Rosario, 11 de junio de 2007.
Sres. Presidente y Vicepresidente
Colegio de Abogados de Rosario
Dres. A. I. A. y C. L. A.
S / D
Estimados colegas:
Debo reconocer que cuando me encontré con ustedes para tratar por primera vez este tema tenía ante el caso una actitud reivindicativa y hasta vindicativa. No había vuelto a leer la resolución del Tribunal de Disciplina de este Colegio de Abogados que hace treinta años atrás me juzgó y condenó con un apercibimiento privado, la única mancha que tengo en mis 36 años de profesión. Como he obtenido ya la jubilación en suspenso y tengo proyectado hacerla efectiva quería lavar esa mancha de mi legajo.
Con posterioridad pedí una copia de esa vieja resolución, la que acompaño adjunta. La causa se había iniciado en junio de 1977, apenas un año después del golpe de estado genocida del 23/III/76. Veo que en los considerandos de la resolución se hizo constar que en mi declaración yo había reconocido que actué como lo hice "inspirado a) en miras a una cuestión de política legislativa y b) para lograr que se tomara estado de conciencia general con respecto de la situación de fondo planteada para lo que, según expresara en audiencia de fecha 8 de marzo de 1978, inclusive distribuyó entre los colegas que circulaban por los pasillos de Tribunales copias de los escritos presentados ante seis diferentes Juzgados del Fuero Penal". Veo ahora con estupor que por entonces yo creía que estaba obligado a “esclarecer” a mis colegas respecto a la situación existente de falta de respeto de las libertades públicas y que para eso había “volanteado” los pasillos del Tribunal, ¡apenas un año después de instaurado el gobierno genocida del Proceso Militar! Por menos que eso hay muchos abogados que fueron secuestrados por los "cuerpos de tareas" y asesinados.
Para entender mis actos y sin pretender justificarme vale la pena recordar esa trágica etapa de nuestra historia. En mis años de estudio tuve una intensa actividad política y gremial: Al momento de egresar era el Secretario del Centro de Estudiantes de Derecho y había fundado con otros trabajadores del Tribunal la Asociación de Empleados del Poder Judicial, de la cual fui el primer Secretario. La visión crítica que teníamos muchos estudiantes y trabajadores se extendía a todos los ámbitos: políticamente, con muchos otros, fui un fuerte crítico del estalinismo desde posiciones de izquierda. Posteriormente no aceptamos la deriva maoísta o guerrillerista en auge. Sin embargo teníamos aún rasgos inmaduros. Un viejo dicho, muy sabio, define el caso típico: “izquierdista a los veinte, chancho burgués a los cuarenta”. Y teníamos miedo de esa deriva. Fue por razón que, cuando era un novel abogado, acepté sin cuestionar que por entonces el estudiante X. X., un destacado magistrado actualmente, me anunciara que yo no podía seguir siendo un “militante” del “Socialismo Revolucionario” al que pertenecíamos debido a que yo ya era un profesional y había dejado de ser un “proletario”. En ese momento no comprendí que pese a mi título de abogado seguía siendo tan pobre como antes, vivía en un FONAVI y viajaba en colectivo.
Desde entonces, desgraciadamente, ya no soy integrante de partido político alguno pero siempre la política y los derechos humanos fueron prioritarios para mí.
Por esa causa defendí a muchos inquilinos que sufrían fuertes aumentos del canon por ese entonces y fundamos la Asociación Rosarina de Inquilinos en el año 1973. A fin de impulsar algunas reformas en las ordenanzas que regulan el funcionamiento de hospedajes y pensiones concurrí con los integrantes de esa asociación a una reunión del Consejo Deliberante. Fue tal la cantidad de los que concurrieron que, desgraciadamente, llamó la atención de los partidos políticos. Se presentó en mi oficina el Dr. N. N., quien posteriormente falleció al explotar una bomba que transportaba en su automóvil. Fue muy cordial conmigo (habíamos sido compañeros de estudios) y me exigió que la asociación se transformase en la Asociación de Inquilinos Peronistas de Rosario y pasara a formar parte de las organizaciones políticas nucleadas alrededor de la Juventud Peronista. Muy gentilmente aceptó que yo siguiera siendo el abogado de mis clientes.
