“Estaremos de acuerdo, escribió Henning, en que las nalgas no sirven para nada que no sea proporcionar suavidad, dinamismo y mullido a esa postura sentada a la que desde hace tres o cuatro millones de años se han aficionado los humanos, razón por la cual, sin duda, son los únicos que tienen nalgas. Además, a lo largo de los años no nos hemos privado de escarnecerlas, de hacerlas objeto de chistes o de despreciarlas. El culo ha servido sobre todo para expresar la fealdad, el miedo, la traición, la trapacería y cosas por el estilo. Y cuando no se lo tomaba a risa, se lo criticaba, lo que constituye una monstruosa ingratitud. Si las nalgas tienen tan mala reputación, es también por haber estado en connivencia con el diablo. Pero, ¿el diablo tenía nalgas? La tradición de un diablo sin nalgas explicaría que baste mostrar el culo a Satán para recordarle su debilidad y obligarle a volver la cabeza. Estratagema utilizada por quién se considerase asediado por un ejército de súcubos. Sin embargo, parece ser que en los sabbats el diablo hacía que le besaran el ano en signo de vasallaje. Hay numerosos testimonios de la existencia de una cópula cum daemone, hecha por la vía de la sodomía. Se comprende que el ano haya preocupado furiosamente a la Iglesia.
(H. Newton, Self-Portrait with June and Model, 1981)
Desmond Morris formuló la hipótesis siguiente: como el resto de los primates, originariamente los hombres se acoplaban por detrás y los caracteres sexuales de las mujeres se trasmitían por la grupa, como pasa con los monos. Cuanto más generosa era la grupa, más generosa era la mujer. Pero también era muy incómodo, así que los hombres pasaron a copular de frente. Consecuencia: los senos se hincharon para reproducir los amplios hemisferios de las nalgas. Lo que proporcionaba una versión mucho más equilibrada y ágil de la mujer. Es en los senos donde se da la diferencia sexual, y el trasero, sexualmente indiferente y potencialmente femenino, es decir, sumiso, es el lugar de la confusión de sexos, de la ambigüedad de género.
Se ha querido ver en cada uno de nuestros culos el rasgo de una identidad, una suerte de huellas imborrables e íntimas. En ocasiones se ha pensado que había una caracteriología o una fisonomía de las nalgas: su forma traicionaría, en suma, un carácter. Hay culos tristes, culos puntiagudos, culos escurridos que tienden a la inexistencia, culos festivos, respingones o prietos, culos fatalistas; culos estúpidos, culos que parecen echarse a volar. Se diría que, mucho mejor que el rostro, en el que mezclan el engaño y las falsas apariencias, los culos se abandonan candorosamente y muestran esas debilidades que tanto empeño tenemos en disimular.
Pero para los adoradores de las nalgas el culo atractivo lo es menos por su perfección que por su movimiento, por ese famoso balanceo, ese movimiento de caderas, ese meneo a ritmo de vals, que viene de llevar zapatos con tacones muy altos, uno de los cuales con algún centímetro menos que el otro. Y sobre todo por la quebradura del talle, ese arco perfecto, ese movimiento de desafío que dibuja el culo del torero, hasta el punto de que se dice que el logro perfecto de esa curva sólo puede provenir de una torera. Los hombres no tienen la misma relación erótica con el culo que las mujeres. La de los hombres es esencialmente visual y conquistadora, las mujeres, por el contrario, tienen una relación más concreta, más material, más devoradora: quieren triturarlo, sentirlo, comerlo. Es una relación a través de la mano y la boca, no del ojo.
Hoy las nalgas están por doquier. Los modistos inventan escotes de nalgas o desvelan traseros pícaros. Se han creado eleva culos para algunas mujeres poco agraciadas. En las playas han hecho su aparición los tangas que imponen un culo inmenso, subido, con forma de gota de agua, pero que desaniman también de cualquier asalto al preservar el secreto de la hendidura. Debido a las reclamaciones femeninas, cada vez se exhiben en las pantallas más culos masculinos, en general bastante deportivos, seguros de sí, bien plantados, que se cuidan mucho de no dejar lugar al más mínimo equívoco sobre sus costumbres.
¿Por qué tanto prestigio o impudor? Sin duda, por el gusto que tiene la sociedad actual por las redondeces, por las elipsis barrocas, por los objetos de formas suaves. Se ha dicho que el cuadrado era el emblema de las sociedades en expansión e inamovibles, y lo redondo de las sociedades en mutación, a la búsqueda de sí mismas y en tiempos difíciles. En suma, lo redondo produce placer, da confianza en sí, es fuente de dulzura. Pero también hay que decir que tras años de sexo desenfrenado, agresivo, protestatario, se vuelve a placeres más ligeros, a seducciones veladas, a un erotismo difuso: las nalgas representan un eufemismo del sexo, una variación discreta propia para satisfacer la nostalgia de la vitalidad y un apetito erótico por las formas equilibradas, rechonchas, vivas. En el fondo las nalgas sólo sirven para soñar con las nalgas.”
Etiquetas: Sr Verle
1 – 200 de 342 Más reciente› El más reciente»