El nacionalismo vasco, así como el catalán, y como cualquier otro fenómeno de esta naturaleza, se basa en el Mito y
La leyenda del tubalismo comienza ya a fijarse durante
Domuit vascones. Esta frase, aparentemente inocente, se ha convertido en una especie de lema de todo el nacionalismo vasco, a derecha e izquierda, siendo incluida hasta en algún comunicado de ETA. Falsamente se ha atribuido la expresión a los diferentes reyes godos, quienes andaban siempre sometiendo a los vascones, una y otra vez, a rey muerto, rey puesto, y todos hacían gala de la expresión, llegando incluso al extremo de acuñar monedas con el lema, como si su reinado no tuviera otro sentido que someter a aquellos díscolos pobladores del norte peninsular que nunca se dejaban dominar del todo y resurgían, una y otra vez, de sus cenizas, como otro mito, el del Ave Fénix. Lo malo es que la frase nunca llegó a escribirse de manera oficial por ningún rey godo.
Arrigorriaga. Piedras rojas. De sangre, obviamente. Batalla de Padura, de dudosa autenticidad, que tiene como trasfondo las guerras de Castilla para independizarse del reino de León, en el siglo IX. Curiosamente, y no es caso único, en esta leyenda ya tenemos a los vizcaínos guerreando, codo con codo, con los castellanos (también lo harían en la conquista de América o en el sometimiento de Navarra), y capitaneados por un tal Froom, al parecer un noble escocés que, caso de haber existido, hoy podríamos identificar con una especie de Gerry Adams que ya andaba metiendo cizaña. Sabino Arana y otros autores nacionalistas, muchos de ellos de vocación religiosa, cómo no, reinterpretaron la leyenda a su antojo, glosando aquel enorme derramamiento de sangre como una lucha de los antepasados para salvar a Vizcaya de la dominación española(¡¡España en el siglo IX!!). Sabino supo sacar tajada y, como la presunta victoria sobre los españoles se produjo un 30 de noviembre, no sólo estableció esa fecha como fiesta nacional (aunque más tarde la cambiaría por el domingo de resurrección, Aberri Eguna), sino que, siendo ese día San Andrés, tomó la cruz del citado apóstol para diseñar la ikurriña.
Fueros. O como el nacionalismo convierte un privilegio, una concesión real, en una institución preexistente a la voluntad del soberano que los otorga, una suerte de Constitución originaria que el pueblo se habría otorgado a sí mismo. Se omite que quizá esa concesión obedecía a la españolidad de los vascos, a su lucha junto a los reyes de Castilla para someter, por ejemplo, al reino de Navarra, teniendo, además, un alto contenido económico y fiscal. Xavier Arzalluz, la figura más influyente en la historia del PNV, junto a Sabino Arana y José Antonio Aguirre, considera, sin rubor, que es en el año 1.839, con el abrazo de Vergara que pone fin a la primera guerra carlista, cuando el País Vasco pierde su independencia, cuando por la fuerza de las armas terminan los privilegios de los que se venía gozando. Equiparar fueros, privilegios de corte medieval, con independencia es una manipulación histórica que nadie, que no milite religiosamente en la tribu, puede sostener en un debate serio. ¿Acaso luchaba el mítico Zumalacárregui por otra cosa que no fuera, aunque con otro monarca, el reino de España? Esta ficción ha sido asumida y sostenida reiteradamente hasta por
La raza: ??????
La mitología nacionalista catalana es menos belicosa, quizá debido al carácter más bien pactista de los catalanes. No obstante, también hay un lugar para la guerra, el medio sin duda más favorable para la aparición de héroes, de figuras sobre las que cabalgar……Recientemente, en un programa de televisión, Carod Rovira echaba en cara a los españoles que nada habían aprendido desde 1.714, fecha mágica en el imaginario colectivo catalanista, o más bien nacionalista. Algo sí hemos aprendido, al menos los que estudiamos algo de historia no adulterada por el nacionalismo, y sabemos que la derrota del 11 de Septiembre de ese año, encuadrada en la Guerra de Secesión, supuso la abolición en Cataluña, mediante los Decretos de Nueva Planta, de fueros y otros privilegios y la desaparición de la lengua catalana del ámbito público u oficial. Quizá el problema de Cataluña fue apostar a caballo perdedor en aquella guerra, pero es evidente, e innecesario extenderse en ello, que hasta ese momento Cataluña era tan española como Castilla, Aragón o Navarra. De aquella derrota surgió un mito, la independencia perdida, y un héroe, Rafael Casanova, conseller en cap de Barcelona durante el sitio de
"Señores, hijos y hermanos: hoy es el día que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignas de ser catalanes y hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios".
Lluís Companys es sin ningún género de dudas el mito por excelencia del nacionalismo catalán, seguramente por el trágico final que tuvo el que fuera Presidente de la Generalitat durante
Sí que es de justicia, aunque pueda pesar a muchos, reconocer al nacionalismo una evidente y notable capacidad para adaptarse al medio, por hostil que éste sea, en su estrategia clara y rotunda de expansión, de pulso permanente al Estado en una batalla en la que el tiempo, si el Estado al que consideran su enemigo no se refunda, juega a su favor. Casos como el de Ibarretxe o Montilla rompen determinados clichés que hasta ahora parecían sagrados, pues dejan en segundo plano elementos o características hasta ahora sagradas del Mito nacional, como pueden ser la lengua o el territorio. El lehendakari, en el momento de acceder al cargo y pese a unos apellidos tan netamente vascos, no conocía, y menos utilizaba, el euskera. El caso de Pepe (o Josep) Montilla, aupado al cargo por los más y mejores divulgadores del Mito y la Leyenda, es todavía más sorprendente: no sólo recibe clases de catalán antes que de economía o ciencia política sino que es nacido fuera del territorio, lo que para algunos puede significar un detalle chusco, o gracioso, pero que se inscribe, por parte del nacionalismo reinante, en una estrategia de mucho mayor alcance de lo que a simple vista pueda parecer, en una reinterpretación del Mito, soslayando dogmas como el territorio (aquí opera como lugar de nacimiento) o la lengua, en el afán incansable por alcanzar sus metas al precio que sea, dulcificando su mensaje para la captación de más y mejores adeptos, fenómeno en forma de banderín de enganche al que tampoco serán extraños en un futuro, o ya mismo, los inmigrantes de otras latitudes.
(1) Tal vez, Villarroel no alcanzó la condición de héroe nacional por no ser catalán más que de nacimiento, pero de no de ascendencia. No obstante, tiene dedicada una calle en Barcelona.
(2) Desconozco, a día de hoy, si el libro ha sido traducido al castellano. Sería una pena que un excelente trabajo como éste no tuviera la difusión que merece, porque Companys forma parte de la Historia de Cataluña, pero también de
(Escrito por Reinhard)
Etiquetas: Reinhard
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 365 de 365