Extrañamente mientras por una parte fui abogado de la Agrupación Peronista de Inquilinos, por lo que algunos me pudieron relacionar con la Juventud Peronista y hasta con los Montoneros, por otra parte en ese tiempo yo estaba cursando la carrera de Letras en la Facultad de Humanidades de Rosario. Allí los Montoneros habían impulsado cambios a los que me resistí junto con otros estudiantes, como la defenestración de profesores a los que pretendían reemplazar con sus adherentes. En esa ocasión repartí en la Facultad de Humanidades volantes con mi firma personal denunciando esa política. Tal vez a ese enfrentamiento público que tuve con los Montoneros le deba el hecho de que posteriormente haya salvado la vida.
Sin embargo, y como abogado de la Agrupación Peronista de Inquilinos, tuve que viajar en una ocasión a una reunión en la Capital Federal, que se realizó en la casa central de la JP. Hacía poco que había sido asesinado Jose Ignacio Rucci, el Secretario General de la CGT. En una de las paredes de la sede de la JP había un graffiti que festejaba burlonamente el asesinato.
Eso me preocupó mucho. Si bien hasta cierta forma se podía “justificar” que Montoneros (agrupación que lideraba en aquellos años a la JP) hubiera luchado en forma violenta y clandestina contra las dictaduras militares previas era incomprensible que festejaran el asesinato de Rucci, peronista como ellos, cuando ya estábamos nuevamente en democracia. Se sumaba a ello el hecho de que todos adjudicaban a Montoneros ese asesinato y se consideraba que había sido cometido en una simple jugada en la escalada política interna.
La situación culminó cuando el Gral. Perón echó de la Plaza de Mayo a la Juventud Peronista. Uno de los integrantes de la Asociación de Inquilinos Peronistas volvió a Rosario con la cabeza rota a resultas de uno de los piedrazos que les lanzaban las facciones opuestas.
No sabíamos qué hacer. Mis clientes no querían permanecer en un grupo político que ya no favorecía a sus intereses y que, por el contrario, se había transformado en un peligro. Si bien los Montoneros intentaron impedir la desbandada al poco tiempo pasaron a la clandestinidad nuevamente y se desentendieron de la Agrupación de Inquilinos.
Pero al poco tiempo recibimos la visita de otro sector político. Ya sin amabilidad alguna me exigieron que debía renunciar a todos los poderes en los juicios que estaba tramitando relacionados con las locaciones y que debía cederlos a las Dras. V.C y J. G., relacionadas con la U.O.M. En ese estudio también trabajaba el Dr. X. X., el mismo que había considerado que yo ya no podía seguir siendo un militante proletario por haberme recibido de abogado. Como es lógico, no me pude oponer.
Sin embargo seguí teniendo una actuación pública de defensa de los derechos humanos e integré una comisión del Colegio de Abogados en la que atendíamos gratuitamente a quienes necesitaban asesoramiento y patrocinio para presentar recursos de amparo y habeas corpus. Ya había comenzado en Argentina la peor etapa de nuestra vida política. Desaparecía gente todos los días y hubo innumerables asesinatos políticos.
Los abogados de esa comisión, recuerdo entre ellos al Dr. Esterkin, tuvimos que intervenir en muchos casos, como cuando desapareció la Dra. A. R. G. Presentamos un habeas corpus patrocinado por todos nosotros. En la Mesa de Entradas del Juzgado de turno estaba esperando, delante de nosotros, un abogado penalista, el Dr. H. A. El Dr. Esterkin le pidió que nos cediera el turno para ser atendidos ya que necesitábamos presentar con urgencia el habeas corpus. El Dr. H. A. se refirió despectivamente a la actuación de la abogada desaparecida y dijo que para él era preferible el delincuente que estaba defendiendo y no la abogada que nosotros estábamos buscando. Es de imaginar el estupor que eso nos causó. El Dr. Esterkin nos dijo entonces que muy distinta hubiera sido la actitud del padre del Dr. H. A., quien también había sido penalista, y que el mismo no solamente nos hubiera cedido el lugar sino que se hubiera integrado a nuestro grupo.
Era tal la confusión en esos tiempos que algunos vieron como una posible solución el golpe de estado encabezado por el Gral. Videla. Sin embargo como simple ciudadano o por mi trabajo profesional fui enterándome de nuevos y peores casos de violación de los derechos humanos.
