Ustedes perdonen, pero no me resisto:
ETA rompe la tregua y Zapatero desvaría
Pablo Sebastián
El presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, sin reconocer sus graves errores en el proceso de negociación con ETA, acaba de dirigirse a los españoles de una extraña manera, que evidencia su desconcierto y desvarío, porque habló, sobre todo, a los ciudadanos del País Vasco para decirles que él hizo todo lo posible por llegar a un acuerdo con la banda terrorista y que el futuro del pueblo vasco “depende de ellos mismos”, dentro de la legalidad, —en vez de decir, aunque fuera por una vez, que solo depende de la soberanía nacional de los españoles—, en un intento tan desesperado como inútil de ser comprendido en esta tan temeraria y equivocada política. La que marcó la legislatura, acompañada de la reforma confederal del Estado, que ahora se acaba bajo la amenaza de las pistolas y las bombas, aún humeantes del atentado diciembre en Barajas, y que incluye en su debe la muy reciente derrota de Zapatero en las pasadas elecciones municipales.
El presidente también ha querido dar —como si de una despedida se tratara— las gracias a los partidos nacionalistas que le apoyaron, o indujeron, en el error de la negociación con ETA sin las debidas garantías y con sus permanentes concesiones políticas, y ha hecho un tímido llamamiento al PP para que le apoye en estas difíciles circunstancias. Petición en pos de la unidad de todas las fuerzas políticas que debió hacer Zapatero en diciembre tras el atentado de Barajas, y que no quiso hacer, empeñado como estaba en reabrir, otra vez, la negociación que ahora parece haber llegado a su final.
La alocución del presidente refleja el desconcierto en el que se encuentra y oculta un guiño desesperado a la unidad de su coalición parlamentaria, PSOE-nacionalistas, frente a un Partido Popular al que los hechos le han dado toda la razón, a igual que la dieron a todos los ciudadanos de bien que sin estar en el PP —muchos de ellos del PSOE— vieron desde el principio de la negociación con ETA que estaba obligada al fracaso porque carecía de los apoyos políticos suficientes —el apoyo del PP y de las victimas de ETA—, y de las garantías democráticas —previo abandono de las armas por parte de ETA— y legales que el presidente se ha saltado impunemente con la ayuda de su partido, de su Gobierno, del fiscal general del Estado y de unos Servicios de Información (el CNI) que han fracasado estrepitosamente a la hora de recabar la información sobre las intenciones y actitud de la banda.
Como ha fracasado su equipo de negociadores —hasta hace poco reunido con ETA—, al tiempo que Zapatero hacía concesiones políticas y escalonadas a ETA: sentada del PSE con Batasuna, aceptación de una mesa de negociación política, protección de la fiscalía a Otegi, la excarcelación de De Juana, y la legalización de ANV para participar en las elecciones vascas. Concesiones que a la banda le resultaron insuficientes porque según los etarras el presidente se había comprometido a ir mucho mas lejos —en cuestiones de soberanía, autodeterminación y unión de Navarra al País Vasco— y mas de prisa en los contactos preliminares que facilitaron, hace 14 meses, el anuncio del alto el fuego. Y concesiones que serán inútilmente negadas por el presidente y su partido, para decirnos que el fin del alto el fuego confirma que Zapatero no les dio lo que pedían, cuando la realidad —basta mirar a De Juana en la calle y a ANV en los ayuntamientos— es otra y a la vista está.
Lo hemos dicho más de una vez, estamos ante (o bajo) el presidente del Gobierno español más incapaz e incompetente de nuestra Historia. Un jefe de Gobierno, Zapatero, que ha despreciado a la nación española, que ha roto los pactos de la transición sobre la convivencia y la unidad de España, y que se ha lanzado, sin la menor garantía y por su cuenta —sin el apoyo necesario de la oposición y de las víctimas del terrorismo—, a unas ilegales y caóticas negociaciones con ETA que ahora llegan a su fin, como no podía ser de otra manera. Como al final de su escapada y mandato deberá llegar Zapatero (y el PSOE, cómplice de todo ello) en cuanto, en los próximos meses, se convoquen las elecciones generales de final de la legislatura —que ya veremos si se adelantan en las actuales circunstancias— y su paso por el palacio de la Moncloa quede reducido a una mala pesadilla.
