Y es éstas estaba, preparándome militarmente para el ataque, cuando, por pura serendipia, he hecho dos impresionantes descubrimientos, al lado de los cuales lo de Pepe Blanco es una sandez y la campaña de las elecciones europeas, un chigre con el váter sin papel: algo sucio, maloliente y evitable. El primero es la importancia de llamarse Manilow; el segundo, lo estúpido que puede ser un psiquiatra experto.
Fíjense, por favor, en el retrato que ofrece “Semana” de la sin par María Teresa Campos. ¿No la ven ustedes particularmente rejuvenecida? En serio: es ella. Reflexionen un momento sobre esa piel elegantemente soleada, horra de arruguitas, patas de gallo, flaccideces y descolgamientos. PhotoShop, dirán Rodríguez Ibarra, Zapatero y el resto de enterados informáticos. ¡No, señores y señoras! ¡¡No!! La noticia es que semejante faz se debe, exclusivamente, a que, desde hace un año, la Campos tiene un novio (abogado argentino, como Hércor) llamado Gustavo Manilow. ¿Manilow? ¿Cómo Barry Manilow? En efecto: la Wiki aclara que el gran crooner tiene ¡sesenta y cinco tacos! y el impresionante aspecto que muestra la reciente fotografía sacada directamente de su web. ¿Hay, o no, magia en el asunto? No vendan su alma al diablo, que, además, no existe: vayan al Registro Civil y cámbiense el apellido. Manilow. That’s the matter.
Tras reponerme de tan impactante –e insospechado– descubrimiento, continué un poco más con la lectura de la prensa. Y vino lo siguiente, que es definitivo. Ya puede olvidarse nuestro Ministro de Educación de intentar resolver el problema (¡los problemas!) de la enseñanza básica. Ni Pisa ni pasa. El asunto no es suyo, sino –once again– de Pérez Rubalcaba. No se trata de que nuestros jóvenes estudien más; se trata de que fumen menos chocolate. Como lo oyen. El alto índice de fracaso escolar entre los niños españoles está relacionado con el hecho de que viven en el país más consumidor de cannabis, afirma solemne Miquel Casas, jefe del Servicio de Psiquiatría del hospital Vall d’Hebron. Es fantástico. Se acabó la falta de interés; se acabó la nefasta influencia de la tele, las videoconsolas, los ordenatas, el Messenger y el Tuenti; se acabó la proverbial dejadez de los jóvenes a la hora de analizar un texto, leer un libro o manejar más de cien palabras. ¡No! Nuestro sistema es fantástico; nuestros jóvenes, listísimos. ¿Qué pasa pues, don Miquel? Que fuman demasiados porros, leches. Mmmmm… Interesante. Luego no es cosa de una enseñanza estúpida, regionalizada, ajena en muchos casos a la lengua materna o envuelta en una estrechez de miras geográficas que dejan al alumno hecho un perfecto ignorante. ¡Pues qué peso me quita usted de encima! La droga, claro. Ya me lo imaginaba.
Etiquetas: Protactínio
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 347 de 347