Sostienen los discípulos de Samuel Hahnemann desde 1.810 que, si tomamos un principio activo causante de sintomatologías equivalentes a las de cualquier enfermedad (excepto los pies planos, por mucho que probé, sigo con ellos) y lo diluimos convenientemente según unas fórmulas magistrales, se proveerá la curación de la misma. El segundo principio de la homeopatía, llamado de las dosis infinitesimales, dice que el efecto curativo se incrementa en eficacia y rapidez en tanto menor sea la concentración del principio activo, lo que lleva a suponer que una densidad cero del principio activo sería de una eficacia infinita, acabándose el antedicho negocio por la perfección y el éxito [1].
Así pues, se
realizan varias diluciones, mayormente con agua, evitándose sustancias como el caviar o la mermelada de grosella, que por su alta densidad dificultan el conveniente manejo de la “dinamización”, proceso esencial en el que el diluyente se aprende las propiedades curativas del soluto, pero evitando su toxicidad, al desaparecer por las diluciones consecutivas. De qué manera el diluyente sabe absorber precisamente las propiedades benéficas y no las maléficas del principio activo, arsénico por ejemplo, es un secreto mejor guardado que la n-ésima revelación de Fátima.
Total, que tras una serie de enérgicas y enérgicas diluciones, para que cada molécula del disolvente contacte con las formas beneficiosas –y sólo ellas- y adquiera las propiedades de una materia evanescente, el Arqueo de Paracelso y no la causa-efecto racionalista activará la recuperación del enfermo y su equilibrio natural.
Luego llegó la Química y el montaje quedó reducido a un parafarmacéutico efecto placebo, pero en el imaginario popular quedó la Memoria del Agua, la forma platónica curativa mágicamente “pegada”, memorizada. Igual que la Lotería o las Quinielas, entes también dotados de propiedades para-normales.
Tal como comenta Luis Angulo[2], “los homeópatas hablan, como los parapsicólogos, de energías desconocidas para la física, estructuras moleculares desconocidas para la química, ondas de frecuencia desconocida para la ondulatoria, fuerzas vitales desconocidas para la fisiología, y sistemas de defensa desconocidos para la inmunología. Como debería ser bien sabido, cuanto más descabellada es una idea, más argumentos necesita para su demostración, y lo que deberían hacer los homeópatas es dejar de hablar de supuestos y demostrar la existencia de estas energías, ondas y fuerzas vitales hasta ahora imaginarias”. Frase clarividente, profética, apta para cualquier tipo de paranoia delirante o astenia otoñal; especialmente para los directores de marketing fracasados.
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Para acabar de fastidiar el otoño, Stephen Wolfram[3] acaba de conceder este 24 de octubre un premio de 25.000$ a un joven estudiante británico, al demostrar que un
autómata celular, de dos estados y tres colores, es la más simple máquina de Turing
universal, que sin millones de líneas de código güindous o linux, ni transistores promiscuamente empaquetados, puede emular cualquier sistema computacional, dado el suficiente tiempo... bien, a efectos prácticos prefiero que Lenovo utilice los chips de Intel en lugar de una ineficiente máquina de Turing 2,3 y no convertirme en momia delante del reloj de arena digital mientras espero el halt del algoritmo.
Wolfram cree en un cambio de paradigma en la Ciencia: estudiar los sistemas de tratamiento de información –programas- que con reglas muy simples producen sistemas de muy alta complejidad. Yo me imagino largos posts de nicks-Turing con pocas reglas definidas (tres gritos y dos insultos) o nano-sistemas zaplanianos generando complicadas tierras míticas a base de simples reglas: ¿qué hay de lo mío?, cash, 10%. Y estas sencillas reglas, como diría un gallego, no se las saltan ni los axiomas de Peano ni la teoría de Zermelo-Fraenkel.
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Nos aparta Copérnico del centro del mundo, viene Darwin con que somos todos hijos de la misma bacteria y ahora Wolfram con que el Universo, la Vida y Todo lo demás se podría explicar con cuatro programas que sin queriendo nos montan un Universo. Ya me gustaría verlos a todos juntos intentando poner en marcha
Cercanías de Barcelona.
Me voy a comprar el décimo, que me han dicho que este año seguro toca.
(Escrito por bose-einstein)
[1] Véase Microsoft y demás ISV’s: service pack perpetuo o el éxito en la inestabilidad del intangible.
[2] Informe al Departament de Sanitat i Seguretat Social Generalitat de Catalunya.
Carlos Tellería - Victor J. Sanz - Miguel A. Sabadell
[3] Mathematica, el software.Etiquetas: bose-einstein
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