Confieso que cuando esto escribo todavía no he estudiado en su totalidad, y con el debido detenimiento, aunque sí he repasado sus aspectos principales,
Si bien no pretendo diseccionar la sentencia (aprecio hechos probados un poco confusos y fundamentos jurídicos más o menos discutibles), pues sería precipitado y tampoco es el objeto de estas líneas, suscribo lo manifestado por Tsevanrabtan el mismo día 31 de Octubre de 2.007 en su entrada en este foro, publicada antes de la lectura del fallo por parte de Javier Gómez Bermúdez y que tanto se aproximó a la realidad: que, utilizando términos taurinos, el Tribunal haría, y así ha hecho, una faena de aliño (1); vamos, que los magistrados, ropones diría Raúl del Pozo, saldrían airosos de la plaza, más bien con división de opiniones y sin la obtención de trofeos. La sentencia, dictada por tres hombres justos e independientes, deja unas cuantas cosas claras( mas también otras sumidas en la misma oscuridad inicial), pero principalmente dos resaltan sobre las demás: la masacre no fue consecuencia de la intervención española en la guerra de Irak y no acoge otras teorías, conspiranoicas para sus detractores, que se amparan en agujeros negros, que los hay, de la instrucción judicial y la investigación policial. Fija una verdad judicial, que no es inapelable ( gracias al recurso que contra ella cabe) y mucho menos inatacable( se puede y hasta se debe opinar), como cualquier otra sentencia, y se dicta en base a las pruebas practicadas con las debidas garantías.
Es evidente que este proceso, por su trascendencia judicial y política, por la brutal masacre de la que deriva y por las innegables consecuencias políticas que tuvo el atentado, pasará a la historia, y no sólo la judicial, de este país. Pero este proceso es también el de un hombre joven que ha sabido estar a la altura de las circunstancias, que no ha defraudado las expectativas que generó desde un principio. Un hombre, un ropón, que ha sabido dirigir el proceso con maestría y ecuanimidad, que no ha rechazado, en general, las pruebas que le han sido solicitadas ( en este punto se encuadrarían las diferentes pericias sobre explosivos que tan poca gracia hacían a
Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras es expresión popular y sabia que Javier Gómez Bermúdez, malagueño de cuarenta y pocos años y de frente despejada, habrá recordado mucho, en exceso tal vez: antes, durante y después del juicio. Gran parte de los más sesudos comentaristas políticos, y también judiciales si se tercia, porque aquí vale todo y de todo se entiende y de nada se duda cuando se pontifica, pusieron el grito en el cielo al conocerse que el mencionado magistrado iba a ser el Presidente de
Bermúdez ha sido ecuánime, lo que no equivale a perfección, para eso están los recursos que solventará el Supremo, o incluso el Constitucional, por la vía del recurso de amparo si lo hubiere; independiente, pues ha soportado injustas presiones desde que se conoció que sería el árbitro de una contienda más política que judicial; didáctico, siendo ejemplar el inicio de la fundamentación jurídica de la sentencia, con los diferentes tipos de prueba que pueden darse en un proceso penal (directa e indiciaria, así como la distinción entre presunción de inocencia y el principio in dubio pro reo), perfecta y breve (lo bueno, si breve….), y más dirigida a profanos en la materia, por la trascendencia del caso, que a profesionales del Derecho que sobradamente la conocen; garantista, ya que ha querido, y creo que lo ha conseguido, que se respete el derecho a la tutela judicial efectiva, siendo en este punto paradigmática la prueba sobre explosivos, algo que no era del agrado de la fiscalía, pues ya valía, pero que debía hacerse y se hizo, aunque otra cuestión sería la valoración en la sentencia de esa prueba pericial, que no comparto en su totalidad; buen árbitro, a lo británico, no en vano, y me permito la licencia de hacer un símil futbolístico, ha sabido dejar jugar a todas las partes, ha tenido y exhibido mano izquierda, y con la diestra ha mostrado las tarjetas justas y necesarias (emblemático el episodio con Díaz de Mera), no se ha perdido en excesivos aspavientos y en la medida de lo posible, muy difícil en este caso, ha pasado desapercibido; enérgico, por no haber dudado en reafirmar su autoridad cuando ha sido necesario, y ahí quedan para el recuerdo las broncas a Zouhier y a los intérpretes, el primero enviado a los calabozos cada vez que se desmadraba y los segundos a su despacho para exigirles una traducción simultánea, no sucesiva; y por último, last but not least, aplicado, demostrando durante las innumerables sesiones, algunas de mañana y tarde, o tarde noche, un conocimiento exhaustivo del Sumario, que le llevaba en ocasiones a interrogar personalmente a acusados, testigos o peritos para un mayor y mejor esclarecimiento de los hechos.
Reconforta saber que en un país como España, donde
Las dos fotografías que encabezan este escrito muestran un parecido más que razonable entre ambos personajes; creo que es el mismo parecido, con la misma intensidad, que pueda existir entre Bermúdez y un buen juez, o un juez justo, que no infalible.
(1) Aliñar: Preparar el toro para una suerte sobriamente y sin adorno ni intención artística. El Cossío.
(2) El magistrado Alfonso Guevara, otro de los miembros del Tribunal y perro viejo en estas lides, señaló en una entrevista al diario
(Escrito por Reinhard)
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