Tuve por entonces que defender a los Testigos de Jehová, a quienes les habían cancelado la autorización para actuar como grupo religioso y se les negaba su derecho a la libertad de culto. En varios casos me enfrenté por esa causa con la Srta. Graffigna, hermana del brigadier Graffigna (integrante de la segunda Junta Militar de Gobierno) y que actuaba como Inspectora de Educación en la provincia de Santa Fe. La Srta. Graffigna se había propuesto expulsar de las escuelas a los niños cuyas familias pertenecía a esa religión. Tuve que realizar muchos recursos de amparo en toda la provincia. Debido a que los Testigos de Jehová no habían conseguido a ningún abogado que se atreviera a patrocinarlos en la ciudad de Santa Fe recurrían a mis servicios en Rosario. De hecho un abogado redactaba los recursos (y los cobraba) en la ciudad de Santa Fe pero quien debía firmar los escritos era yo. Aclaro por mi parte que nunca cobré honorarios por mi defensa de los derechos humanos.
Uno de los casos más destacados que tuve que defender en los Tribunales Federales de Rosario fue el del joven Speziale Seret del Colegio Nacional de Venado Tuerto. Debido a que era el mejor alumno del colegio fue elegido abanderado del colegio por sus profesores y debido a su religión fue expulsado por la directora del colegio, por requerimientos de la Srta. Graffigna. Presenté un recurso de amparo ante los Tribunales Federales y conseguí que fuera reintegrado provisoriamente. Con varias medidas dilatorias posteriores (era imposible obtener un recurso de amparo definitivo) conseguí que el joven estudiante completara sus estudios en la escuela secundaria. De hecho cada vez que por orden del Sr. Juez Federal el joven era reintegrado como alumno del Colegio sus compañeros lo festejaban estruendosamente para desazón de la rectora y de la misma Srta. Graffigna.
Debo hacer constar, no obstante, que los profesores y maestros en general trataron de proteger a sus alumnos de esa vil persecución. Sin embargo en un caso que tuve que defender la directora del colegio me confesó, llorando, que había sido la misma maestra de la niña quien la había delatado. La maestra, debido a su antigüedad, se postulaba como futura directora y puso a la directora en ejercicio en una situación difícil, con la esperanza de que fuera relevada y así poder reemplazarla.
En otra ocasión tuve que excarcelar a un grupo de 120 Testigos de Jehová que habían participado en un picnic realizado en la localidad de Roldán. Reclamé, con intención de zaherir a las autoridades, que me devolvieran el “cuerpo del delito” que había sido secuestrado: ciento veinte Biblias. Debe haber sido la primera vez en la historia mundial que la Biblia haya sido considerada como “cuerpo del delito”.
Corresponde ahora que me refiera al caso por el cual recibí la única sanción que tuve durante mi carrera profesional por parte del Tribunal de Disciplina del Colegio de Abogados. En ese entonces presenté numerosos recursos de habeas corpus a fin obtener amparo y con la finalidad de poner de manifiesto lo que estaba ocurriendo. Yo estaba en la creencia de que tenía más claridad que otros, lo que ahora veo que no era así, ya que si bien tenía conciencia de que se trataba de una real dictadura, diferente a las “dictablandas” anteriores, no tenía cabal conciencia de la profundidad de los excesos que se estaban cometiendo. Se hablaba de campos de concentración donde estarían los “desaparecidos” pero teníamos esperanza de que en algún momento serían liberados y no, como sucedió, que fueron sistemáticamente asesinados. Con esa fatua ilusión de “esclarecer” a los jueces y abogados presenté varios recursos de habeas corpus en seis juzgados distintos del fuero penal, tres correccionales y tres de instrucción. Para eso me valí de la circunstancia de que cambiaban de turno con pocos días de diferencia. Al mismo tiempo repartí copias de los recursos de habeas corpus entre los colegas que encontraba en los pasillos del Tribunal a fin de que se “supiera” lo que estaba ocurriendo. Tenía también la esperanza de que alguno de los seis jueces admitiera el recurso y no fueran resueltos con un “no ha lugar” como era habitual en esos tiempos.
