con Santiago Carrillo.
¡Ojo al calendario! Recuerden que en Corea no estamos en el año 2007, sino en el 96, pues hace 96 años que fue concebido (más detalles de nota: el reloj se puso en hora cuando fue concebido, no cuando nació) el líder de la nación. Y es que donde esté Kim Il Sung que se quite al judío Jesús, que no escribía nada, mientras que el fenómeno coreano, a ritmo de uno por día, escribió nada menos que ¡18.000 libros! ¡Y encima “muy intensos y muy profundos”!, como recuerda el encargado de la biblioteca que los alberga (ojo: sostiene el doctor Ri, que así se llama el personaje, que se los ha leído todos).
Para un simple traslado de un pueblo a otro cercano se requiere de un visado.
Parece que Corea del Norte es el país del mundo que más ayuda humanitaria recibe.
La obsesión con una invasión militar ‘imperialista’ es omnipresente. El motivo que subyace a este delirio, al menos entre sus clases dirigentes (el resto parece se lo cree de verdad), es de manual: no hay nada mejor que una amenaza exterior constante para homogeneizar a la ciudadanía (en este caso, súbditos). La guerra de Corea con los USA fue hace más de 50 años pero, si nos dejamos llevar por el ambiente de psicosis reinante en esta dictadura comunista, parece que se produjo la semana pasada. Cuentan Delisle y Sistiaga su paso obligado por un museo en el que se muestran barbaridades alucinantes de los americanos, como que dan de beber petróleo a los niños, o que los torturan con un sadismo digno del doctor Mengele. Eso sí, como no pueden ilustrar esas invenciones con imágenes reales, pues recurren a unos esforzados óleos que recrean las falsas situaciones y a órdenes militares claramente falsificadas.
Tercera parte:
Delisle: “Corea del Norte es el país más cerrado del mundo. Los extranjeros entran con cuentagotas. No hay internet, ni cafeterías. En resumen, ninguna diversión. Resulta difícil salir del hotel, y conocer coreanos se revela prácticamente imposible”.
El metro de Pyongyang es realmente curioso. Construido a mucha profundidad para hacer las veces de refugio antiatómico, está decorado con unos exagerados murales de realismo socialista y columnas dignas de un palacete francés, mientras que los vagones del metro acusan bastante más pasado que futuro.
Cuarta parte:
Las consignas lo invaden todo: las calles, las casas, los edificios oficiales, etc. Incluso paisajes de la naturaleza. En una ladera, por ejemplo, se puede ver esculpida una consigna en honor de Kim junior. ¿Se tratará de una sutil operación para captar militantes entre la sufrida fauna coreana?
En el Museo de Bellas Artes el 80 % de sus cuadros representan a los dos Kim.
Las dictaduras comunistas se autocalifican de ‘paraíso’, pero de ellas una gran parte de la población desea huir (muchos son asesinados o encerrados en el intento), mientras que muy poca gente (sólo los que tienen un perfil parecido al de Cao de Benos) quiere entrar en él.
Del director de cine coreano Shin Sang-Ok habla Delisle en el comic y su biografía resulta apasionante. Resulta que era el director de cine más laureado de Corea del Sur cuando Kim junior ordenó secuestrarlo en 1978 y llevárselo para el norte, donde le obligaron a convertirse en el cineasta del régimen. Para convencerlo lo llevaron a los campos de concentración, situados en el norte del país. A mediados de los 80 Shin pudo escapar gracias a que fue enviado a un festival internacional.
Quinta parte:
En Corea no hay minusválidos (tal vez tampoco homosexuales, como en Irán). La versión oficial dice que todos los coreanos “nacen fuertes, inteligentes y saludables”. Probablemente Kim junior lleve a cabo los mismos métodos de Hitler para erradicar a todos los discapacitados.
Un detalle sobre los dos Kim, padre e hijo. Resulta que todo el mundo debe llevar pins con el careto de los dos, que aunque son padre e hijo se parecían poco, de modo que se ha recurrido a una especie de Photoshop para igualar las formas de las dos efigies.
Sexta parte:
En demasiadas ocasiones se adjudica a las imperfectas sociedades capitalistas la realidad del Gran Hermano que George Orwell describe en su 1984, cuando de hecho era en una dictadura comunista en la que se estaba inspirando el escritor británico, concretamente en la de la URSS. Y Corea del Norte no es más que una prolongación del modelo que Stalin puso en marcha tras la revolución bolchevique. Desde luego, el Gran Hermano practica la neolengua, su corazón late muy a la izquierda y su visión del ‘otro mundo es posible’ no se presta a ningún tipo de consenso.
Delisle se pregunta lo que todos los visitantes de Corea, lo que todo aquel que reflexione sobre Corea se pregunta: ¿creen ellos en todo lo que se les hace tragar? Yo creo que sí, sobre todo porque no tienen otra opción, no sólo por el tema coercitivo, sino porque no poseen alternativas distintas. No saben quién es Kant, ni Shakespeare o Cervantes, ni la Biblia, ni nada. No conocen nada de otras realidades culturales y sociales. Todo lo que saben es la verdad del comunismo, la destilada por el Kim de turno. El entontecimiento y la homogeneidad es total y absoluta; toda individualidad es arrancada de raíz, todo criterio personal desmadejado y aniquilado. Todo ello en defensa de elevados ideales de justicia y dignidad. Y para el que, aún así, consiga salirse del molde restrictivo, hay mil maneras de destrozarlo, empezando por lo que le pueda pasar a su familia (sólo se deja salir del país a algún coreano siempre que tenga familia, ya se sabe), o por enviarlo a los campos de concentración, que, como en todos los países comunistas, se llaman ‘campos de reeducación’. Efectivamente, Chomsky, Manu Chao & co. tienen razón: otro mundo es posible, y Corea del Norte es uno de sus varios ejemplos.
PD: Uno de los miembros de la comitiva de Sistiaga, el periodista de ABC, Pablo M. Díez, ha informado sobre su delirante experiencia en las páginas de su periódico
La BBC también ha producido un documental sobre Corea del Norte, Acceso al terror:
Acceso al terror 1
Acceso al terror 2
Acceso al terror 3
Acceso al terror 4
Acceso al terror 5
Acceso al terror 6
Acceso al terror 7
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