-Los persas, los egipcios tolomeos, los seleúcidas, Roma, Bizancio, los otomanos… Imperios que una y otra vez han organizado el mundo desde sus tronos, y para cuyos gobernantes han trabajado sin descanso poetas, historiadores, arquitectos, escritores de dramas y comedias, espías y aun comediantes descoturnados, todos ellos propagandistas más o menos a sueldo encargados de propagar las bondades del Emperador y de conducir la opinión de sus ciudadanos por los cauces adecuados a los intereses imperiales. No es tan sencillo aplicar nuevos impuestos para mantener una campaña militar en el extranjero a menos que se convenza a los contribuyentes de que los que se oponen al glorioso Trajano/Antioco/Alejandro Janeo son comedores de niños y adoradores del Diablo a los cuales se está civilizando a palos (y de paso controlamos las rutas del incienso y la seda).
-Y si aceptamos que EEUU es el equivalente moderno de los imperios clásicos, pues la historia se repite con aceleración constante en sus ciclos.
-Poco imperial me parece eso de estar tan pendiente de la opinión pública como está la clase dirigente americana. Antes, el que mandaba, mandaba, y si en su caletre llegaba a la conclusión que enseñar a los bárbaros a usar la estrígila y el frasco de los ungüentos era necesario, pues se manda a la legión oportuna y unos arquitectos a organizar unas termas en medio de la brumas britonas o las areniscas de Caesaria Phillippi.
-(que se lo digan a Marco Didio Falco…)
-No sé que es peor, las viejas ideas de convertir en parte del Imperio a los pueblos sometidos (con sus problemas pero también sus flamantes derechos, como recordaba San Pablo a sus captores en Jerusalén y a sus verdugos en Roma) o este aparente “respeto a la voluntad de los otros” que cuando les conviene se saltan Fosbury style, y que sólo esconde la nueva tendencia al egoísmo feroz (tan propio de su sustrato puritano) que recorre USA como un fantasma. Desde que los marines tuvieron que salir a la carrera de Somalia (una chapuza de operación militar mal planteada y peor realizada que a un general romano le hubiera supuesto la crucifixión en la Vía Apia por incompetente), y como dijo el muy jaleado por los europeos Clinton, “a partir de ahora EEUU se ocupará solo y exclusivamente de sus propios intereses”. Si alguna administración americana pudo ser más o menos altruista con los no americanos (o al menos simularlo), el tan demócrata degustador de becarias abandonó todo disimulo y lo expresó francamente. Y así, las administraciones americanas utilizan las políticas exteriores como herramientas en la política interior o la simple guerra de despachos, despreciando olímpicamente los resultados para los no americanos. Cada vez que se consigue que un funcionario de más o menos nivel tenga un cierto conocimiento de algún tema o conflicto, se le premia... con un cómodo cargo de interior, y se sustituye por un novato que no sabe distinguir un yemení de un dominicano, o que anda preguntando por Madagascar con un plano de Finlandia. La suma de arrogancia, ignorancia, incompetencia y chapucería ahogada en burocracia a dos mil kilómetros de distancia ha producido situaciones tan peligrosas como la supuesta reconstrucción de Iraq a cargo de un neocon engreído que se cree el nuevo sultán de la Ciudad Esmeralda, más ocupado en legislar las exclusivas de los microprocesadores Intel y proteger los intereses de Gates que en reorganizar el suministro de electricidad y agua corriente, los sistemas de alcantarillas, la seguridad ciudadana o el funcionamiento de los hospitales, todos ellos destrozados por la guerra. De rebote, este aprendiz de brujo de la Ivy League ha conseguido dar argumentos a un ben Laden que estaba contra las cuerdas y quedándose sin oxígeno, y destrozando aún más la imagen de Estados Unidos en la opinión pública árabe y musulmana en general y dejando con el trasero al aire a sus defensores fuera de EEUU. Vamos, una espectacular exhibición de hubris y sus consecuencias. Para mayor detalle de cómo funciona el sistema por dentro, recomendamos encarecidamente “La Guerra Privada de Charlie Wilson” (y mucha tila para no cabrearse). Personalmente, una de las cosas más destacables de la película es cómo los personajes, aparentemente frívolos, egoístas y cínicos, son capaces de sorprender con gestos como la vergüenza ajena que muestra el congresista por la indiferencia de su propio gobierno, la campaña de apoyo a las mujeres afganas que lleva a cabo la señorona tejana o la capacidad de sentir el dolor de los refugiados por parte del senador porque “a el también le mataron a un hijo”.
-Pues no será porque no dispongan de buenos analistas dentro de su propio terreno. Los análisis de la Federal Research Division de la Biblioteca del Congreso (subvencionado por el Departamento de la Armada) son excelentes, sencillos y directos, fáciles de leer y a la vez llenos de información. El Strategic Studies Institute, (U.S. Army War College) también tiene material de primera, parte de el desclasificado y accesible al público en general.
-Pues está claro que no los han leído, ni siquiera en versión Barrio Sésamo. Esta frase de los propios militares americanos es gloriosa: “Although the role of the military advisor to senior foreign officials is honored in political history, it became almost a forgotten art when it was needed in Afghanistan and Iraq”. Me imagino a los militares tragando sapos al ver a los civiles metiendo el cuezo hasta el fondo y comprobando cómo luego tienen que sacarlos en volandas de los conflictos provocados por su propia estupidez, dejándose la piel en el intento sin que se note las ganas que les tienen de romperles la cara.
-También podría ser que su ignorancia (la de los políticos) les haya jugado malas pasadas (muchos senadores y congresistas americanos son famosos por su escasísima educación formal, que ha producido hilarantes situaciones, pero eso, en vez de espantar a sus votantes, le ha hecho aparecer como “uno de los suyos”, lo cual es bastante aterrador). Cuando han recurrido a consultores externos, los dirigentes han escuchado sólo lo que querían oír. Así, cuando el historiador Bernard Lewis advirtió al presidente Bush antes de la guerra de Irak que “el único lenguaje que los árabes entienden es el de la fuerza” es debatible si el americano confundió “firmeza” o “vigor” con “fuerza” y aún “dureza” o “violencia”, sutilezas poco aptas para el inglés no literario y no digamos para el nivel de precisión del oyente implicado.
-Bueno, bueno, los militares americanos tampoco pueden presumir de haber sido los más espabilados de la clase. Porque vamos, que sólo ahora, después de haber entrado las tropas hasta la cocina (que tampoco es precisamente una buena carta de presentación) y haber ofendido con sus comportamientos y chulerías a los ocupados hasta exasperarlos, se preocupen de instruir a los soldados de las normas mínimas de comportamiento en los países ocupados (no entrar en una mezquita o no hacerlo calzado, no flirtear con las mujeres, no usar los textos impresos para cosas ofensivas por si tienen impreso el nombre de Dios…), es para tirar de las orejas a los jefazos. Y no digamos en la falta de profesionalidad al no prever la posibilidad de que en las cárceles se produjeran abusos y torturas. Por favor, que ya hace muchos años que se llevó a cabo el Experimento Stanford, no saber que eso tenía que pasar es delictivo para un profesional.
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Buenos días. Inicio la lectura de la nutricia entrada, luego sigo.
'aun los comediantes descoturnados'... ¡y los mimos! esos no perecen.
A un general romano no lo habrían crucificado como castigo, pero por poner un castigo romano, pongamos que lo podían tirar por la roca Tarpeya, o meterlo en un saco lleno de víboras y luego tirarlo.
'degustador de becarias'; más bien las que degustaban eran ellas, con bastante descuido por las manchas, desbaberadas ellas.