the masters of our materials, instead of servants,
and never to be afraid of anything
Rudyard Kipling. The light that failed.
(Libro gratuito disponible en la
página de Project Gutenberg)
Faction (críptica)
Una noche, en el bar Ständige Vertretung, Hermann Tertsch, un Dick Heldar centroeuropeo, daba tumbos entre decenas de fotografías que resumen la historia de un milagro llamado Alemania. Y en los días anteriores Arcadi Espada, un Karl Kraus español, permanecía silencioso y sorprendido ante la fotografía de esa familia austríaca que juega al ajedrez en un merendero y que fue exterminada después de que no pudieran huir a través de Italia. Ambos me entregaron de forma generosa el secreto de su inteligencia: la curiosidad y el entusiasmo. Lección inolvidable, por eso estoy aquí ejercitando los músculos.
Conviene ordenar las palabras y los gestos de esos días, el caos cosmogónico que se concentra en los paseos, los bares y las cenas, cuyo orden protocolario quedó roto por la conversación que viraba con los vientos de los vinos alemanes. A todo eso conviene darle forma, aunque sea ésta la espiral del vértigo centrífugo que me atormenta. Me urge contagiarme de esa vitalidad esencial.
Mientras tanto, leo. Hasta en las pausas que marcan los semáforos. Ebro/Orbe. Arcadi Espada recupera en la primera parte del libro las crónicas que escribió para El País en el año 2001 sobre el trasvase del Ebro. Un viaje a contracorriente en el sentido estrictamente viajero y en el estrictamente literario. En el viajero porque remonta el río desde su desembocadura hasta su nacimiento; en el literario porque es capaz de dar con la pincelada heterodoxa que descubre lo que de otra manera nos pasaría desapercibido. Sorprende además su humor, capaz de desmontar cualquier atisbo de solemnidad (las jotas, la conversación en Belchite, el golpe de calor o esa pieza de orfebrería faccional y valentía periodística que es La náyade).
Cinco años después, Espada continúa el viaje por lo que habría sido la tubería del trasvase. En la segunda parte del libro, pues, ya no aparecen las tierras de Cataluña, Aragón o Navarra. Ahora se abren paso Valencia, Alicante, Murcia y Almería. Y Benidorm. Este segundo viaje resulta ser un espejo del anterior. Al lector le queda por dilucidar si éste refleja la porción de España descrita en la primera parte o si se vislumbra aquí una España distorsionada por el asco. Espada escribe dentro de la tubería y su escritura nos trae ecos faissandés, que diría él.
Fiction (bulerías)
Mi tío abuelo, don Gabriel Cacho, anduvo media vida recorriendo Europa como diplomático. Su infancia y primera juventud las pasó en San Sebastián. Me hablaba de aquellos días con nostalgia. Nunca fue un seductor, según me decía, pero sí llegó a intimar con alguna muchacha. Recordaba a una chica inglesa, Catherine, a un par de francesas de San Juan de Luz y a una noruega con la que se inició en los deliciosos abismos del sexo. Pero nunca trabó amistad con una española. Su carrera como diplomático trastocó esta peculiar tradición. Residió en Inglaterra, Holanda y Bélgica y jamás se relacionó con extranjeras. Sólo con españolas, si bien no fueron muchas. En La Haya se enamoró de Carmen, una muchacha gallega hija de un colega de la Embajada. Los padres de ella volvieron a España al poco tiempo y mi tío abuelo y Carmen mantuvieron una rara relación epistolar. Nunca más volvieron a verse, si bien en las pocas cartas que ella le enviaba sus promesas al respecto eran firmes y positivas. Mi tío abuelo era parco en palabras y siempre describió el dolor que sintió esos años con sólo dos adjetivos: atroz y desesperante. Nunca lo calmó con otras mujeres. Odiaba a las hordas femeninas que acudían a la Embajada a relacionarse con altos cargos para conseguir dinero o impartir conferencias sobre temas absurdos. No soportaba a las nativas interesadas en España, en los toros o el flamenco, y mucho menos a las que criticaban el régimen franquista.
Quedó solo y amargado. Hasta que a través de un secretario suyo de eruditas inquietudes empezó a coleccionar libros. Novelas. Novelas muy especiales. Novelas en las que no aparecía ningún personaje femenino. Consiguió auténticas joyas, especialmente en librerías anticuarias de Ámsterdam y Londres.
