En aquesta nación, ya lo saben, pasamos de Juan a Juanillo en un visto y no visto. O Europa es Satán (para los míos), o es el Espíritu Santo en versión laica (para ellos). Sí, de sobra es conocido que Fernando VII era un bichejo abyecto, uno de nuestros peores reyes (y hemos tenido cada uno...), y que sería muy difícil imaginarnos un gobernante que le dejara en buen lugar. Probablemente Giuseppe Bonaparte era más listo, culto, sensible y preparado, sí, tal vez, pero no era de los nuestros. Los liberales, ya se sabe, construyen conceptos para saltárselos. La soberanía nacional, para ellos dogma de Fe, cuando les estropea la realidad no pasa de ser un concepto, al decir de nuestros días, "discutido y discutible". Ya saben, todo por el pueblo pero sin el pueblo, que uno no inventa nada.
Luego uno se sorprende cuando observa que esas mismas premisas, que se cumplen estrictamente en Iraq, no suscitan las mismas reacciones. Allí también Gran Bretaña y los Estados Unidos han acabado con la vida y régimen de Saddam Hussein, posiblemente alimaña aún peor que nuestro rey felón, y han patroneado las primeras elecciones democráticas de la historia del Estado iraquí. Hasta nueve millones de electores, toda una proeza, se decidieron a votar. Pero no, allí el examen político-ideológico revierte en distintas posiciones. Claro que la Luz que aporta Francia, hombre, es más luz que la de los yanquis.
Lo dicho, de Juan a Juanillo. Tampoco caeré en unamunismos (españolizar Europa) porque no saldremos ganando gran cosa, pero si creo yo con dificultad en la infabilidad papal, no tragaré, al menos con holgura, la infabilidad europea. Es ese maldito complejo de inferioridad que ha atenazado a algunas de nuestras élites (menudas élites, y va con segundas) el que hace bendecir desde ciertas cabezas de la patria mía todo lo que proceda allende la umbría pirenaica por el estricto motivo de su procedencia.
Hemos pasado del idealismo alemán y del posmodernismo francés al pragmatismo pequeñoburgués (ergo socialdemócrata, porque en eso se ha metamorfoseado la Unión Europea) que emanan Bruselas y Estrasburgo. Lo primero que hace nuestro querido Partido Socialista, por ejemplo, es llevar el "Proceso de Paz" etarra a que nos lo bendigan los sacerdotes eurócratas en la Eurocámara, el Gran Vaticano Laico de nuestro siglo y continente (curiosamente, la UE fue fundada por políticos católicos y firmada en la catoliquísima Roma, pero ese es otro cantar), y no hay mayor argumento de autoridad política en España que decir de algo que "es lo que se hace en los países más avanzados de Europa". Ante ese mantra, resuena el "uuuuuummmmm" de asentimiento místico de nuestros próceres nacionales.
Pues no, señores Rivera y Pérez-Reverte. Yo no hubiera deseado instaurar una dinastía de Bonapartes en las Españas. Compartimos animadversión por Fernando VII y su prole, pero por diferentes motivos. A mí la Razón y el Progreso que debía traernos un corso enano y leído se la podía meter por su pulcro y racional culito italiano. Ya verán el año que viene, conmemoración bicentenaria de los hechos de Madrid, ya verán los progres saliendo a escena (viven de ello, de salir resueltamente a escena) con boutades semejantes.
Estuve hace bien poco en la casa paterna, el día de la Inmaculada, Patrona de las Españas. Allí mantenemos la sana costumbre de comer todos juntos en el comedor sin más ruido que el que traspase el ventanal y el de nuestras gargantas. En una de las paredes del mismo cuelga el retrato (copia antigua del original) de un pariente mío, don Andrés Pérez de Herrasti y Pérez del Pulgar, descendiente de dos capitanes de los Reyes Católicos. Estuve observándolo con cierto detenimiento. Aparece el tío Andrés vestido con sus mejores galas militares, el rostro un tanto abotargado, tirando a bonachón, las manos apoyadas sobre un bastón de mando. Este hombre, de cuyo hermano desciendo, era mariscal de campo y gobernador militar de la plaza de Ciudad Rodrigo. Gracias a su pericia y a los cojones que echaron sus vecinos, el mariscal Ney perdió la oportunidad de adelantarse a Wellington en la ocupación del vecino reino de Portugal, y la Grand Armée pagó con creces aquel inesperado cambio de planes.
Pues nada, tito Andrés, pa que te enteres. Tu esfuerzo, completamente en vano. Bandera blanca y dejar paso a la Civilización, joder, que sigue habiendo afrancesados en nuestra patria (y masones, y anticlericales, y arribistas, cortesanos, majos y majas...) y Europa siempre son los otros. Vamos, que en 200 años las cosas han cambiado, pero tampoco tanto, tampoco tanto...
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