Acaba de declarar esta fuente de sabiduría: "Los videojuegos ya son un arte. Ahora queremos situarlos en el rango de otras artes como el cine, el sector editorial o las artes plásticas". Magnífico. Digno de una Ministra de Cultura (posh)moderna, internáutica y global. Y comprensible, por otra parte, en una de las peores escritoras cinematográficas que pueda recordar. Alguno de sus guiones (Mentiras y gordas es arquetípico), eso sí, nos informa a las claras, sin necesidad alguna de diván psicoanalítico, sobre las obsesiones de la Ministra. Que, por otra parte, son exactamente las que revela su cara.
Me parece del todo sorprendente que la ministra haya firmado diversos guiones con Elvira Lindo, que es cualquier cosa menos muñeca de cera. Sorprendente porque eso pudiera indicar que algo se nos escapa de élla. De la parafínica guionista, digo, no de la escritora. ¿Será, por ventura, que bajo ese gesto de inconfundible pesadumbre institucional se esconde un ser vivo, dotado para la risa, el polvo y el llanto? ¿Que detrás de tanto estiramiento engolado, como de haber deglutido un paraguas, aparezca una mujer? ¿Tornaránse, quizás, recoloradas esas ebúrneas mejillas ante un buen vino o un cochinillo asado en horno de leña? No sé, no sé… Resulta, para mí, un misterio insondable y, cual Santo Tomás redivivo, hasta que no lo vea, no lo creeré. No necesitaré, sin embargo, introducir mi índice por oquedad alguna. Me bastará con que no arda al arrimarle una cerilla. Claro que, bien pensado, ¿para qué se la iba a arrimar entonces…?
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