Cuando pensamos en lo que pasará, lo valoramos según nuestra percepción de hoy y decimos: los próximos cien años progresaremos técnicamente, mmm, bueno, quizás el ummm, doble que ahora. La realidad es que los próximos 100 años pueden ser equivalentes a 20.000 años de progreso, al ritmo –a la tasa de cambio- de hoy.
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Cuando pensamos en el progreso científico-tecnológico, sea cual sea su crecimiento, la tendencia psicológica es adaptarnos al ritmo presente y convertirlo en la base de nuestras proyecciones, estamos recién acostumbrados a mejorar con el tiempo y si decimos: necesitaremos cien años para disponer de nano-robots auto-replicantes, nos fiamos de nuestro conocimiento actual y proyectamos –linealmente- hacia el futuro. Para nuestro sistema sensorial, cualquier curva a una escala cercana parece una recta. Estas linealidades, siempre favorecen a dogmas como que la Tierra es plana o que el mundo se creó hace seis mil años. En realidad, cien años de progreso al ritmo actual, exponencial, se pueden conseguir en 25 años-calendario.
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El tiempo acelerado es resultado de la evolución. Nos tomó billones de años pasar de la materia inerte a la vida: la célula, el paradigma biológico, donde el ADN proveyó de un sistema (de base digital) para reproducir los cambios evolutivos. Tomó decenas de millones de años otro cambio de paradigma, la evolución de las especies con un dedo oponible que introdujo la tecnología. Los humanoides nos desarrollamos en un período de millones de años, el Homo Sapiens sólo en miles de años. Los primeros humanos con la rueda y el fuego pocos cambios tecnológicos apreciaron; ya en los alrededores de 1.000 a.c. los cambios tomaban cien años, en el siglo diecinueve (iniciamos la revolución industrial) vimos más cambios tecnológicos que en los nueve siglos anteriores, en los primeros veinte años del siglo XX, más que en todo el siglo anterior.
Ahora, cada pocos años tenemos un nuevo acelerón: la World Wide Web sencillamente no existía hace diez años, este Nickjournal por ejemplo era un no-nato. ¿Será el próximo paradigma la transformación del pensamiento biológico a un híbrido biológico/no-biológico, basado en una ingeniería inversa del cerebro? Roger Penrose mantenía la imposibilidad de computar el pensamiento al pensar que los micro túbulos neuronales mantienen procesos cuánticos; aún si así fuera, lo que no sabemos es cuál es el nivel de borrosidad en que la memoria mantiene nuestra identidad.
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Dice Popper que el progreso histórico no está garantizado y la libertad y los valores que conforman las sociedades abiertas frente a las tribales los podemos perder mañana. El péndulo de la historia (y en España sabemos mucho de péndulos) nos puede enviar a otra Edad Media. ¿Nos liberará nuestra tecnología, o nos esclavizará? La respuesta no está fijada: depende de nuestra voluntad y esfuerzo, consciente y vigilante. La decisión es nuestra.
Uno esperaría de sus más visionarios políticos e intelectuales propuestas claras sobre la gestión del tiempo exponencial en que vivimos, las posibilidades de la ciencia nunca han sido tan potentes, la globalización mundial más rápida y la ruptura digital más aguda: nunca tanta gente ha entendido tan poco sobre tanto que ofrece el mundo tecnológico ni nunca tendrán tan pocos tanta capacidad de impactar sobre todos los demás. Y aquí en nuestros lares seguimos en el tiempo congelado.
Gráficos y referencias: The Singularity Summit | Stanford University
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