(1) los políticos, y me refiero a los políticos españoles del sexo masculino, no follan absolutamente nada. Se les olvida. La ausencia total de fornicio es, para el político como para el trapense, una conditio sine qua non. ¿Ustedes creen, de verdad, que un caballero convenientemente aliviado se va a entretener en juegecitos tan absurdos como conspirar, zancadillear, navajear, trepar y otros verbos aún menos caritativos? Dirán algunos desmemoriados que Aznar no es, exactamente, un político sino, más bien, un ex-político. Aconsejaría a tales ingenuos que le pregunten a Rajoy, a ver qué les dice el gallego.
(2) Aún en la dudosísima circunstancia de que Aznar hubiera o hubiese tenido algo que ver con la señorita Dati, no habría superado el test de los prolegómenos. La Ministra es de origen musulmán y, según es público y notorio, nadie como las odaliscas magrebíes para hacer perder las cabezas (las dos) a los morigerados europeos. A ver si son ustedes capaces de entenderlo: los cristianos se pasan la vida entrenándose para, tras su muerte, ser recibidos por Dios. Y eso está muy bien y es muy meritorio, al menos según me recuerda mi madre cuando puede. Pero, ¿cómo es el cielo de los mahometanos? Sobre todo, de los que mueren mártires. ¿Qué creen que les hacen allí las setenta vírgenes que les esperan? ¿Cosquillas? Pues para eso se pasan su vida entrenando las señoritas marroquíes. Así pues, ¿creen sinceramente que ante tal pericia podría nuestro enteco castellano mantener el jugo en la bolsa por mucho tiempo? Y si no hay simiente, no hay cosecha. No hace falta ser biólogo, como la Obregón, para saberlo.
(3) Por último, pero no menos importante, consideremos a la señorita Dati propiamente dicha. Vean ustedes el retrato que les pongo. La verdad es que no le hace justicia porque ella es mucho, mucho más guapa. Tiene el fuego del desierto en sus ojos y, en su boca, la sed del camello, que debe de ser muy grande. Una mujer como tiene que serlo una francesa. Y, además, con la genética mediterránea inundándole hasta la más pequeña mitocondria. Pechos pequeños, pero firmes. Manos decididas. Labios más que prometedores. ¡Pelo corto! ¡¡Morena!! ¿Creen ustedes, de verdad-de verdad, que una señora tan potente podría compartir cama y caricias con alguien como Aznar, por mucho que compartan una cierta afición por los Cohiba? ¡Qué poco conocen a las mujeres!
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