Sin embargo, la publicidad, como la novela, mantiene unas constantes por encima de las épocas de necesidad, abundancia o acumulación de ajuar social, como fueron los 60: la felicidad y el desafío al conformismo con que Zanussi anunciaba su nueva lavadora automática. Ambos rasgos fabrican un mundo de ficción que demuestra que la publicidad no es sólo un género literario sino también artístico.
Los anuncios de la tisis, el entierro y el suceso del gas revelaban hechos cotidianos, atendían situaciones personales y ofrecían compromisos de las respectivas empresas para solucionarlas. Su mensaje era literario cuando el soporte, prensa y radio, no daba más de sí, hasta que el invento de la televisión hizo que saltara a la imagen y el de los actuales medios de comunicación instantáneos, teléfono móvil e internet, al color como principal impacto. Curiosamente, a medida que desaparece el analfabetismo oficial se vuelve a los métodos visuales de la Edad Media para ilustrar al pueblo y ser eficaz en el mensaje. No es una paradoja, puesto que se busca la simplificación en una sociedad confusa y, de paso, la simplicidad del cliente.
Con el color como verdadero producto, más allá de su anuncio, se reconstruyen y apropian patrias que se escondían por vergüenza hasta hace un suspiro, La Roja, y se conquistan plazas públicas antes ocupadas por el enemigo: Plaza de Colón – Zona Cuatro. O se fundan partidos políticos que fían el conocimiento y éxito de público a colores llamativos y aún no ocupados por sus rivales. La ampliación del negocio que se pretende con la venta de un producto nuevo -aunque de género viejo- a través de un color ya fue bautizada por Goethe como tendencia a la universalidad. En prosa, ocupación de mercado. La teoría de los colores de Goethe se acerca más a la identidad que lo moderno persigue entre el fenómeno que se quiere vender y su percepción por el potencial cliente: “Cuando el ojo ve un color se excita inmediatamente, y ésta es su naturaleza, espontánea y de necesidad, producir otra en la que el color original comprende la escala cromática entera. Un único color excita, mediante una sensación específica, la tendencia a la universalidad. En esto reside la ley fundamental de toda armonía de los colores...” (Teoría de los colores).
Qué afán por distinguirse para ser iguales cuando ya eran iguales sin necesidad de ser condecorados con la distinción.
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