La primera de estas noticias nos informa de un grupo de ex-creyentes, autodenominados “Asociación de Víctimas de las Apariciones”, que han decidido querellarse contra la vidente de El Escorial, Amparo Cuevas, porque, al parecer y según ellos, ha recaudado unos buenos fondos a base de donaciones, limosnas y otros etcéteras, abusando de la buena fe de algunos creyentes (y creyentas, claro). El juez, sin embargo, ha rechazado considerar la querella; al fin y al cabo, las entregas de dinero se realizaron de forma voluntaria y en el marco (esto de en el marco es muy, muy importante) de una comunidad religiosa. Supongo que la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana estará muy agradecida al juez. ¿Se imaginan la cola de querellas por estafa que podría haberse formado?
De particular interés es el caso de Quinín. Yo conocí a cierto Quinín (diminutivo de Joaquín), uno de los últimos marinos en los barcos de la sal que hacían la ruta Torrevieja-Alicante. Pero su homónimo es un hermoso cerdo (probablemente de raza Large White) al que, dentro de poco, llegará su simbólico San Martín, ya que el real se celebró el pasado día 11 y Quinín, quizá por falta de peso o por cuestiones climáticas, lo ha superado momentáneamente. El cerdo está, como quien dice, en el corredor de la muerte aunque, afortunadamente, sin ir ni encadenado ni vestido de naranja. Su propietario, Antonio Caramés, de Dumbría, en La Coruña, lo ha cuidado primorosamente durante casi un año precisamente para hacer, luego, la matanza. Pero en lugar de mantenerlo prisionero en la zahúrda, ha decidido llevarlo por el pueblo, pasearlo, socializarlo, en fin. Y Quinín se ha ganado el aprecio, casi el cariño de sus conciudadanos dumbreses. Y aquí viene el problema: una asociación (Anima Naturalis), cuyo nombre desvela sus casi religiosos afanes, pretende impedir al señor Caramés hacer su tradicional matanza. Él dice que muy bien, que si le dan 12.000 leuros, se olvida de Quinín y se compra los chorizos, salchichones, jamones y lomos que éste hubiese dado de sí. Y, además, se lleva una propina por los cuidados. Claro. Aquí no hay caso judicial, pero sí cuenta corriente donde ingresar fondos pro-Quinín. Apúntense, si quieren, pero ¿qué hacer luego con el cerdo?
Y una última primicia, de la que me enteré por el 20 minutos aunque ahora la veo recogida por todos los medios audiovisuales y diarios, es el asunto de la selección vasca de fútbol. Los alegres muchachotes que, en calzoncillos largos, patean –con escaso sentido, la verdad– a una pelota vestidos con sus colores nacionales (rojo, blanco y verde), dicen que ya está bien de ser la selección del bosque de vascoparlantes (en vernácula sabiniana, Euzkadi) y que ahora quieren ser la selección del pueblo que habla vasco (Euskal Herria). Y han mandado una carta, firmada por casi todos ellos, donde amenazan a la Federación correspondiente con no jugar el entrañable match de Navidades que, este año, les iba a enfrentar con la selección (¡agárrense!) de Irán, si no les autorizan a hacerlo con el nombre que ellos prefieren. Cuán raro es un país donde ni hasta su nombre está claro, si me permiten las digresión melancólica. Realmente, al PNV le crecen los enanos. No es bastante con que EA (ea, ea, ea, Ibarretxe se cabrea) rompa su pacto electoral y quiera acudir a las elecciones de la manita de los batasunos (lo cual daría, claro está, a estos la posibilidad de ir), sino que, además, los muchachos del Athletic, siempre tan de la casa, quieran emplear, como denominación de origen, el término Euskal Herria, propio de izquierdistas abertzales y chicos de la gasolina (el jesuita dixit). Los señores del PNV parecen ignorar la historia. La ignoran, de hecho, salvo que sea para reinventarla. ¿Cuántas veces ha pasado eso? Te apoyas, crees que tácticamente, en los peores y, a la final, son los peores los que acaban ganando porque, como son más listos que tú, lo que para ti era una táctica, para ellos constituía una estrategia. Y tú, sin saberlo. ¡Qué poco leen a San Pablo estos meapilas del PNV! “Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz”, dejó escrito el de Éfeso.
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