Rajoy vence a ZP
@Julia Pérez.-26/02/2008 0:12h
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se olvidó este lunes de difundir su programa electoral y se presentó en el debate de televisión con los deberes cumplidos ante un Mariano Rajoy que le lanzó auténticos misiles, como cuando el líder del PP le acusó en varias ocasiones de mentir a los españoles. Tan concentrado estaba Zapatero en comparar su modelo de sociedad con la gestión popular del pasado, que tardó hora y media en exhibir sus medallas que tanto atraen a la izquierda, como el matrimonio entre homosexuales o el mayor autogobierno. “Ya vuelve usted a hablar de mi Gobierno, yo no he tenido nunca un Gobierno”, sentenció Rajoy algo hastiado. Nervioso, Zapatero regresó a sus terrenos más seguros, como la guerra de Iraq y la gestión de José María Aznar, mientras que Rajoy golpeaba sin piedad. El recurso de ambos: la demagogia.
El líder del PP tuvo la habilidad de introducir los grandes asuntos que buscaba, como la economía, la emigración y el modelo de Estado, mientras que Zapatero intentó eludir estos debates y los sucesivos cebos que le iba colocando. Parapetado tras el populismo y una derecha sin complejos, Rajoy se mostró implacable al llegar a la negociación con ETA: Zapatero ha mentido y ha “dividido a la sociedad y enfrentado a las víctimas”. Pero el líder del PSOE no defendió su decisión de hablar con la banda terrorista, y hasta se refugió en “la conspiración” que intentó crear el PP tras la masacre del 11-M.
Rajoy disparaba sin cesar sobre las contradicciones del Gobierno: ¿A qué Zapatero creer? ¿Al que dice que ANV es legal o al que ahora “por puro oportunismo” quiere ilegalizarlo? Lo más grave: “Usted le dio a ETA la categoría de interlocutor político”. Para nominaciones políticas, replicó el presidente, el reconocimiento que hizo Aznar de ETA como “Movimiento Vasco de Liberación Nacional” durante la tregua de 1998. “A usted no le ha salido nunca de dentro apoyarme. Nunca”, reprochó un doliente Zapatero en su mejor papel.
Ambos se dirigieron hacia sus potenciales electores y a sus simpatizantes más convencidos. Zapatero optó por los mensajes que calan en los jóvenes y en la izquierda, como el cambio climático, la ayuda al desarrollo o la garantía de cubrir las necesidades de quienes no tengan éxito en la vida, colofón al debate que le salió redondo. En cambio, Rajoy se dirigió hacia las personas de orden, las que quieren mejorar la educación, las que aspiran a regular la afluencia de inmigrantes, y las víctimas del terrorismo: “Mantengo lo que he dicho. Usted ha agredido a las víctimas de ETA”, sentenció en el momento más duro del debate. Zapatero desmentía esa acusación, pedía rectificación. "Me da igual", le contestó un implacable Rajoy en su peor papel.
El líder socialista se acababa de refugiar en su parroquia, al acusar al candidato del PP de haber dicho que los creadores que apoyaron a su candidatura estaban “untados”. “Un país que desprecia a sus profesores y creadores es un país que vuelve la espalda al futuro. Y un político que desprecia la cultura, no merece presidir un país”, replicó un duro Zapatero. Rajoy negó la mayor y replicó que él defiende a los creadores, pero que critica que llamaran a los votantes del PP “turba de estúpidos”.
“Diálogo o confrontación”. Ése fue el dilema que Zapatero planteó a los electores. O un proyecto como el suyo, representado por “aquellos que desde el poder servimos a los ciudadanos” o un modelo como el del PP, el de los que “han utilizado a los ciudadanos para llegar al poder”. Rajoy no picó y se presentó como el paladín del pueblo, del currante que madruga, el defensor de esas 300.000 personas “de carne y hueso” que han perdido su empleo, mientras acusó al presidente de esconderse detrás de los datos macroeconómicos. “Usted no le ha dado cuerda al reloj y el reloj se ha parado”, proclamó en relación a las reformas económicas.
