¿Por qué les suelto, de buena mañana, este largo introito? Pues porque ayer era un “gran día” para el aeropuerto. Se presentaba en él el Supertanker, un Boeing 747 reformado para lanzar hasta 76.000 litros de agua desde unos 100 metros de altura. Un enorme camión de bomberos, aunque sin bomberos ni mangueras. Las autoridades, que siempre acuden presurosas a cuantos eventos de colofón gástrico son invitadas, estaban muy satisfechas de la demostración. Como puede verse en la instantánea, el aeroplano soltando agua es realmente espectacular.
Fueron, sin duda, los hados, travestidos en viento duro y seco del sur, los que prendieron la yesca. Y, súbitamente, a eso de las seis de la tarde, todos los rastrojos de la mitad oeste de Ciudad Real, situados muy cerca de una población que aún no ha dejado de ser –éste sí– un poblachón manchego rodeado de mieses, echaron a arder. Y allí fue Troya. La ciudad entera de llenó de un humo gris oscuro, espeso como gachas y como el silencio, seco. Un profundo olor a quemado se instaló en las terrazas de la plaza Mayor mientras las pajas a medio quemar y una finísima arena de ceniza comenzaban a precipitarse, a cristalizar sobre los veladores y las cervezas de los desocupados. Se cortó el tráfico en tres de las carreteras que atraviesan o circundan mi pueblo (la de Piedrabuena, que continúa hasta Badajoz y aún Portugal; la de Porzuna, que te lleva al noroeste, hacia Cabañeros y las fincas de los ricos; y la de Toledo, que sigue al centímetro el camino que, derrotado, recorriese nuestro rey Alfonso VIII a la vuelta de Alarcos, lugar donde, por cierto, dicen que se inició el fuego) y muchos vecinos sufrieron ansiedades al ver peligrar sus terrenos de labradío, huertas, almacenes y hasta residencias de verano (vulg. chaleses). Desde el primer momento, y aunque la prensa de hoy no lo refleja, los técnicos de Medio Ambiente supieron que el incendio estaba constituído por cuatro focos simultáneos, prácticamente equidistantes entre ellos y desde Ciudad Real, y que –muy probablemente– era un incendio provocado.
¡Pero iba a llegar la caballería, señores! Desde el magnánimo aeropuerto se ofreció el uso (gratis et amore) del ya famoso Supertanker, que iba a pernoctar (las autoridades siempre emplean este verbo, tan vulgar y propio de la extinta mili por otra parte) en nuestro aeropuerto. ¡Qué magnífica oportunidad para lucir avión y pistas de despegue! ¡¡Grande propaganda!! Sin embargo, el Consejero de Presidencia de nuestra Junta de Comunidades (de vecinos) declinó el ofrecimiento. Su gozo, quizás, en un pozo. El gozo de los aeroportuarios, quiero decir.
Yo sé, porque lo sé, que toda esta verídica estoria es fruto, exclusivamente, de la casualidad. Y sólo de eso. Pero hubiese sido tan-tan bonito… Como en una clásica película de los cincuenta, el avión despega en medio de la humareda. La cámara nos muestra, de inmediato, a personas humildes, sencillas, hispánicamente vestidas, que miran al cielo entre el terror y la esperanza. Y, justo después, primer plano de diferentes periódicos que lucen titulares a ocho columnas. “La ayuda vino del cielo”. “El Supertanker milagroso”. “¿De dónde sacaste el agua, Barreda?” (este último, de La Verdad de Murcia). “Las acciones del aeropuerto duplican su valor”. “Iberia enlazará Ciudad Real con Ribera Maya”. Sueños. Tan sólo sueños. Hermosos, pero quemados como los rastrojos de enfrente de mi casa.
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Dinero criminal... ¿se lo administraban por vía intravenosa?
http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20090723/53750390834/cae-en-espana-una-red-pakistani-de-blanqueo-de-dinero-criminal-santa-coloma-gramenet-malaga-barcelon.html