Pero tampoco la imagen del comandante revolucionario y guerrillero es la que mejor se ajusta al ejemplo biográfico de Jesús. No, su reino era (es) de otro mundo. Lo que no se imaginaría, ni siquiera Él, es que con el paso de los tiempos habría lugar a la formación de un pequeño país de hijos de puta rabiosos llamado España, Maketania, Charnegolandia, como ustedes y sus diferentes sensibilidades prefieran, donde su propio nombre serviría como guante blanco de duelo para inflarnos a hostias los hunos contra los hotros. ¿No piden los intelectuales socialistas (empiezo a pensar que esta expresión pasa por oxímoron) que se rebaje la crispación? Pues aquí tienen la oportunidad de pedirlo, pero claro, se lo piden, claro está, al hotro. Ay, aquello de la viga en el propio.
En soberbia frase, Kierkegaard dijo aquello de “la cristiandad juega al cristianismo”. Y puede que los tres curitas, tres, de Entrevías tengan mucha parte de razón. Aquí de lo que se trata es de no hacer más daño del necesario. No traslademos la crispación también a las sacristías (dudo que haya sacristía en San Carlos Borromeo, al menos yo, que conozco dicha parroquia, no la recuerdo), que eso es lo que particularmente les puede interesar más a los enemigos de Jesús.
Sobrino el expedientado, pobretico mío, lo dijo muy bien: A Jesús lo matan el Imperio y la Sinagoga porque sabían que tras sus pacíficas palabras se escondía un tremendo fuego. La Verdad os hará libres. Solo un Dios (o semidiós, que también los hay) tiene tanta seguridad en si mismo, la misma que mostró a la hora de mandar al Cielo a Dimas el buen ladrón. Hasta en su angustiosa muerte Jesús se preocupó de salvar a los demás (materia de sicoanálisis tal vez). ¿Qué es la verdad? se han preguntado Pilatos y el padre Castro entre otros. La verdad, ay, es una puta vieja y torva que se oculta de la vista porque de cerca es tan fea que asusta. La Verdad cual es: que la Iglesia Católica, o cristiana, desde que tuvo a bien el Imperio aceptarla como oficial, ha tropezado mucho más de la cuenta. Castro, Baeza y Díaz, el trío calavera de Vallecas, han dicho que nones, que de allí los tienen que echar y que las llaves están en manos de los feligreses. “Un baculazo, esto ha sido un baculazo” reiteraba ese mocetón con pinta de socialista de la I Internacional de manos consagradas que responde al nombre del padre Francisco Javier Baeza.
Enrique de Castro, cuya entrega por los pobres y necesitados es, no podemos negarlo, heroica, ha sostenido que el matrimonio homosexual es querido por Dios, que las parejas antes del sí quiero pueden folgar lo que les venga en gana, que los curas a ver cuando cojones se pueden casar y que el Vaticano se ha convertido en un poder establecido y opresor, uno más de los muchos que pululan por el mundo, del estilo CIA o Club Bilderberg. Y supongo que se habrá comedido algo, ojo. Durante la reciente entrevista que le hizo el Loco de la Colina, la verdad es que lo contemplé más pausado, más calmo, distinto. Quizás el problema fuese de vista u oído y mío. Por supuesto, el padre Castro reconoció haber probado hembra (lo cual no es bueno ni malo sino que depende), que nobleza obliga, don Enrique.
Dicen que se van a defender, y no paran de dar entrevistas y dictar comunicados. La insurgencia católica, que no cesa. Para allá que se han ido esos buitres carroñeros más conocidos como la Asociación de Teólogos Juan XXIII, que siempre que puedan hacer sangrede Rouco, Cañizares o algún otro Anticristo, allí estarán firmes e inasequibles con sus artículos en el Independiente de la Mañana y sus libros plúmbeos (ya los conocen, Miret Magdalena, Tamayo, Vidal, el jesuita González Faus, la progresía clerical, que también la hay y no es manca precisamente). El Partido Comunista ha mostrado su “solidaridad” (por supuesto, desinteresada), así como el inefable actor de comedia Guillermo Toledo, conocido y repúblico apóstata. Incluso ayer la eurodiputada y dirigente socialista Elena Valenciano dijo que Rouco “se había pasado tres pueblos”.
Pero Rouco, como les gusta llamarlo, ha cumplido estrictamente con su labor. La liturgia de Entrevías era poco menos que un cachondeo. Se ha llegado a leer allí mismo hasta el Corán. ¿Sacuerdan del culo y las témporas? Pues algo de eso, algo de eso. No sé muy bien como acabará todo esto. El daño mediático está hecho, y los colectivos nacidos al calor de dicha parroquia se han mostrado combativos y guerrilleros, no de Cristo Rey precisamente. Dice Castro que Jesús andaba entre putas y ladrones, pero joder, tampoco eran su exclusiva. Vino a curar enfermos y no a homenajear sanos, porque su función era y es la de un médico pelín rural de almas. Pero también vino a poner paz y orden, el hijo amará a su padre y viceversa, los adultos no escandalizarán a los niños, y les dio la buenaventura a los mansos y pacíficos de corazón, junto a algún otro colectivo de riesgo que se dice ahora en aquel precioso Sermón montañés..
Yo soy católico, y apostólico, y romano, porque no entiendo de compartimentos estancos entre dichos términos. Jesús instituyó su Iglesia entorno a un colegio apostólico formado por doce aguerridos judíos del cual traen causa los alzacuellos y las sotanas. Por mucho que Baeza, Díaz y Castro no lo entiendan, así fueron las cosas. Perdonó a la adultera, no el adulterio, y “haced esto en conmemoración mía” no era un brindis al sol. Pan y vino, la dieta del hombre. Y como tal (como católico de pro y persona de buen corazón y algo peor de intenciones), lo último que deseo es que a tres personas a las cuales admiro de veras paguen las culpas de su posible orgullo y obstinación. El Concilio Vaticano II fue un gato malparío que permite bajo su cobijo desde los Legionarios de Cristo hasta la Teología de la Liberación. Puede convertirse dicho documento en el Martín Lutero del XXI si no lo remediamos. Y una cosa deben tener en cuenta Castro y los suyos (y lo saben). La falta de doxa, al final, vacía los seminarios. Que se lo pregunten a la Societas Iesu, que no regenera sus cuadros. En cambio, neocatecumenales, Opus Dei y Legionarios siguen aportando pastores al rebaño. Por algo será.
La Iglesia no es una sociedad, no al menos de la forma en que ahora las entendemos, pero ha de luchar por su supervivencia. Si desaparecemos, desaparece el Dios de Cristo en la tierra. Así que espero que el párroco rebelde y sus coadjutores recapaciten, acepten la reprimenda de su eminencia el Cardenal, y sigan luchando juntos con Cáritas Diocesanas contra la marginación y la pobreza. Que ya lo dijo nuestra Santa, Dios anda entre los pucheros y también entre las jeringas y los barrotes de una cárcel, como bien saben Castro y los suyos.
Puede que Dios esté muriendo, puede que, como dijo Juan Pablo II, vivamos en el Silencio de Dios, puede que la fe de nuestros mayores no llegue sana al XXII, pero creo que en todo eso mayores responsabilidades tienen nuestras culpas que los méritos ajenos (ateos, vaya). Porque, que matemos a Dios los que precisamente creemos y confiamos en Él, no puede ni debe tener perdón de Idem.
Etiquetas: Edgardo de Gloucester
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