Al nacionalismo se le rebate a golpe de codo. Y también de riñón. Otegui y compañía han dicho y redicho que Navarra es parte fundamental de la solución vasca (cuando habla Otegui de solución me remite (in)conscientemente a la Solución Final de sus parientes ideológicos alemanes). Desde las primeras elecciones de la nueva democracia, en 1977, el voto españolista ha significado en Navarra un setenta y tantos por ciento como poco y eso sin contar con Izquierda Unida (entonces supera el ochenta y dos, ochenta y tres por ciento, pero con estos comunistas no se puede contar ni para la Revolución). Hasta me he llevado una sorpresa. En el 79 obtuvimos 19.572, un siete y medio por ciento, los partidarios de don Hugo, qué tiempos tan hermosos aquellos.
No obstante, Navarra es la cuarta pata del banco, y sin ella los nacionalistas están tristes, qué tendrán los nacionalistas. Les quitas Navarra y se quedan sin apenas Historia. Ni reino, ni independencia, ni conquistas ni héroes de leyenda. Desde que el PNV arrojó la tesis de que Santxo el Mayor de Navarra fue un protohéroe de la causa euskalduna, todo es posible en la Casa de Aitor. Pero yo, que estuve junto a Rajoy y cientos de miles de españoles en la manifestación del sábado sabadete, pude comprobar que lo de Navarra no les va a resultar nada fácil. Miguel Sanz, presidente de la Comunidad Foral, ha llegado a ofrecerse para pasar el examen del polígrafo. Esto anda un poco desquiciado últimamente. Pero a ello contribuyen, y decisivamente, los vaivenes del socialismo navarro, antaño españolísimo, hoy simplemente al servicio de “mayores” intereses.
Siempre he mantenido que existían dos países vascos. Uno, formado por los vizcaínos y una parte muy importante de Guipúzcoa, y otro formado por Navarra, Álava y parte de Guipúzcoa. Uno muy españolista (a las guerras civiles del XIX me remito), otro más “contemporizador” (traidor le llamó el franquismo). El nacionalismo araniano en un principio fue conocido como bizkaitarrismo (así lo escribe Ortega en su España invertebrada). Para los puristas del Rh–, el corazón de Vasconia se halla entre Guecho y Guernica, donde Ramiro Pinilla ambientó su espléndido tríptico sobre el siglo XX vasco. Tudela y Tafalla le quedaban a don Sabino muy lejos, y por allí abundaban los de la cresta roja. Por eso, es importante (de)mostrarle al presidente del desgobierno que respetamos y asumimos plenamente nuestra historia, y que, precisamente por eso, la vamos a defender.
Probablemente Rodríguez Zapatero ande de conocimientos históricos como de cortijos. Su pasado profesional, ligado a la Cátedra de Derecho Constitucional de León y al escaño del Congreso, advierten muy poco de su formación intelectual. A ZP le comentas que gracias a Navarra se ganó la guerra del 36, y te manda castigado a leer las obras completas de Moradiellos (las mismas que él no se ha leído), pero, junto con algún otro factor, así fue. Hablando de abuelos, todos toditos todos tenemos al menos dos. Yo también. Y el materno echó los dientes peleando contra los famosos y cobardes gudaris encuadrado en el navarro Tercio de requetés de Abarzuza. Le pilló el pronunciamiento en Lecumberri, y al día siguiente estaba en la plaza del Castillo pamplonesa aguardando órdenes. Luego, tanto le gustó aquello que se casó allí mismo y tuvo a sus primeros hijos.
Por eso mismo, porque algunos hemos crecido en casas donde la verdad y la responsabilidad se respetan, Navarra será euskalduna por encima de nuestros cadáveres (literal). Ayer mismo escuchaba a don Álvaro Cuesta, que ocupa cargo alto en el PSOE, decir que Navarra será lo que quieran los navarros. Ahí está la traición. Navarra será lo que queramos los españoles, ¿o no es eso lo que viene a decir la Constitución? Empiezan a hablar de Navarra como hiciera Ibarreche en su famoso proyecto con respecto a Euskadi. O sea, el PSOE se ha pasado al nacionalismo más contundente en cuestión de meses. Si Navarra será lo que decidan los navarros, con Murcia y los murcianos, idem, ¿no? Así pues, la defensa de la unidad nacional que se propone (y se dispone) en la Constitución española del 78 debe ser una suerte de parábola o metarrelato para los nuevos cachorros de don Pablo Iglesias.
Eso sí, buena lección les dimos a los impresentables speakers socialistas Blanco y López Garrido el sábado día diez de marzo. La multitud congregada entorno a la Plaza de Colón se mostró en todo momento correcta y educada. La gente de ley y orden, que tiene estas cosas. El País se volcó para obtener jugosas fotografías de aguiluchos y abrigos de visón, pero se tuvo que conformar con la inmensa y sufrida clase media española. Y yo que lo siento. Debió de darles algo de miedo tanto color rojigualdo. Claro, no han visto que la marsellesa abanica todos los mítines de madame Royale, y lo mismo sucede con el socialismo italiano o el británico. En España, bandera que no sea autonómica, la de tu equipo de fútbol. Si no, fascista. Decía Cuesta, don Álvaro, que el PP hacía muy mal apropiándose de la bandera nacional. Esto es inaudito. Pero si a ellos les da auténtica grima siquiera tocarla, si es que uno de los suyos, el imbécil de Ángel González, poeta del nuevo régimen, se mostraba partidario de Ucrania en su enfrentamiento con nuestra selección durante el pasado mundial por aquello de su pasado soviético, y sólo acertaba a decir, cuando la televisión enfocaba a los hinchas españoles “parece que hemos vuelto a tiempos obscuros”. Obscuros son ustedes, Cuesta y González (los dos). Y cobardes, viles y traicioneros.
Frente a ustedes, la entereza de la familia Blanco Rodríguez, el ejemplo de Ortega Lara y la bonhomía de los navarricos, obstinados y nobles como nadie. Después de la vuelta de José Tomás a los ruedos, y las cien mil banderas del sábado, la sonrisa de satisfacción no me la van a quitar ustedes, aunque se esfuercen, en mucho tiempo. Ni aunque Pepiño y el indigno Garrido esputen a diario desde sus troneras. Y, dirigido a los navarros a los que les espeluzne sentirse parte de esa nauseabunda entelequia batasuna, que sepan que pueden contar conmigo y con miles y miles de españoles, cada día más orgullosos de sentirse en el bando correcto, el de la libertad y la igualdad, y si nos caemos bien, hasta la fraternidad, para defenderles de la contaminación etarra y, al paso que vamos, de la socialista también.
Por eso mismo, señores Rodríguez Zapatero y Otegui Mondragón, súbanse aquí y pedaleen. ¡Navarra Nunca Aberchale!
(Escrito por Edgardo de Gloucester)
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