Como consecuencia de ello se instaló una verja metálica pintada de negro en el medio de la calle que fue, a partir de entonces, la linde entre los dos países. De esta manera, viviendas, corrales, colmados... familias, vecinos en fin, resultaron ubicados o en la parte este o en la parte oeste del pueblo, a la derecha de la verja o a su izquierda.
Pero las fronteras no cercenan los lazos amorosos ni los familiares. Los amantes y parientes seguían relacionándose a través de la valla aunque perteneciesen al otro país. Por ello, la vida de los habitantes siguió como siempre, nacían, crecían, se reproducían y morían sólo con la pequeña molestia de la verja cerrada allí en la calle.
El tiempo pasó y los cambiantes equilibrios geopolíticos propiciaron la abolición de las fronteras entre esos dos países y también entre otros muchos. La verja se desmontó (y se recicló) y las familias se juntaron entre abrazos. Las autoridades decretaron, como medida administrativa menos burocrática en ese caso, que los vecinos de ese municipio perteneciesen entonces a los dos estados a la vez, limando así cualquier problema.
Comenzó por consiguiente, un largo periodo de prosperidad en el que todos los habitantes, al contar con dos nacionalidades, tenían la sensación de no tener ninguna, lo que les proporcionaba una impresión de libertad nunca sentida hasta ese momento.
Pero el tiempo,¡ay!, siguió pasando. Graves desavenencias estratégicas globales desembocaron en otra guerra mundial con los consiguientes bandos y ejes en los que se aliaron, unas frente a otras, todas las naciones. En vista de lo cual los gobiernos obligaron a cada uno de los vecinos del pueblo a elegir el país del que querían ser súbditos, ya que no existiría tregua entre los antiguos estados a los que fueron perteneciendo a lo largo de su historia.
Como casi todos los habitantes no tenían una preferencia clara, casi les era indiferente, (y además molesto, porque cada uno tenía su casa o su negocio en un determinado barrio y no compartían las razones para tanta mudanza), en lugar de que unos se hiciesen ciudadanos de uno de los países y otros del otro, colocaron otra verja metálica, esta vez alrededor del ejido, declararon la independencia de su pequeño municipio, ondearon su nueva bandera con el único color común a sus banderas antiguas y dotaron de una única y nueva nacionalidad a todos los vecinos, que además, tras pantagruélica colación, se juramentaron para permanecer siempre neutrales y felices por los siglos de los siglos.
P. D.
"Las fronteras son sitios curiosísimos, esta vez no sólo es una barrera o un valla: es un pueblo entero. El pueblo pertenece tanto a un país como a otro. Esta partido por la mitad por una calle de doble dirección y con una mediana de macetas y farolas.
Con el idioma: yo hablo el mio y tu el tuyo y digo las palabras que se me ocurran en el tuyo.
Con el pasaporte, muchos de los vecinos tienen dos nacionalidades a escondidas.
Esta manera de respetar, compartir y aceptar a los demás es lo que se entiende verdaderamente por tolerancia" (del blog Planetozan).
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Dando marcha a quien la pide con ayuda de la alta lírica:
Adreduelo
mariquituelo
sácate ya el deduelo
del ojuelo
del culuelo
mamonzuelo
(hale)