Sin embargo uno de los jueces advirtió mi maniobra e hizo la denuncia ante el Tribunal de Disciplina. En ese momento, en lugar de llamarme a reflexión apelé a la solidaridad de mis colegas. Obtuve así en poco rato el patrocinio de mi defensa por parte de más de treinta abogados. Recuerdo destacadamente al Dr. Bernardo Iturraspe entre ellos. Solamente rechazaron patrocinarme el Dr. R. L., quien dijo que no podía prestarse a algo que avalase las acusaciones de Amnesty contra el gobierno argentino. Tampoco quiso patrocinarme la Dra. A. M. P. de P., de la “Agrupación de Abogados”. Me dijo en ese momento que antes tenía que pedir la autorización de su partido político. A los pocos días le pregunté qué habían resuelto y me respondió que en su partido habían decidido no apoyarme porque consideraban que el Gral. Videla representaba “el ala sanmartiniana y antiimperialista del Ejército Nacional”. Hay que reconocer que el Partido Comunista Argentino, gracias a actitudes como esa, es uno de los que resultó relativamente indemne en esa época. De hecho gracias al apoyo que el PCA le dio al Gral. Videla con posterioridad la U.R.S.S. le vendió al gobierno argentino los explosivos y armas que se negaba a venderle el gobierno yanqui debido al embargo dictado por el Senado norteamericano en repudio a los golpes militares del Gral. Videla en Argentina y del Gral. Pinochet en Chile. Asimismo y en reciprocidad el Gral. Videla le vendió a la URSS un millón de toneladas de trigo a fin de romper el bloqueo que USA le había decretado a la URSS en represalias por la invasión rusa a Afganistán.
Como se puede ver, los abogados en aquellos años de fuego sufrimos todo tipo de persecuciones y ataques por parte de los fascismos de derecha y de izquierda. Algunos perdieron la vida, como el Dr. Felipe Rodríguez Araya. Otros resultamos relativamente indemnes. Sin embargo y aunque no se trata de una sanción grave, me pesa, sí, ese apercibimiento privado. Si bien reconozco ahora que en ese entonces actué en forma temeraria considero que debe revocarse.
De hecho cuando fui condenado por el Tribunal de Disciplina me dijeron verbalmente que en realidad querían protegerme, ya que el Gral. Galtieri, Jefe del Comando del Ejército asentado en Rosario y luego presidente de la Nación, le había dicho al Colegio de Abogados que en caso de que no me sancionaran se encargarían ellos mismos de hacerlo.
En aquellos años no era posible para mí recurrir la condena dictada por el Tribunal de Disciplina ante los jueces del Tribunal, por lo que se trata de un caso de “cosa juzgada írrita”. Pero los tiempos han cambiado. Hemos recuperado integralmente la democracia. Corresponde, por tanto, que se revoque la sanción que cuestiono. Estoy transfiriendo mi oficina, los expedientes y poderes a mi hija M. E. L., quien tomará la posta de ejercer la profesión con el mismo entusiasmo que yo tuve pero, espero, con más sentido de la realidad: Deseo que ella tenga fuerzas para luchar en favor de lo que se puede cambiar para mejor, tolerancia para soportar lo que no se puede cambiar y (algo que a mí me faltó) sabiduría para distinguir entre uno y otro caso. Por esa razón quiero dejarle como herencia profesional un expediente limpio. Esa ha sido la razón que me ha impulsado a solicitar la revocatoria de la única sanción que tuve en 36 años de trabajo.
En otros tiempos me enojaron algunas actitudes de mis colegas. ¿Cuál es la mejor forma de enfrentar las formas más extremadas de fascismo, a las dictaduras genocidas, a las violaciones más brutales de los derechos humanos? ¿Tuvo razón el PCA cuando apoyó el gobierno del Gral. Videla para salvaguardar a sus militantes? Pienso que no la tuvo pero seguramente tampoco tuve yo una actitud adecuada. Un amigo y colega, el Dr. Américo Pecoraro, me dijo un día en aquellos tiempos: “Cuando veo que no te han hecho desaparecer y que seguís andando por los pasillos del Tribunal me hago la ilusión de que las cosas no están tan mal como parece”. Porque por entonces el capricho de cualquier esbirro determinaba que estuviéramos de un lado u otro, del lado de la muerte o de la vida.
El paso de los años ha determinado que actualmente tenga para mí mismo y para los demás una actitud caritativa. Ahora comprendo a quienes tuvieron que agachar la cabeza ante la prepotencia, tal como yo mismo tuve que hacerlo muchas veces. Es muy heroico postular que “es mejor morir de pie que vivir de rodillas” pero respeto a quienes ante los genocidas buscaron esconderse y evitaron el enfrentamiento. Mi repudio se limita actualmente a quienes pusieron al pueblo argentino ante esa alternativa de hierro. Nunca más deberemos elegir entre esas dos espantosas opciones.
Pero sí, aunque he variado en mis fundamentos, sigo con la intención de reclamar la revocación de la sanción que cuestiono. Y la reclamo.
Salúdoles muy atte.
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