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Inquietante y sugerente, sombra. Proyección oscura que lanza un cuerpo en el espacio, imagen oscura, espectro o aparición vaga. Y mácula, suerte o fortuna, clandestinidad y desconocimiento público. Y la cárcel, que es adonde me lleva este caminito de sabios que es la sombra, fresca y oscura.
Leo, en un artículo muy recomendable de Revista de Libros, de la aversión que sentimos hacia estas materias penitanciarias, como hacia todo lo que sugiera ideas ofensivas o desagradables, al parecer efecto de la civilización según Stuart Mill, y de cómo la cuestión carcelaria desaparece de la esfera pública ante unos ciudadanos indiferentes para quienes lo que ocurre tras los muros de las prisiones les trae sin cuidado. A su vez lo expertos, quizás atribuyendo al resto de los ciudadanos una ferocidad constatable, se refieren a la opinión pública como el “público indeseado” con quien es preferible actuar a sus espaldas para abordar los programas de mejoras, programas absolutamente impopulares sobre los que tambiñen pesa lo que llama la less elegibility, lo que podría entenderse como que en la lista del reparto presupuestario siempre estarán en la cola. Del interesantísimo artículo “Ayer, hoy ¿mañana?: la cárcel y sus crisis” de Iñigo Ortiz de Urbina Gimeno sobresale un dato abrumador. ¿Creen ustedes que en los últimos años, pongamos desde 1990, hemos avanzado en esta sociedad hacia altos grados de bienestar, justicia y riqueza? Si consultamos con una visita a su web las estadísticas del INE y la propia página del Ministerio de Interior, el resultado es impresionante. Casi hemos duplicado el número de presos. De 33. 035 en 1990 a 65. 539 en mayo de 2007. Sospecho que la construcción de cárceles no ha crecido al mismo ritmo. No obstante, la web del Ministerio nos sirve un claro ejemplo de la bobería que ahoga a nuestros gobernantes con su enternecedora descripción de las setenta y siete cárceles españolas, mapa penitenciario moderno y funcional, tócate los cojones. No sé qué crecimiento es más espectacular, si éste o el de los cocaicómanos. En fin, da igual, todo lo tendremos que pagar.
Reseñarles que en este panorama umbrío donde algunas almas de cántaro abogan por suprimir los presidios para siempre y otros premodernos lo solucionan con una cuerda, se ven algunas luces, curiosamente, todavía rondando el skyline de la ciudad de Nueva York y sus famoso éxitos con la estrategia policial tolerancia cero. Sorprendentemente, mientras se desarrolló esta actividad policial aumentando el número de casos y arrestos, el sistema penitenciario neoyorkino crecía por debajo de los demás Estados federados. Al parecer puestos a gastar dinero en presos, mejor gastar en que haya menos.
Decíamos ayer... al menos en los Campos de Fresa, que está por escribir un estudio sobre la relación de la poesía con “la marea pestilente del ocultismo” y Al59 nos presentaba unas letras de Rubén Darío. Debió de tratarse de una amistosísima convergencia astral, pues, ayer mismo, mientras intentaba repescar una cita de Eugenio D’Ors en Helvetia y los lobos sobre la turbación que le causaba el asunto de las cárceles, de su insoluble confusión ante la crueldad y ante la injusticia de que la suerte del criminal resulte mejor que la del desheredado, cayó en mis redes una coda – que este catalán título lleva el artículo- que no puedo menos que transcribir, pues, con una de esas fantásticas anécdotas de D’Ors, creo que nos alumbra acerca del destino de los peculiares caminos del gusto por la magia y lo oculto.
« CODA (domingo 26 de mayo de 1946) Hay otra historia sobre Rubén Darío que no quise contarla esta tarde en el Instituto Fernández de Oviedo; porque allí sólo evocaba recuerdos de presencia personal. Y es la que me contó en su día nuestra admirable Pilar Serueda, y ahora repetiré, por lo que trae de confirmación a mis tesis sobre la constante y definitoria vocación de énfasis, que al poeta animó, y salvó, con su vida, a su obra del naufragio en las aguas turbias de la bohemia.
Y se refiere al tiempo de estadía en Mallorca; donde los quebrantos de su combatida salud le pusieron más de una vez en trance temeroso de muerte. En algunos de los cuales cuidó de procurarse espirituales auxilios. Pero entonces él no pedía como cada quisque al “cura”, ni siquiera, en términos más escogidos, al “sacerdote”. Sino que, entre bascas y con voz implorantemente angustiada, decía:
- ¡Que me traigan un teólogo!...
Un teólogo, y no menos, se necesitaba para él. […]»
Sombría goslumsiana:
“¡Luz, más luz!” – Dicho popular catalán.
Etiquetas: Melò Cucurbitaciet
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