Las autoridades se hacen acompañar por funcionarios que censarán a la población para unas próximas elecciones. Les traen regalos como mercado, dinero, lengua, identidad, pluralidad y democracia, funciones que ya tenían gratis en el sentido de que no tenían que pagar por ello a otros (un precio sería su definición por esos otros). El panorama no era idílico ni ellos ni nosotros lo pretendemos; lo harán ideal los nuevos y ajenos dueños a fuerza de designar su realidad y reducirlo a cantidad y cosas distintas. La oferta de pluralidad, la necesidad de ser plurales para ser individuos autónomos, es el principal artículo de fe que se les trae: “(...) estas necesidades de ser plurales, de ser unos cuantos, de ser cada uno diferente de los otros, de ser uno, no pueden venir de ahí abajo [‘lo que hay’, que es sin fin], sino de arriba, o sea, de Dios, que es lo que para nosotros representa cualesquiera de las cosas contra las que aquí tratamos de levantarnos: el Poder, el Estado, el Capital.” (1)
El descenso del helicóptero produce un efecto inmediato entre la población: una evidente molestia en forma de tormenta de arena que los disuelve y confunde momentáneamente. Esa confusión es un primer éxito conseguido antes de aterrizar. Un "Divide y vencerás; el lema del Régimen más avanzado de dominio que entre nosotros se padece: la Democracia desarrollada; la Democracia con la pretensión de ser el Régimen último, el verdadero, el único, en el que se tiene que reemplazar a los demás.” Un divide y vencerás rentable y comercial que prosperará como instrumento de distinción personal. Un convencer de que “cá uno es cá uno, es decir, absolutamente diferente de todos los demás”. La empresa que trae el helicóptero gana cuando arraiga entre la gente esa sensación de identidad irreductible, de que lo que le pasa a cada uno es personal y exclusivo (y excluyente), porque entonces es cuando todos son “iguales, precisamente en [por] eso”. A esa dispersión fácil de aglutinar que significa el lema Divide y vencerás contrapone García Calvo el Soy legión, una legión indefinida: “Parecen cosas [esos lemas] que se matan la una a la otra, y efectivamente se matan la una a la otra. En realidad, con alguien que dijera ‘Soy legión’, una Democracia no tendría nada que hacer. (...) cada uno tiene que ser el que es. Ésa es condición para que formen las pluralidades más o menos ordenadas”.
Raghu Rai se hizo fotógrafo por casualidad: durante unas vacaciones un amigo de su hermano (que sí era fotógrafo) le invitó a su pueblo y éste le dejó su cámara. Sin conocimientos técnicos ni propósito documental alguno se empeñó en fotografiar a un pollino que encontró en la aldea; éste huía cada vez que Raghu se le acercaba, todo ello en medio del jolgorio de los vecinos. Lo persiguió hasta cansar al borrico y conseguir la foto. Durante este suceso, Raghu Rai fue legión. Y cada paisano. (La foto también porque fue portada de un diario, británico o indio no recuerdo, enviada por su hermano).
Raghu Rai: “Dust storm created by a VIP Helicopter” (Rajasthan, 1975) Exposiciones en Casa Asia, Barcelona (color y esta foto) y Madrid (blanco y negro).
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(1) y todas las citas: Agustín García Calvo, Ateneo de Madrid, Tertulia Política nº 119, 2 de Abril de 2008. Cortesía impagable, es decir gratuita y por ello libre, de Al59.
(Escrito por Bartleby)
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