Los Pérez y los Rodríguez jamás se saludaban ni siquiera se miraban, y para abundar en semejante sincronía –mira que era curioso- jamás se duchaban. Ambas familia vivían cerca de un bosque. Sus moradas se hallaban pared con pared con la de Blancanieves y los siete enanitos… bueno, en realidad ocho, ya que uno de ellos había conseguido alzarse lo suficiente para alcanzar de lleno a Blancanieves, dejarla embarazada y obligarla a parir otro chiquitín.
Los Pérez tenían una hija joven aunque algo trabajadita ya que se llamaba Restituta, y los Rodríguez habían engendrado un varón atigrado y juguetón que respondía al nombre de Galipienso (bueno, cuando quería responder). Y como sucede convenientemente en estos casos para que yo pueda seguir narrando el cuento, a la pareja le dio por enamorarse hasta los corvejones. Ya tenemos pues el drama servido. Dos familias que no podían verse ni de lejos y una pareja que ardía en deseos de verse lo más cerca posible. Hostias.
Las dos familias ignoraban las correrías de sus respectivos hijos y vivían felices creyendo que la llama del odio eterno continuaba siendo atizada sin medida. Pero una noche, Restituta, antes de su madre sirviera la cena y su padre emitiera el primer eructo, les anunció:
-Padre, creo que me han embarazado.
El padre, hombre de pocos vatios, mirada homicida y hostia fácil, se levantó de la silla como resorte que lleva el diablo y se encaró con su hija:
-¿Por dónde?
-Por el conducto habitual.
-¿Y quién ha sido esta vez?
-Un Rodríguez.
-¿Queeeeeeeeeeeeeeeee? –dijo el padre envuelto en un balido y en diez kilos de furia contendía.
Los siete hermanos de Restituta y la madre se pusieron muy contentos porque jamás habían presenciado un asesinato y estaban convencidos de que los acontecimientos no podían derivar sino en alguien de cuerpo presente.
-¿Vas a matarme, papá? –preguntó la hija, más que nada para saber a qué atenerse.
-No lo sé, hija mía. Ha sido un día muy duro. Tal vez mañana.
-Vale, dime algo si eso.
-Cenemos en paz –dijo el padre, aunque cuchicheando por lo bajinis-: a esta la mato yo mañana sin falta.
En casa de los Rodríguez, Galipienso anunció:
-Padre, me parece que he embarazado viva a Restituta?
-¿Queeeeeeeeeeeee? –repitió el asombro de su odiado vecino-, ¿pero tú eres gilipollas, Galipienso?
-Claro, creía que lo sabías, padre.
Las cosas se pusieron tan peliagudas que los Pérez y los Rodríguez decidieron reunirse en Nochebuena para cenar y hablar del asunto, dando lugar a esa tradición de encuentros sangrientos en familias y vecinos enconados que salpican y adornan los hogares y luego continúan y se desarrollan en todo su esplendor en comisarías de todo el mundo.
Feliz Navidad y Próspero 2010… Y la enhorabuena también al Viento que acaba de ser agraciado con el usufructo de la Tierra.
Etiquetas: goslum
1 – 200 de 211 Más reciente› El más reciente»