En esa calle, principal de la ciudad, hay abundante comercio, y como representativa que es, sucursales mayores de las entidades financieras de la provincia. En una de ellas escuché yo, de boca de un miserable de ojos huidizos y gesto nervioso, que vestía terno rancio y miraba detrás de gruesas gafas de pasta que le resbalaban sin cesar por su vulgar nariz, quimeras delirantes soñadas entre licores y fumarolas de puros hediondos. Justificaba el personaje, ante la mirada severa del empleado del banco que le requería por enésima vez el pago de las deudas atrasadas de su agonizante partido, la razón del engendro que se parió en el Título VIII, ese dislate que hoy todos saben, aunque se oculte, fracasado. El bancario conocía las respuestas a ambas cuestiones, que era versado en la historia de este desventurado país y como sabía del desvarío monomaníaco del personaje, le había pedido a su hijo que atendiera a la conversación desde un despacho contiguo, no en vano había sido jerarca notable de dos regímenes, y convenía a su experiencia oir de primera mano en quienes había confiado esa entelequia que es el pueblo soberano su porvenir. Hubo suerte, porque se explayó a gusto y además concurrió acompañado por otro conmilitón de menor calidad, aunque únicamente pronunciara monosílabos afirmativos a lo largo de la entrevista.
-El café para todos es la solución, no lo dude. Se lo digo yo, que he sido Gobernador Civil de Barcelona y los conozco bien. Hemos acabado para siempre con la cuestión catalana.
-Ya.
-Y volviendo a lo de la deuda, no creerá que nos pueden ejecutar.
-Es que ahora no están en el gobierno. Y además hubo avales personales.
-Claro, pero no podemos responder. Todos tenemos gastos.
"Todos tenemos gastos" y ración de semilla tostada de rubiáceo para todos. Brillante y premonitorio. Hay muchos calificativos en román paladino para el sujeto, pero los dejo al albur del lector, cuando lo de la Marca Hispánica es un cenagal político en que se refocilan más y mejor los desleales, amparados por la ineptitud supina de las derechas y la mala fe de las izquierdas.
A los dos imbéciles les ha ido muy bien, demostración palpable de esa ley no escrita que define el extraño fenómeno de la selección inversa de la clase política de Taifas. Por cierto, el acompañante ahora fiscaliza las cuentas del famélico Estado.
Etiquetas: Phil Blakeway
[0] el de la foto creo que es ex-colegial del europa, ese antro, no?