Rohmer se cuenta entre mis cineastas favoritos por una sola razón: la sencillez de sus películas. Esto es algo que sobre todo hoy es necesario, muy necesario. Hay muchas películas, hablo de esas rodadas para todos los públicos, en las que aparecen sentimientos exaltados, desproporcionados, exagerados. Son películas que se parecen a la Coca Cola. Un golpe fuerte de sabor y burbujas y luego, el olvido. ¡Qué diferencia con las de Rohmer, con esa sutileza en la presentación de las ideas, con la puesta en escena, incluso qué diferencia entre el erotismo delicado de Rohmer y la zafiedad de las de hoy en día!
No sé quién me dijo que Rohmer era católico. Creo que es la única vez que me alegré de ello. En su religión está su poética, aunque no tengo pensado ir de misa en misa para conocerla mejor.
Les dejo algunas escenas:
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