Pronto desarrolló la extraña habilidad de averiguar de qué charca se podía beber. La compañía de los animales le agudizó el instinto y nada pasaba desapercibido a su alrededor. Una mirada bastaba para todo.
Promesas de mejor vida le hicieron viajar desnudo. Siempre las promesas de mejor vida... quién entre tanta pobreza se puede resistir a esto, se preguntaba.
Pronto abrir un grifo dejó de ser un lujo, pero su posición todavía le obligaba a agarrarse a un clavo ardiendo pagando con trabajos duros y desagradables. También jugó sucio y probó atajos.
El instinto volvió hacer bien su trabajo y salió adelante. Prosperó y atrajo a su clan. Sacó partido a unos escasos metros y a la sólida y extensa red deudora favores que trapichea con carne fresca. Segundo, se la había jugado ya por todos...
(A la memoria de Félix Bayón)
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