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El Mundo, 24 de Mayo de 2008
CULTURA
EL MASOQUISMO OCCIDENTAL / El autor de 'Lunas de hiel' diagnostica las tendencias autodestructivas del Viejo Mundo / «Vivir en el remordimiento es soberbio y confortable» / «En la derecha ni siquiera hay debate de ideas»
«Europa se está suicidando. Y no debemos permitirlo»
El filósofo y novelista Pascal Bruckner denuncia el antioccidentalismo de la izquierda en 'La tiranía de la penitencia'
LUIS ALEMANY
MADRID.- «Fue necesario el desastre total del siglo XX para que el Viejo Mundo encontrase la virtud, tal como esas rameras a las que la edad lleva sin transición del desenfreno a la santurronería». ¿Suena a provocación neocon? Pues no. El autor de la frase, Pascal Bruckner (sí, el de Lunas de hiel), no es neo (ronda ya los 60 años) ni conservador. «Los debates interesantes están en la izquierda. En la derecha no existen, todo es aburrido; los liberales y los conservadores están encantados de haberse abrazado mutuamente y no se mueven intelectualmente ni un centímetro. Les da igual que la era Bush haya sido un fracaso o que la primacía de los mercados haya decepcionado todas las promesas... La derecha sigue siendo mala para las ideas y buena para ganar elecciones».
De hecho, Bruckner tiene más pinta de galán sesentayochista que de positivista liberal. El cuello de la camisa abierto, el flequillo juvenil, los botines bellamente ajados... Otra cosa es que sus libros sean chinchetas colocadas en los bonitos zapatos de la izquierda europea.
Ese es el caso de La tiranía de la penitencia (editado por Ariel), el ensayo que trajo ayer a España a Bruckner; el libro del que está extraída la metáfora de la virtuosa Europa y la prostituta reciclada en beata. Aquél que lleva el provocador subtítulo de Ensayo sobre el masoquismo occidental.
Y por ahí va la tesis que defiende Bruckner. Que en resumen, es ésta: Europa carga y acepta las culpas de todo lo malo que ocurre en el mundo, en parte, por instinto autodestructivo, en parte, por sus hábitos judeo-cristianos y, en parte, por soberbia.
Lo que nos conduce al desastre a los europeos y a nuestros semejantes. «El mundo necesita a Europa, su manera de ver las cosas, su experiencia de convivencia con todas las cultura, su condición de corazón y memoria de la Humanidad. No hay reemplazo posible para este continente. Europa se está suicidando y no podemos permitirlo, cuenta Bruckner a EL MUNDO. Y continúa: «De Europa salió el esclavismo, el imperialismo, el fascismo, el estalinismo... sí. Pero la solución a todo ello salió también de Europa».
Vayamos al texto: el libro del autor francés expone ejemplos más o menos conocidos en los que la carga de la prueba fue invertida en perjuicio del mundo occidental. Un caso clásico es el de los atentados del verano de 2005 en Londres (podríamos hablar también del 11-M): el terrorismo islámico bombardea Inglaterra pero los culpables terminan siendo Tony Blair, sus votantes, los israelíes, los hombres blancos... ¿Y eso es bueno/justo/bello?
«Bien, la autocrítica es la clave del éxito histórico de Europa», explica Bruckner. «Es la clave de su inconformismo y de su progreso científico, técnico e intelectual. La autocrítica está en la esencia de lo que es Europa desde la exégesis bíblica de los primeros cristianos. Pero una cosa es ésa y otra la mortificación permanente, el vivir en el dolor por el pasado. ¡Caramba! En Francia hay una matanza que conmemorar todas las semanas... En el fondo, lo que ocurre es que vivir instalados en el remordimiento es muy confortable».
Confortable y, a juicio, de Bruckner, moralmente sospechoso. «Los moralistas clásicos ya denunciaban la falsa modestia y la flagelación como formas de soberbia. En el fondo, los europeos nos declaramos culpables de todo porque así pensamos que seguimos siendo los dueños del mundo. Bueno, pues ya no lo somos. Ni lo seremos nunca más».
¿Y ese ánimo de querer comprender al otro, incluido el otro hostil, que enarbola la izquierda europea? ¿No es ésa una idea noble? «Ahí estamos en un concepto sustractivo del amor: para amar al otro, debo odiarme a mí. Pero eso es imposible, no se puede amar sin aceptarse a uno mismo», contesta Bruckner.
Lo que nos conduce a la desconcertante simpatía de cierta izquierda europea de tradición laica por Hizbulá, por ejemplo. «Han sido grupúsculos trotskistas y antiglobalización los que han forjado esa alianza a partir de un cálculo muy sencillo: tenemos enemigos comunes, podemos trabajar juntos. Luego, el resto de la izquierda ha picado. Pienso en el alcalde de Amsterdam, Job Cohen, que ha dicho que algunos actos brutales [cometidos por las minorías musulmanas] deben ser aceptados para no perjudicar la cohesión social». «La izquierda», concluye Bruckner, «tiene que decidir si sus valores son universales y si trabaja para individuos o para minorías».
Y eso también cuenta para el conflicto de los conflictos: Palestina. «Palestina ha sido la causa por excelencia: los hombres blancos colonialistas [los israelíes] expulsan a los musulmanes de su tierra. Los palestinos se convirtieron así en nuestros buenos salvajes y fueron banalizados como individuos». Al cabo, recuerda Bruckner, «llegó la Segunda Intifada y Europa descubrió la corrupción de la Autoridad Palestina y, peor aún, se dio cuenta de que Al-Fatah y Hamas están dispuestos a aniquilarse con más fiereza que la que la que emplean para Israel». Entonces llegó el desencanto: «Hoy, el problema palestino causa hastío».
LA PLUMA DEL 'CAPITAN BRUCK'
Somos malos: «El mundo entero nos odia y nos lo merecemos. Esta es la convicción de la mayoría de los europeos»
Seguidismo: «En el pasado hacía falta audacia para denunciar la barbarie de los conquistadores como hizo Bartolomé de las Casas. En este momento, sólo se necesita un poco de seguidismo».
Amor propio herido: «Necesitamos nuestros clichés miserabilistas sobre Africa o Asia para confirmar el del Occidente predador y encubrir esta herida del amor propio: ya no hacemos las leyes».
Islamofobia: «La invención de la 'islamo-fobia' sirve, sobre todo, para hacer callar a los musulmanes que se atreven a criticar a su propia confesión».
Arabes e israelíes: «En Oriente Próximo se libra una batalla por el título mundial de paria, por la magistratura moral del martirio».
QUERIDA AMERICA, ODIADA AMERICA.
YIORGOS KARAHALIS / REUTERS
«En Estados Unidos», explica Bruckner, «no existe el remordimiento. No, desde luego, en la clase política. Allí, la idea es más mesiánica. Algo así como: 'Somos el país que todos los países deberían intentar ser'». En la imagen, la quema de una bandera estadounidense en Atenas.
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