Entre sus favoritas estaba Dans un bois (Paris: Luc Billaudot, 1923), de Armand Guiton. Una novela negra ambientada en la campiña francesa. Un hombre muere asesinado en un pequeño pueblo de la Provenza. El alcalde contrata a un detective para que logre averiguar quién es el asesino. No hay móvil aparente, la tranquilidad es absoluta, el pueblo goza de una calma deliciosa. Resulta imposible descubrir pasiones ocultas, el fuego imperceptible de las brasas. El detective, Jean-Luc Grignon, habla con varias personas: el boticario, el panadero, el sastre, incluso un viajero inglés que está de paso. No sólo no aparece ninguna mujer sino que no hay referencias a ellas. Ni una mención a ninguna madre, esposa o hija. Nada. Invisibles. La novela es la narración de un fracaso. Grignon no logra dar con el asesino. Ahora bien, los últimos capítulos, desasosegantes ante la falta de resultados, están narrados con tal maestría que el lector intuye que sólo una mujer ha podido ser capaz de golpear la cabeza de la víctima hasta matarlo. Sólo una mujer en un pueblo donde no parece haber ninguna.
Mi tío abuelo nunca regresó a España. Recibía un par de cartas al año de Carmen. Las suficientes para mantener vivo el dolor. Rara vez hacían mención a las cosas que él le contaba en la frecuente correspondencia que le enviaba. Murió en Utrecht, con una de sus novelas más queridas en las manos: Mannen op een heuvel (Amsterdam: De Meester, 1910), de Dick van Leiden. Tampoco aparecen mujeres en sus páginas. Van Leiden narra las vidas paralelas de Pat O'Tigernaigh y Padraig Thuadaigh, contrabandista uno y monje el otro. Ambas transcurren en el valle de Glendalough y los dos protagonistas acaban enfermando. Van Leyden cuenta minuciosamente los cuidados que ambos recibían de sus correspondientes camaradas: monjes y contrabandistas. Mi tío abuelo había descubierto que el escritor holandés se había basado para describir la enfermedad y los remedios curativos en la Melancolía erótica de Jacques Ferrand. De este libro, claro, guardaba un ejemplar de 1623 en su biblioteca.
Fucktion (cachondeíto)
Tópico de la primavera, o Estoy más salío que el rabo’un cazo
Se acerca la primavera, los corazoncitos de los gorrioncillos palpitan con el frenesí de toda miniatura viva y en mis cojones retumban tambores de guerra. Las mozas se alzan en sus coturnos herrados y clopclopean por las calles moviendo de forma caballar (hiiiiijijijijijijiiiiiiiii) sus cuartos traseros. Calzan botas de caña alta y cabalgan de forma cansina, como si regresaran de una orgía envueltas en perfumes de orines y esperma. Relincho de alegría vernal. Piafaría delante de ellas, movería la cabeza de un lado a otro y resoplaría (brrrrffffffffff) como un muleto que sube una cuesta cargado de berzas y patatas. ¡Ah, mozas yégüicas, vuestros cuerpos son muladares de pestes capaces de encelar hasta las piedras! ¡Copuladoras selectivas que infectáis los glandes con bacterias interdentales! ¡Burbujea vuestra entrepierna con la cadencia del caldo de la paella de marisco! ¡Respira entrecortadamente el lugar donde se os arremolina la piel, allí entre vuestros glúteos! ¡Glotonas sin alma, esta noche docenas de caracoles espumosos pacerán en vuestras nalgas! ¡Platearán hilos mágicos tejidos por uno o varios falos indignos de vosotras!
Os desprecian. Nadie os ama como yo, torvo gañán, mas gañán bizarro; tímido alacrán, mas alacrán erecto de rabo macerado en el amor que os tengo. Envuelvo las bombillas de mi cuarto con papeles de colores. Enciendo las luces y eyaculo al aire. Se iluminan mis semillas como un arco iris móvil: son los fuegos artificiales que festejan mi soledad.
Etiquetas: Bremaneur
¡Abran sus ojos en el día del Señor!¡deslegañensé si pueden!
Por lo pronto, voy a ver si desayuno.
Bueno ¡y qué nivel!