El líder del PSOE vuelve a la oposición… frente a Aznar
Llegó el primer traspiés de Zapatero. Por un momento se convirtió en el líder de la oposición a un Gobierno de Aznar transportado desde el lejano 1996 al “primer debate del siglo XXI”, como lo definió el moderador, Manuel Campo Vidal. Desde allí reprochó a Rajoy que, siendo ministro de Administraciones Públicas, congelara el salario de los funcionarios, mientras comparaba las cifras de paro, la inflación, los precios del petróleo y de los cereales… “Cuando ustedes gobernaban toleraron el redondeo de euro, cosas que valían cien pesetas ahora valen un euro”. Zapatero negó que la maquinaria esté parada: “Hoy los relojes van a pilas y nosotros hemos cargado las pilas de la economía”.
Zapatero se presentó como un alumno frente a su profesor en lugar de un presidente que se presenta a la reelección, orgulloso de sus cuatro años de gestión. Rajoy le había puesto deberes en un debate parlamentario, al exigirle que España debía crecer al 3% y crear dos millones de empleo, los logros del PP. “Me retó a crecer al 3% y hemos crecido al 3,7%. Hemos creado 3 millones de empleos. Hemos superado todo lo que nos exigía. Señor Rajoy: no olvide lo que acabo de decirle”, concluyó.
Si algo hubiera podido superar el candidato socialista al popular hubiera sido el ámbito de las políticas sociales. Pero Rajoy actuó con habilidad y concentró este debate en la inmigración y en el informe PISA, que sitúa la educación española a la cola de la OCDE. Ambos asuntos preocupan a ciudadanos de todo el espectro ideológico, y ante los que el líder del PP exhibió sus mensajes electorales: “Aquí hay que poner orden y control”, a “igualdad de deberes, igualdad de oportunidades”, sentenciaba en relación con su contrato de inmigración. Y frente al “clamoroso fracaso” de Zapatero en Educación, Rajoy exhibió su fórmula para cambiar el modelo español: “Mérito, trabajo, esfuerzo, autoridad del profesor; menos Educación para la Ciudadanía y más inglés y sociedad de la información”.
El candidato socialista regresó al pasado y recordó que el PP hizo dos leyes educativas, que él tuvo que solucionar en vista de la división surgida. Habló del retraso educativo en España, pero poco más. En cuanto al contrato sobre emigración, donde el extranjero se compromete a respetar las costumbres españolas, Zapatero destacó que ese papel no era necesario porque ya existían las leyes para prevenir temores como la poligamia o la ablación del clítoris que había ondeado el PP.
El ‘bono bus’ y el España soy yo
A Zapatero hasta se le volteó su estrategia. Porque de presentar al PP como un partido girado tan a la derecha extrema que ejerce una oposición única en el mundo occidental, pasó a contrastar su regularización masiva de un millón de inmigrantes -que “se les colaron a ustedes”- con la de un Rajoy que regularizaba personas sin papeles “con un bono bus”. “¿Qué es eso? Je, je”, le preguntó el líder del PP. “Bastaba una factura de una noche de hotel o un bono bus –insistía Zapatero-. Señor Rajoy: ¿Con qué cara habla usted de regularizaciones, usted que como ministro regularizó inmigrantes con un bono bus?”
Y llegó el cierre para un debate duro, en ocasiones trepidante, donde Rajoy mantuvo contra las cuerdas al líder socialista la mayor parte del tiempo, pero sin analizar propuestas. El candidato del PP patinó y se fue más allá del populismo. Primero se identificó con España: él no es quien gana o quien pierde en estos comicios; "lo gana o pierde España entera". Luego soltó un discurso con la figura de una niña que nace en este país, para la que desea que tenga familia, una vivienda, y unos padres con trabajo.”Yo me esforzaré principalmente para que la familia esté atendida y la vivienda se pueda conseguir y para que no falte el trabajo”. Aspira a que esa niña, nazca donde nazca, reciba la mejor educación, se pasee por el mundo “sin complejos”, sea “un heraldo de la libertad"....
A Zapatero el colofón le salió más completo y salvó los muebles al abandonar su línea defensiva y apelar de nuevo a los jóvenes. “Estoy decidido a que España esté siempre en el mundo defendiendo la paz, lejos de las guerra ilegales, incrementando la ayuda al desarrollo hasta el 0,7%". Trabajará "inspirado por los mayores" para "hacer un futuro para nuestros hijos y con la ambición de progreso que tienen los jóvenes”. No puede prometer que todos ellos tengan éxito en su vida, pero sí se comprometió a que haya igualdad de oportunidades y aquellas personas que no alcancen el éxito “ tendrán siempre el amparo de nuestro país. Buenas noches y buena suerte”, se despidió como en la película de George Cloony.
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