Todo viene a cuento de una pregunta que, en tono pretendidamente irónico, le hace Josep Cuní, el presentador de TV3:
-Entonces, puede decirse que Carod la ha convertido a usted a la fe del catalanismo…
-En gran parte, sí… contesta, sincera, Sor Lucía.
El sintagma, claro, es la fe del catalanismo. Y no admite agnosticismos, evidentemente. Es esa fe la responsable de los más de mil comentarios a la entrevista de Arcadi Espada en Avui que se repasaban aquí días pasados. Porque, vamos a ver, ¿qué puñetas dijo A.E. para soliviantar de tal forma a la iglesia independentista? Pues nada: que Cataluña no existe como nación. Que o estado, o nada. Filfa. Ficción. Y por ahí los creyentes no pasan. ¿Quién es Arcadi para decirles a ellos que la nación catalana no existe? ¿Quién? Es una cuestión de fe, hombre. ¿Es que no se da cuenta? Y como el dios catalanista no parece haberle regalado con la fe, senyor Espasa, ya puede ir usted dándose por jodido. O emigrando de aquí, como prefiera. O ambas cosas, que es lo que preferimos nosotros. Y todo esto, bien rociado, regado incluso, de los más de ciento cincuenta insultos, insultejos y maldades que el propio Espada extrajo de los comentarios con precisión de entomólogo.
Religiosos. Eso es lo que son. Lo que únicamente son. Como antiguamente, ¿no? Me recuerdan a mis padres, pero sin excitarme para nada la ternura. Son felices así, con sus pequeñas creencias, sus pequeños dogmas, su pequeña fe y su pequeño país. Y eso estaría muy bien si no pasase de ser una actividad meramente privada, íntima, personal. Pero no. Al igual que los antiguos misioneros, quieren imponer, catequizar, convertir. Labor apostólica, como dice la monja independentista. Será por eso de que la fe sin obras es una fe muerta. Eso sí que lo han entendido bien los amigos de Sor Lucía. Lo de las obras, digo. Con su tresporciento incluido, claro.
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