hoy leyendo El Mundo a la vista de everybody, provocando, en Ferraz... pero ni echarme cuentas, oyes, todos como putos zombies, fumaos de Marijuana Chaos, dándose ya por victoriosos y salvados… y yo con retortijones de la risa… de verlos y del artículo que andaba leyendo, uno de Manuel Hidalgo, ese escritor de éxito en las principales librerías de lance, que va de hombre tranquilo, pero que de vez en cuando tiene esos ataquitos de histeria congenitos, de progresito de pitiminí…
al tigre me lo llevo para terminarlo, este “División y radicalismo”, que dice:
La división de opiniones es cosa natural [y que lo digas, torero]. Los ciudadanos tenemos opiniones distintas, ideologías distintas, modos de vida distintos, objetivos distintos y necesidades distintas [y capacidades distintas y muy distintas formas de encarar la vida estando, o no, a la altura de esas capacidades o incluso por encima de ellas]. Por mucho que se diga que ya no hay derechas e izquierdas, las hay, las ha habido y las habrá [mis definiciones. Izquierdista: persona que quiere cambiar el mundo cuando en realidad debería aplicarse a cambiar su propia vida, que es, de hecho, a lo que se dedica con ahínco en cuanto coge un cargo / Socialista: persona que quiere hacer a los demás partícipes solidarios de su fracaso, casi siempre usando medios coercitivos. A más medios coercitivos, el socialista pasa a denominarse comunista], aunque unas y otras [derechas e izquierdas, no se me pierdan] hayan recorrido un camino de experiencia [desastrosa ya sabemos en qué casos] y hayan moderado sus formas y excesos, incrementándose, con la aceptación de la democracia [que sea ‘avanzada’, y me pone cuarto y mitad, por favor] y el desarrollo económico [de esto menos, y que sea sostenible], el terreno de la convivencia tranquila.
Las elecciones se hacen para que un partido lleve a cabo su programa, que no es el programa del partido rival [a veces, ni siquiera el propio] y que puede ser su opuesto [el opuesto del propio, eso]. Si ese programa no pudiera llevarse a la práctica so pretexto de que genera división –que no es otra que la previamente existente y dilucidada en las urnas- más nos valdría no hacer elecciones y consagrar un sistema permanente de gobiernos de concentración [en eso estamos, ¿no, Hijodealguien? en pactar con todos los pillabichos y saltalindes, acaparar el mayor poder posible y no soltarlo…]
El consenso puede ser bueno en ocasiones [las que convenga a la Secta, ¡ya te vale!], pero las elecciones lo que resuelven es el disenso, es decir [atentos, que lo explica], facultan a unos a ejecutar sus ideas e indican a los otros que deben esperar un momento, que ya llegará, para hacer lo propio con las suyas [o sea, el disenso es lo de Venezuela, un poner, o lo de Andasulía, un nepor]. Que estos últimos [los malos] mantengan alto su nivel de crítica es lógico, pero que la crítica se materialice en desquicie, obstrucción y escándalo de pupitres es otra cosa [y tanto, esto de los pupitres escandalosos es nuevo, aunque ya se sabe que los pupitres siempre han sido reaccionarios... ¡que los prohíban! ¡todos a dar la clase en el patio de recreo, sin discriminación de edad ni nivel ¡lúdica, logsianamente!].
Los populares [los malos, o sea] se hartan de decir que Zapatero divide a los españoles, pero la división iracunda de la que hablan no es otra que la que ellos atizan por su resistencia enconada y ponzoñante [otro De Prada, pero en progre] a que se cumpla el sentido último [la esencia, osea] de la democracia, que no es el pactarlo todo a medias, sino el de regular quién hace qué y cuándo, te guste o no [¡una más de Salgado! ¡marchando!].
Dicen los populares –segundo latiguillo, junto al de la división- que Zapatero es un energúmeno del radicalismo. ¿Radicalismo? La primera radicalidad existente no es otra que la radicalidad de una situación establecida, la que los conservadores nunca quieren cambiar y la que afecta a millones de personas que no la comparten y no la soportan. Ese es el más fuerte radicalismo: el radicalismo de lo que hay [di que sí, abajo la puta ley de la gravedad, puro fascismo, y las leyes de la genética, que son de lo peor: creemos el hombre nuevo socialdemócrata, que nos trae hoy el patito Mandarín].
No sé, nacionalizar la banca, desamortizar los bienes de la Iglesia [me adhiero: que comiencen por las Iglesias vasca y catalana], expropiar los latifundios, desprivatizar sectores industriales estratégicos, hacer una reforma agraria que tiemble el misterio, eso, y algunas cosas por el estilo [que tanto han contribuido allí donde se han aplicado al desarrollo económico que, más arriba decías, incrementa el terreno de la convivencia tranquila, ¡qué que no?] sería, en parte, radicalismo.
La socialdemocracia liberal [toma oximorrazo, de esos que tanto gustan por aquí] es una hermanita de la Caridad [hermanita de la Cal-viva, ya te vale, como aquellos franciscanos de Paracuellos, hermana bala, hermana nunca…] comparada con los jefes –los obispos- [debe referirse a los obispos vascos, que bendicen a la tropa etarra antes de que salga a ‘enderezar’ a maketos y cristianos descarriados] de las auténticas hermanitas de la Caridad, a quien Dios bendiga [ahora son ong, molan]. Éstos que hablan de radicalismo se quedarían asombrados si pulsaran las opiniones de muchos españoles sobre cosas que Zapatero tendría que hacer y no hace [a ver, pringaos del CIS y sociólogos en general, dejaos de estudios y encuestas y consultad al Hidalgo éste, que es el ora-culo, un poeta a pie de calle, incluso de esquina…] porque el centro izquierda español [¡qué tío, ha inventado el oximorón triple!] es, digan lo que digan algunos, un prodigio de paciencia y de cautela [que se lo digan a los jueces] por no molestar demasiado [a etarras y moros]. Pero es que ellos [los malos, la derecha extrema] están acostumbrados [mal acostumbrados] a que no les molesten lo más mínimo en la gestión de su radical propiedad indivisible: el “deber ser” de todo y de todos [di que sí, estos fachas se han acostumbrado a que no los echen de la vida pública, a que no les expropien sus bienes y a que no les regulen hasta el tránsito intestinal, que joíos fachas…].
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