LIBRERO: Llámeme librero.
CLIENTE: Luego, cuando le coja confianza. Un libro, si me hace el favor.
LIBRERO: ¿Qué tema?
CLIENTE: No tema, me es igual, es para la calle.
LIBRERO: Ya. Para llevar algo en las manos.
CLIENTE: Sí, es que he dejado de fumar y no sé qué hacer con ellas.
LIBRERO: Tenemos uno de Cervantes estupendo. Gordo como él solo. No se lee pero se compra muy bien.
CLIENTE: ¿Cómo se llama?
LIBRERO: El Quijote.
CLIENTE: ¡Hombre, El Quijote! ¡Qué pedazo de libro!
LIBRERO: ¿Lo ha leído?
CLIENTE: No, pero es uno de los libros que más a punto he estado de leer.
LIBRERO: ¿Cuántas veces?
CLIENTE: He estado a punto de leerlo casi quince veces.
LIBRERO: Joder, eso si que es intentarlo.
CLIENTE: En este país se lee poco, ¿verdad?
LIBRERO: Sí, en cambio, lo que hay es mucha literatura escrita sobre eso.
CLIENTE: Encima.
LIBRERO: ¿Tiene usted muchos libros en casa?
CLIENTE: Enciclopedias todas las que quiera.
LIBRERO: Póngame dos.
CLIENTE: ¿Sabe? Mi mujer empieza a leer su primer libro la semana que viene.
LIBRERO: Nunca es tarde para que empezar.
CLIENTE: Usted qué horario le recomendaría, ¿por la mañana, por la tarde o por la noche?
LIBRERO: Por la noche, dos páginas después de cenar.
CLIENTE: ¿No se necesita receta médica?
LIBRERO: Para nada.
CLIENTE: Es que está tan nerviosa... Figúrese que anoche tuvimos que ir al servicio de urgencias del Círculo de Lectores…
LIBRERO: Se le pasará. ¿Y usted no ha leído nunca un libro?
CLIENTE: No, primero me gustaría comprobar los efectos que produce en mi señora.
LIBRERO: Le advierto que se han dado casos de reincidencia.
CLIENTE: Toma.
LIBRERO: Y de varios libros además.
CLIENTE: Toma y toma. ¿Usted lee?
LIBRERO: Sí, desde antes de ser intelectual.
CLIENTE: ¿Y no le cansa eso de leer?
LIBRERO: Sí, pero me aguanto.
CLIENTE: No sé, pero creo que se sacrifica usted mucho.
LIBRERO: Sí, a veces lo he estado pensando.
CLIENTE: No se lo tome usted tan a pecho eso de leer. Un día sale un experto, dice que es perjudicial para la salud y espere sentado un remedio de las farmacéuticas.
LIBRERO: Tiene razón.
CLIENTE: Las cosas en su justa medida.
LIBRERO: (Enfadado.) Un día me voy a plantar, dejo de leer y que le den morcilla.
CLIENTE: Claro que sí, hombre.
LIBRERO: Es que a veces se harta uno.
CLIENTE: Vaya que sí.
LIBRERO: Tanta letra, tanta frase, tanta idea vertida sin un propósito concreto.
CLIENTE: Más tele, oiga.
LIBRERO: Eso, que ahí por lo menos ya te lo dan todo hecho.
CLIENTE: La televisión es la prosa del pueblo.
LIBRERO: Vaya.
CLIENTE: Bueno, librero adocenado por la lectura, que yo ya tengo que irme…
LIBRERO: Me ha llamado librero… Qué pena, ahora que había empezado a cogerme confianza se va…
CLIENTE: Que se mejore bien.
LIBRERO: ¿Y el libro para el asunto de las manos?
CLIENTE: Me voy a apañar con la carcasa de un dvd que también da mucho juego. Adiós.
LIBRERO: Adiós.
(Escrito por Goslum)
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