Querida señorita Randall: lo mismo ya no se acuerda de mí, no sería nada extraño, hace ya muchos años que no tengo que recurrir a este método, desde aquellos tiempos del Bachillerato y de los trabajos que había que entregar al día siguiente.
Claro que entonces uno por lo menos tenía tema prefijado, imagínese el dramatismo cuando hay libertad absoluta para elegir.
¿Cómo dice, que será más fácil?
Bueno, teóricamente sí, lo que pasa es que uno no es especialista en nada y los ejemplos que tengo alrededor tampoco me ayudan demasiado. Fíjese, de cocina no tengo ni idea, me quedé en los huevos fritos y aun hay quien lo discute, y mi vena poética se agotó con los versitos que hice para aquella niña de las trenzas rubias. No se acordará, era un sencillo pareado (desde que te vi/yo te querí), tampoco tuvo mayor éxito.
Para serle sincero, el problema es muy sencillo, estoy de vacaciones y consecuentemente no tengo tiempo para nada. A mí me gusta tomármelo con calma, documentarme un poquillo, buscar alguna curiosidad, esas cosas.
Me muevo en un mundo de auténticos tiburones, gente de colmillo retorcido, que entiende de todo o al menos lo dan a entender y como metas la pata ya te puedes ir preparando.
Dirá usted que a mediados de agosto y en domingo cualquier cosa ligerita serviría, y no le falta razón, vaya eso por delante, pero tampoco quisiera ser yo el culpable de la desaparición de este antro.
Ideas tenia, ¿eh?, que a mí imaginación es lo que me sobra.
Vea si no:
a) Análisis jurídico-literario de texto, con deconstrucción absoluta, de las preguntillas del baranda de la zona (muy manido y demasiado pesado).
b) ¿Es cierto que Davy Crockett sobrevivió al asalto de El Alamo y fue posteriormente fusilado? (poco atractivo para el gran público).
c) El insoportable y bochornoso nivel del periodismo deportivo español (no te imaginas, Sonsoles, la cantidad de españoles que podrían ser redactores del Marca).
d) Veraneos de mi infancia (se me han adelantado).
e) ¿Plasma o LCD? (excesivamente técnico y total ya me he comprado el Samsung).
f) Los viajes del bisabuelo (meramente personal).
g) La primera vez que cobras un alquiler (una experiencia religiosa).
h) No llevo kaiku porque no voy a tocar el txistu ( muy folclórico).
i) El hombre de Hacienda, o “aquí metemos unas hostias de cojones” (el relato de terror ha perdido vigencia).
Etiquetas: Schultz
Rosa Belmonte.
Al Plata». Y el taxista: «Huy, cuanto tiempo hacía que no oía eso». Probablemente desde 1992, cuando el garito echó la persiana. Pero hace dos meses que es posible volver a disfrutar del legendario café-cantante, situado en una calle tan estrecha que sus paredes casi se pueden abarcar con los brazos extendidos (Gasol seguro que puede).
El camarero: «¿Vienes sola?». Pues sí, vengo sola. Por las jotas, el striptease y el on parle français. En la sala con columnas de espejitos, molduras de escayola que simulan mármol, palmeras pintadas en el fondo del escenario y unas sillas que cortan la circulación a mitad del muslo abundan las mujeres. En grupo, con maridos, con novios. Sola, sólo servidora. Como los tiempos han cambiado, lo primero que Carla Torbellino nos dice es que está prohibido hacer fotos o grabaciones con el móvil. Cosa que habría sonado a chino... (a ver si esto va a ser racismo). Otro intento. Cosa que habría sonado a ciencia ficción en una sesión «de la boina» (o en cualquier otra) años atrás.
Carla Torbellino, un travesti que ha salido de la parte trasera de la sala, pide un voluntario para cantar una jota. Se ofrece uno de dentro. Un muchacho de gimnasio que luego hará un striptease y que parece de la compañía de trajes de baño de José Luis Moreno. Se sube a un escenario lateral y se arranca: «Arrecogiendo patatas te he visto el culooooo y si no te lo he visto me lo figurooo». Y sigue, ante el jolgorio general: «Y en la punta del haba tengo un confiteeee y el que tenga cojones que me lo quiteeee». A continuación, el travesti, ya como Juan Carlos, se quita la peluca y la peineta y canta otra jota. Pero en serio. El artista aragonés se quitó peluca y peineta como el que se quita el sombrero para escuchar el himno nacional.
Tras el momento alucinógeno-regional, el número «Cuatro tetitas y dos cafés». Dos chicas con pelucas de corte bob que muy de lejos podrían confudirse con La Maña tardan dos segundos en enseñar las operadas tetas y tres segundos más en mostrar el tralará. Un poco más tarde, una lanzará al público un chorro de leche de efectos especiales. En el escenario, de atrezzo, dos cafeteras Nespresso. Las ciencias, que adelantan una barbaridad. En el negociado del café y en el de la silicona.
Pero lo que más diferencia a este Plata del Plata de siempre son los stripteases masculinos. El más celebrado (y el único que se repite varias veces), el más divertido y el más rápido, el de los tres escoceses con su kilt y nada debajo de las faldas, salvo lo que enseñaban.
Hasta la música que entretiene las pausas tiene gracia: la deliciosa «Sole, pizza, amore» de las Hermanas Benítez, «Poupée de cire, poupée de son» (en español) de la francesa France Gall o «Será el amor» de Conchita Bautista. Y acaban (casi) con «La chica del 17», que sabe a poco y que sirve para presentar a los artistas, los que cantan y los que lo han enseñado todo. Esos chicos más depilados que Michael Phelps y esa chica (Anita Dinamita) que se adorna con una larga ristra de morcillas a modo de echarpe.
El bonus track es ese momento en que sacan a tres espectadores jóvenes, les ponen las faldas escocesas y, arrodillados (Carla Torbellino es uno de los maestros de ceremonias), les bajan los pantalones (sólo los pantalones) mientras cantan «Perdona a tu pueblo, Señor. Perdona a tu pueeeblo, perdónalo, Señor». Y para que la nostalgia siga siendo lo que era, los baños (los de señoras). De seis, uno no se podía ni mirar y dos no tenían puertas. A dos meses de la inauguración. Cabaret ibérico, sí. Wáter ibérico, también.
[0] De las Randall, nada como la Mónica. ¿Y esos tunos gays del video?