Este es el mejor momento para hablar con Vds., pues me encuentro bajo los feéricos efluvios de la mejor cerveza que he tomado nunca: la Stone imperial russian stout, consumida en un bar elegante y acogedor al mismo tiempo -lo que, habrán de concederme, no es una combinación fácil de encontrar-: The Ginger Man. (Para nota: en la entrada, una pizarra inmortalizaba una frase de Homer J. Simpson: 'I would kill everyone in this room for a drop of sweet beer'. Qué más decir.)
No resulta sencillo decir algo nuevo sobre New York (en realidad, Manhattan, pues no conozco el resto), ya que es una ciudad en la que todos hemos estado muchas veces. No sorprende. Ver una gran avenida llena de taxis amarillos forma parte de nuestro imaginario colectivo tanto como los coches negros con puertas amarillas de Barcelona; las escaleras metálicas de las fachadas no son más extrañas que La Cibeles; en la memoria visual de cada uno están en la misma medida el béisbol norteamericano, el balonmano europeo, las pizzas italianas, los noodles chinos, las bratwurst alemanas y la tortilla de patatas. Qué coño: esto es lo que más hemos visto en nuestra vida. ¿Alguien sabe de qué color son los coches de policía de Singapur? Pues no. ¿Y los de NY? Pues sí. Pues eso. Son muchos años de educación audiovisual como para que vengan ahora a sorprendernos la silueta del Empire State Building, Central Park o los neones de Times Square.
Como era de esperar, detrás de los tópicos peliculeros que conocemos de sobra hay una realidad. Baxter street, por ejemplo, una pequeña perpendicular de Canal St., en Chinatown, tiene, en una sola manzana, cinco oficinas de bail bonds, los archihollywoodienses cazarrecompensas que te dejan la pasta para la fianza y, por el mismo precio, te persiguen hasta Cheyenne, Abilene o El Paso para que se la devuelvas si se te ocurre darte a la fuga.
De paso: los locos de las bicis, los orates del skateboard y los chalados de los patines circulan por las avenidas, muchas veces en dirección contraria, y nadie pita.
Tiene cosas especialmente agradables, esta ciudad -Manhattan, digo; repito. El tráfico marítimo es constante. Me atrevería a decir que es difícil encontrar un puerto en España con la misma cantidad de barcos moviéndose a su alrededor. Ya, ya sé que Vigo o Bilbao son puertos de primera a escala mundial. Pero aquí se juntan el ocio y el negocio, los remolcadores old style empujando barcazas con chatarra, las lanchas vacilonas, los cargueros de pescado y los yates de tres palos.
Como sucede en todas las ciudades grandes, se nota que lo que marca la diferencia con Sepúlveda, Porriño o Ágreda es el dinero. Manhattan, como sucede con Madrid, Berlín, Barcelona, Roma, París o Londes, es un sitio que mejora exponencialmente con el crecimiento aritmético de los ingresos. Aquí hay mucha pasta. No es que resulte imposible, pero cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta de la diferencia entre ganar un sueldo medio o tener viruta en abundancia. ¿Qué se puede hacer con doscientos mil euros al mes en Ciudad Real o en Oviedo -un poner, que dicen en Córdoba- que no se haga con veinte mil, con tres mil? Pues en Manhattan la cosa es espeluznante. ¿Que si se puede vivir aquí con un sueldo de oficial administrativo de segunda en un negociado del ministerio de hacienda? Seguro. Pero yo me iría a Wichita.
También es verdad que en quince días y por pura casualidad he encontrado un sitio en el que: a) la pinta de cerveza costaba menos de dos euros; b) ponían música; c) había hamburguesas a ciento cincuenta pelas -y he de suponer que, con la ingente población de ardillas que sobrepueblan los parques, la carne no era de rata-; y, last but not least, d) la camarera, estupenda, y una cliente, también estupenda, se subieron a la barra y pusieron a cien a los parroquianos bailándose un 'Pretty woman' un tanto escandaloso a las 7 de la tarde. The Patriot, se llamaba el tugurio.
Podría prolongar este tostón hasta límites insospechados, pero vamos a dejarlo aquí, por ahora. Seguiremos informando. Desde Nueva York... (movimiento de flequillo), Jesús Hermida... (movimiento de flequillo), Televisión Española.
Postdata para Errabundo: mire, mire cómo es el Flatiron de verdad
Goslum, Crítico: los tengo en mis oraciones.
Etiquetas: Mercutio
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