La banda terrorista ETA ha roto definitivamente el alto el fuego (que nunca existió como tal) y anuncia, a partir del día de mañana, la vuelta a los atentados criminales una vez que, de la mano de Zapatero, han conseguido poder municipal, han recuperado su protagonismo político y mediático, y también han ocupado las calles del País Vasco, sin que en ningún caso este Gobierno y su fiscalía general aplicaran el peso de la Ley de Partidos que habría impedido tanto desafuero. Y que ha dejado al Estado español en el mayor de los ridículos frente a ETA, y al conjunto de los ciudadanos con la mirada fija y asombrada en el palacio de la Moncloa donde habita el rey pasmado, al que muchos españoles ya han comenzado a verle la peana de madera que se esconde bajo su falsa túnica de santo con talante, como se vio en la derrota de las elecciones municipales.
Ahora sabemos por qué Zapatero no asistió el pasado domingo al desfile de las Fuerzas Armadas en León, donde dejó plantado al Rey, y porque tanto empeño en hablar, ¡a buenas horas!, con Rajoy. Su ya fracasado equipo de negociación y los servicios de Inteligencia del Estado le había confirmado tarde y mal el regreso final de ETA a la violencia, algo que era fácil de imaginar desde que la banda atentó en Barajas, en plena luna de miel con un Zapatero, a quien se le quedó una asombrosa cara de tonto (reflejo del alma), porque el día anterior había anunciado que nunca España había estado más cerca de la paz, y que 2007 se presentaba como el año final de la violencia etarra.
Pues, a pesar de ese mortífero aviso de Barajas, el genio de la Moncloa lo volvió a intentar, siguió engañando a los españoles (y al Congreso de los Diputados) tras decir, a su pesar, que se habían roto las conversaciones con ETA mientras aumentaba su dosis de concesiones políticas a la banda con la excarcelación de De Juana —que por ahí anda a sus anchas, desafiando a la Justicia— y legalizando ANV/Batasuna, a ver si así, regalo tras regalo, conseguía llegar a las elecciones generales sin atentados, lo que no va a ser posible porque los jefes de la banda ya han dado la orden de matar.
Incluso durante la campaña electoral y en sus mítines en el País Vasco, Zapatero, suponemos que siempre mal informado y convencido de que está tocado por los hados de la fortuna, seguía insistiendo en que había que continuar con el falso proceso de paz que hoy feneció y que debería de provocar, al primer disparo de ETA, la dimisión del presidente Zapatero ante el Congreso de los Diputados y también ante su partido —el sábado tiene ante sí una excelente oportunidad ante el cómplice y asombrado Comité Federal—, donde entre otras cosas se dedica a cortar las cabezas de la federación de Madrid por el estrepitoso fracaso electoral del que Zapatero es el único responsable.
Naturalmente Zapatero no se irá, sino que, como el Titanic en la noche del hundimiento, siguió navegando con la sonrisa estirada y el rumbo firme hacia el iceberg. Y cuando llegue la próxima bomba de ETA, o el tiro en la nuca de otro inocente ¿Qué les va a decir a los españoles, a los que en cierta manera ha ninguneado en su primer discurso para dirigirse a los vascos y a sus aliados nacionalistas? ¿Qué les dirá el sábado a su partido? Pero mientras, vamos a ver que hacen el jueves los magistrados amigos del PSOE con Otegi en la sentencia que deberá acordar el Tribunal Supremo y que fue aplazada de una manera indecente para que no les afectara a la candidatura de ANV. Y vamos a ver que hacen con De Juana, y vamos a ver que hacen, el presidente y el PSOE, con Navarra. Porque ETA, tras burlar a todos y colarse en los ayuntamientos vascos, ya ha enseñado sus cartas y marcan bastos manchados de sangre.
No hacía falta ser un genio, ni adivino, para saber lo que iba a ocurrir en España bajo el mandato de Zapatero, ni para ver la incapacidad temeraria de este personaje que, ahora, se encuentra desbordado por sus propios y demenciales errores. Los que nos llevado a los españoles a esta dramática situación con ETA, y los que han metido a su partido —después de haber liquidado él a todos sus barones— en un callejón que no tiene más salida que el cese o la dimisión de tan flamante y sonriente secretario general.
No ha sido el PP, sino que fue Zapatero quien utilizó en política la cuestión terrorista, convencido de que pasaría a la Historia, aislaría al PP y culminaría su Estado confederal —cuyo ensayo catalán sigue pendiente del Tribunal Constitucional—, y por eso ya estaba preparando su candidatura al Nobel de la Paz. Pero las cosas son bastante más sencillas de lo que parece y España una nación con mucha Historia y sabiduría como para dejarse engañar. Y no solo por Zapatero sino también por este PSOE que, a sabiendas de lo que ocurría con y contra España, se lo consintió a cambio del reparto y disfrute del poder. Y a no perder de vista en todo esto la responsabilidad de los aduladores y de los medios de comunicación que han apoyado tan larga cadena de disparates. Los que no han querido ver ni denunciar la levedad del líder y la gravedad de la situación nacional.
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