En el Upper Manhattan, entre la Quinta y la Sexta, estuvieron los Polo Grounds. Hasta cuatro estadios recibieron ese nombre y sirvieron a los sucesivos equipos de béisbol de Manhattan. Allí, el 3 de octubre de 1951, tuvo lugar uno de esos acontecimientos deportivos llamado a convertirse en mito con el correr de los tiempos, algo que hay que reconocer que a los americanos se les da estupendamente. Era el tercer partido de un desempate forzado por los Giants de New York de manera milagrosa, cuando el campeonato de la liga nacional (el vencedor jugaría las seres mundiales) parecía decidido para los Dodgers de Brooklyn. Ambos equipos habían ganado un partido y cuando terminaba la novena entrada los Dodgers ganaban por 4 carreras a 2.
Un derby, que diríamos por aquí. El equipo de Manhattan contra el de Brooklyn, la misma ciudad, dos equipos separados por un puente, el no va más de la rivalidad local.
No sé gran cosa de béisbol, esa es la verdad, las reglas básicas y poco más. Supe de este partido por la novela de Don DeLillo, Underworld, aquí traducida por Submundo.
En la novela, las primeras 50 páginas son la crónica de ese partido. En las siguientes, De LiLlo vuelve una y otra vez sobre sus neurosis particulares: la basura, las conspiraciones, la guerra fría, la conexión entre personas y aparatos, el ruido de la civilización. Parece que el autor lo concibió primero como un relato corto, que tituló Pafko at the wall. Andy Pafko era el jugador de los Dodgers que estaba más cerca de la pared sobre la que pasaría la bola. Luego escribió el resto de la novela, con un hilo conector en la búsqueda de la última pelota que se jugó en ese partido.
El relato es estupendo. De LiLlo lo hace coincidir con el conocimiento de una prueba atómica de la URSS y mete en el campo, entre otros, a Frank Sinatra y Edgar Hoover, pero el protagonista es un chaval negro que se ha escapado de clase y se ha colado en el campo.
El caso es que el pitcher de los Dodgers, Ralph Branca, lanzó la última bola y el bateador Bobby Thomson, que tenía dos hombres en las bases, hizo un home-run. Los Giants ganaron 5-4.
He intentado narrarlo de la manera más simple. Como he dicho, no entiendo de béisbol y además tengo el problema de que es un deporte poco conocido por aquí. No sabemos distinguir sus términos particulares, desconocemos su jerga. El español que menos sepa de baloncesto, probablemente sabrá lo que es un triple, o un mate. Cualquiera que lo siga un poco, sabe lo que es un alley-oop y quizás comprende qué significa que Gasol ha hecho un doble-doble.
Pero pitcher, entrada, carrera, home-run, son conceptos que nos hacen dudar y sólo he citado los más elementales. Al leer el libro, pensé que sin duda el traductor había tenido el mismo problema, cómo traducir una expresión para la que no hay equivalente o que aún no se ha impuesto por sí sola, como play-off, corner, o el histórico orsay de nuestros padres.
En el campo, aquel día, lo relató Russ Hodges. Era el locutor radiofónico más conocido del momento y sus palabras se han convertido en históricas: “ the Giants win the pennant, the Giants win the pennant …”, repetía una y otra vez.
Como siempre, hay un matiz chusco. El relato de Hodges no se grababa en la emisora, pero pudo conservarse porque un seguidor de los Dodgers había pedido a su madre que lo hiciera para poder escucharlo.
Es una de las grabaciones más célebres del deporte de aquel país. Si ustedes recuerdan El Padrino, sepan que es lo que Sonny Corleone está escuchando en la radio de su auto cuando es asesinado.
El lanzamiento de Thomson pasó a la historia y los americanos tuvieron que ponerle un nombre: shot heard ´round the World, que no está mal, y que por lo visto está tomado de un poema de Ralph Waldo Emerson. Los dos actores, Thomson y Branca, se pasaron años concurriendo ante radios y televisiones para rememorar el momento.
La solución para mi problema de traducción es simple, sin embargo: basta con adoptar el español de Nicaragua, de Cuba, de Puerto Rico.
Vean que maravilla:
En la parte baja de la octava entrada, Henry Thompson bateó por Maglie y lo hicieron out con una rola. El día de Sal había terminado. La historia nos dice que en la parte baja de la novena Newcombe se cansaría, concediendo una carrera. Los Dodgers acudirían al bullpen para traer a Ralph Branca. Con el marcador 4-2 y dos hombres embasados, Bobby Thomson conectaría “el batazo que se escuchó en todo el mundo”, que le daría a los Gigantes el título de la Liga Nacional de 1951.
O esta otra,
De 1947 hasta 1951, Ralph Branca fue uno de los aces monticulares de la novena radicada en Brooklyn y realmente no debía ser recordado por el lanzamiento fatal que le hizo a Bobby Thomson de los Gigantes de Nueva York en 1951, que le disparó “el jonrón que se oyó alrededor del mundo” .
Luego las cosas cambiaron, en 1958 los Giants se fueron a San Francisco. Un año antes, los Dodgers habían dejado Brooklyn por Los Angeles. Así que supongo que después de todo sigue siendo casi un derby.
Y en 2001 el Wall Street Journal contó que los Giants hicieron trampas, porque tenían una persona con prismáticos viendo las señales del catcher y comunicándolas con no sé qué pizarra y una bombilla.
El viejo partido sigue dando que hablar.
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