The only thing we have to fear is fear itself. (Franklin Delano Roosevelt)
Voy a confesarles una cosa: soy un imbécil. Sí, un imbécil catalán, por adjetivarlo suavemente. Mi vida ha discurrido como el de muchos hijos de vecino, nada demasiado especial: tenacidad para tirar adelante la familia, horas innumeradas trabajando…’l’interminable lluita contra el pa’, una limitada cultura (como en la biblioteca infinita de Borges, nunca podré llegar al más ínfimo porcentaje del conocimiento que tienen, por ejemplo, los fantasmas bibliotecarios) y la suerte de ver mundo, de la meseta castellana a los valles de Navarra, de las vacías autovías de Extremadura a la espera de tráfico que las habitara a la València expansiva, pasando por las Américas y media Europa. Aquí dicen que viajar te quita la tontería, y tienen razón.
Yendo al grano, mi imbecilidad, la mía (hay muchas y variadas imbecilidades y listezas por aquí) provenía de creerme que la estructura política española permitía una real diversidad en la manera de enfocar la vida: la parte operativa, el día a día y el futuro que nos permite ensoñar algo a dar a nuestros hijos, aparte de la hipoteca perpetua. Treinta años ‘en construcción’ y un análisis frio de la realidad me llevan a la conclusión antedicha. No vamos a entrar en suponernos mutuamente estúpidos; probablemente, si dentro del poliedro contradictorio de vectores-fuerza que toda sociedad mantiene, alguna tendencia dominante hubiera ido en esa dirección, no estaríamos hablando de lo que hoy claramente hablamos: la independencia de Catalunya.
Transito pues de mi imbecilidad política federalista-autonomista-catalanista-españolista o como quieran llamarlo, a una fase superior de imbecilidad que, según los media españoles, nos domina en el vecindario administrativo catalán. La que permite caerse del caballo y luego levantarse, tras la hostia, con un velo caído y decir: dejémonos ya de gaitas y vamos a ser directamente el cuarto (o quinto, no importa) país europeo en bienestar y a probarlo por nuestra cuenta; vamos a jugarnos nuestra dentadura. Del ‘enemigo’, el consejo: paso corto, mirada larga y dos cojones.
De hecho, mi pase a la imbecilidad fue una sorpresa para mí mismo. Hace poco, un día, ya me levanté imbécil, pero imbécil sin transición, de golpe. Una sublimación, vamos. ¿Será por la tramuntana? ¿ósmosis? ¿un virus? Dado que Catalunya es una sociedad dictatorial, teocrática y nazionalsocialista, nos dedicamos de escondidas a exportar el 40% de los productos de valor añadido de toda España, a tener las dos universidades de negocios más importantes del mundo, a coleccionar estrellas Michelin, a jugar a integrar las gentes venidas de todas partes, a conseguir por fin, altos niveles de excelencia de nuestras Universidades, a soportar a nuestros cleptómanos propios y a los que nos esquilman sin retorno el 10% de nuestra facturación cada año, cada año, cada año, cada año. Ah! Y perdemos el tiempo con una lengua muerta desde hace centurias, la jodía no acaba de tumbarse al esplendor de la lengua cultural y moderna y mayoritaria y común: el inglés.
Making the long story short, habrá que afrontar el divorcio con tranquilidad. Al fin y al cabo, todos somos europeos y no vamos a ponernos nerviosos por unas difusas líneas de demarcación. La economía seguirá funcionando, la competitividad también y a lo menos, cierto conocimiento mutuo, que es una buena base para acuerdos, una vez pasado el gran Desacuerdo. La mirada catalana es poliédrica aunque sus líneas de fuerza miran, como siempre, hacia el Norte.
Este es mi post póstumo en el NJ, aprecio los buenos momentos y agradezco a los operarios y a unos numerosos nicks el debate intelectual y cachondo. Pero ya no. No va a pasar nada, sólo faltaría. Que ustedes lo disfruten.
Y un regalo:
Ara mateix enfilo aquesta agulla
amb el fil d'un propòsit que no dic
i em poso a apedaçar. Cap dels prodigis
que anunciaven taumaturgs insignes
no s'ha complert, i els anys passen de pressa.
De res a poc, i sempre amb vent de cara,
quin llarg camí d'angoixa i de silencis.
I som on som; més val saber-ho i dir-ho
i assentar els peus en terra i proclamar-nos
hereus d'un temps de dubtes i renúncies
en què els sorolls ofeguen les paraules
i amb molts miralls mig estrafem la vida.
De res no ens val l'enyor o la complanta,
ni el toc de displicent malenconia
que ens posem per jersei o per corbata
quan sortim al carrer. Tenim a penes
el que tenim i prou: l'espai d'història
concreta que ens pertoca, i un minúscul
territori per viure-la. Posem-nos
dempeus altra vegada i que se senti
la veu de tots solemnement i clara.
Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.
Miquel Martí i Pol
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