LA LLAMADA
Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue averiguar qué mensajes se hallaban recluidos en su contestador automático. Deseó con toda el alma que no hubiera ninguno de Matías, pero sabía que los deseos jamás se cumplían.
- Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero... -y así, hasta agotar la cinta, era el único que había.
Sonó el teléfono:
- ¿Dígame?
- Margarita, soy Matías. ¿Has recibido mi mensaje? -quiso saber el enamorado.
- Sí, qué querías.
EL CORRIMIENTO
El techo se les vino encima aprisionando sus cuerpos en el interior de la mina. El polvo surgió de todas partes privándoles de la visión. El ambiente provocado por los vapores que emanaban de la oquedad hacía difícil la respiración. Eran cuatro los trabajadores que en aquellos instantes se hallaban en el pozo durante el turno de noche.
- Te lo dije, Arturo -se escuchó la voz entrecortada de un minero quejarse con pesar.
- Vamos a morir como unos estúpidos por culpa de una simple fotografía -voceó otro.
- ¿Por qué te emperraste en colocarla en la pared, Arturo? -se lamentó el tercero-. Te avisamos de que eso podía producir un desastre.
Y el culpable, medio ahogado por la tierra, se defendió
- ¡Coño! ¡Y yo cómo iba a saber que la simple foto de una tía en pelotas iba a provocar un corrimiento de tierras?
(Escritos por Goslum)
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