De pequeño me preguntaba si los que trabajaban en fábricas de juguetes se divertían en los ratos libres o en los descansos con los juguetes que ellos mismos fabricaban. Sabía que en una fábrica se hacían cosas y que una de esas cosas que se hacían eran juguetes. El binomio era perfecto, el operario disfrutando del fruto de su trabajo. Pasados unos cuantos años me empleé en una fábrica de pinturas, “Aquí se hace lo mismo que una pastelería, pero con una diferencia, no te puedes chupar los dedos”. En ese tiempo ya no creía que pudiera usar la pausa del bocadillo para imitar a Renoir, por mucho que tuviera barnices y pigmentos a mi alcance. Hace pocos días, mi hija preguntaba a un empleado de un parque de temático si después de su jornada laboral se montaban sus compañeros y él en las atracciones. Si no yerro (cosa no extraña) en “Charlie y la fábrica de chocolate” los habitantes sentía esa extraña seducción por Willie Wonka, que era el guardián de los secretos que se escondían en esos deliciosos productos. Yo diría que todos hemos tenido estos sentimientos y que no es exclusivo de un selecto grupo de personas. En el colegio solían llevarnos de excursión a ver fábricas. Sin ánimo de hacer publicidad, he visto varias veces (pues la excursiones se repetían), la de Chupa Chups, Chocolates Torras, Bimbo, Nutrexpa, Cavas de Codorniu y Bodegas Torres. Viendo lo que hacían allí te podían quitar algo de la ilusión (el proceso para generar un Chupa Chup le quita todo su encanto), pero no la anulaban del todo. Sería porque no habría visto, pero sentía mucha atracción por el que fabricaba los Scalextric, los Ibertrén y los Cinexin ¿Por qué pasa esto? La verdad es que como no soy psicólogo (Dios me libre) no lo sé, pero lo mismo se puede explicar por un mantenimiento de la inocencia infantil, residuos de fases embrionarias del feto, el placer del disfrute “gratis total”, de un complejo de Peter Pan, porque estamos frustrados sexualmente o por haber sido maltratados. Insisto, no tengo ni puñetera idea. Pero sí veo que hay todo un mercado alrededor de esta patología, rasgo o como demonios lo quieran llamar. Hasta a los empleados de Google se les hace un entorno de trabajo más propio de un “chiquipark” que de una empresa de alta tecnología. En un vano intento de explicarle a mi hija en qué consistía el negocio de ese parque temático (multinacional para más señas), lo poco que pensaban en los niños y lo mucho que cavilaban en sacarle el dinero a sus babeantes padres, creo que lo único que le quedó claro fue que los “animatrónics” no sólo eran graciosos, si no que eran empleados que ni comían, ni hacían descansos, ni vacaciones ni tenían seguro médico; tal vez su coste unitario era grande, pero el esfuerzo valía mucho la pena. De todos los “chupacabras” a mi los que me dan más miedo son los jugueteros, falsos profetas de sueños de infancia, hacedores de ilusiones, con la vista puesta en la cuenta de resultados; y para conseguirlo hacen lo que sean, desde fabricar en China hasta manipular las fantasías o los imaginarios.
(Escrito por Cateto de Pacifistán)
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