La acción que se emprende sin duda, independientemente del resultado, es una rara virtud. La supervivencia de determinados sistemas sociales y económicos ha requerido de diversos estupefacientes para anestesiar la posibilidad de duda individual. Desde la impermeabilización de occidente en los regímenes comunistas al vasto entretenimiento y marketing del capitalismo actual. La tecnificación no sabe de paradas y no descartes que la rebelión de las máquinas sobrevenga porque ellas no tienen inscrita la indecisión en su binaria genética. El hombre sometido por un automatismo no dubitativo. La banda sonora sería inorgánica.
La duda es la antítesis del dogma, que la combate con Fe, pero tiene un funcionamiento más ambivalente que nosotros mismos. Estorba en la toma de decisiones pero contribuye a que éstas sean las adecuadas; y ralentiza acciones que, por tamaña pérdida de tiempo, pueden resultar funestas. Un juego siniestro para el que a menudo recurrimos al azar. Imaginen a esa madre en la disyuntiva de poder salvar uno solo de sus hijos. Posiblemente imperará la lógica de la supervivencia del más fuerte, aunque quizás no siempre, por efecto de las coordenadas sentimentales. La naturaleza dubitativa es, en suma, un fascinante material para esos instantes que deciden vidas enteras. Y en las películas, la elección de un color de cable para desactivar la gran bomba.
Soy Eloy Olalla y estoy a 40 grados en Puebla. Como se lleva chutar fuerte, lo haré colocado. Elijo la izquierda pero a medida que me aproximo veo más hueco en la derecha. Si marco habré cumplido; si me lo adivina el portero precipitaré 20 millones de lágrimas. Será mejor que tire a la izquierda.
A mayor conocimiento menor duda y mejor desempeño. Así se guió el sabio hasta que evidenció que no resolvería la ecuación tan fácilmente. Porque si se me permite una cita, Aristóteles expuso que los grandes conocimientos engendran grandes dudas. Y todavía no había llegado Cristo. Mi casamiento estaba decidido y estipulado hasta que en la víspera me crucé con una mirada azul, como un cielo polinesio.
La vida es sucesión de decisiones, la duda contribuye a decantar o desestimarlas. Paralizante emoción, fomenta también el inmovilismo, que para Sarkozy es el infierno. La amoralidad, la irresponsabilidad y la despreocupación son conductas asociadas a la minimización de la duda. La rectitud, la diligencia y los principios, también.
No ha cundido el estilo publicitario de emplear a un icono fallecido para el anuncio un producto. Donde mucha gente ve irreverencia, yo observo una práctica divertida y con potencial infinito. Incluso una función didáctica en la propaganda, que es instrumento engañoso por definición. Imaginen a Carrero promocionando colchones; a Descartes anunciando un producto capilar que optimiza el brillo; a Gila en rojo Vodafone; a Matusalén con pomadas antienvejecimiento; a Marilyn con el Cicatral. Las posibilidades son infinitas. Quien mejor que un figurín del pasado para instruirnos sobre lo que nos conviene poseer. Necesitamos gurús, amplificados por el don de la resucitación, porque este mercado se nos hace demasiado ancho y elegir nos quiebra los sueños.
Me llamo Martín Deciso y estoy deshojando la margarita que dejó viva el cerdo. Formo parte de la marea que, según afirman los entendidos, dará salud o perdición a todo un modelo de vida. Son muy interesantes las recomendaciones, desde Dios a la intelectualidad, pero se contradicen y sólo coinciden en un punto: vote a quien vote seré demonio. Votaré, en cualquier caso, y si mi elección se compadece con el ganador respingaré de alegría. Si no coincide, tampoco.
Decididamente, a menudo no queda otra que bailar.
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