Poco temple tuvieron los Templarios cuando, en 1157, comunicaron al rey Sancho III que “non podrían ellos ir contral grand poder de los aláraves” que, de forma insistente, atacaban el castillo de Qal`at Rabah, fortaleza en una encrucijada de tres caminos (el de Córdoba a Toledo, el de Mérida a Tarragona y el de Portugal a Valencia) que Alfonso VII había ganado diez años antes, representando la frontera sur de la cristiandad. Tras la defección de los Templarios, el rey dispone que el cisterciense Raimundo de Fitero se encargue de la guarda de la fortaleza, que castellaniza su nombre árabe (Qal’at Rabah, Castillo de Rabah, nombre propio del, probablemente, primer defensor del mismo) haciéndolo Calatrava. Y nace, al poco, la primera de las órdenes militares españolas.
Bien que, inicialmente, los calatravos profesaban los tres votos (pobreza, castidad y obediencia), vestían hábitos y dormían sobre un simple jergón, dedicándose, por lo demás, a la oración y a la persecución del moro, una vez que dicha persecución pasó de ser batalladora a esencialmente diplomática, es decir, tras la victoria de las Navas de Tolosa, en 1212, la Orden devino, poco a poco, en un reducto aristocrático de considerable poder económico y bastante molestia para los reyes. De hecho, la fundación de Villa Real por Alfonso X en 1255 obedece al deseo real de dotarse de una ciudad aforada de realengo en pleno centro de los dominios de Calatrava. Posteriormente, reyes de Castilla como Alfonso XI o Pedro I no tuvieron ningún empacho en interferir manu militari sobre la elección de Maestres de la Orden. Por ejemplo, el Maestre, entre 1367 y 1371, Martín López de Córdoba, fue impuesto por Pedro I con la inestimable ayuda papal, para lo cual debió encarcelar previamente a don Diego García de Padilla, Maestre electo pero perteneciente a la partida de Enrique de Trastámara. A pesar de haberlo nombrado, Pedro I no las tenía todas consigo respecto a la lealtad de don Martín. Así, se confabuló con el comendador de Martos (calatravo igualmente) para que diese muerte al Maestre, con la promesa real de sucederle. No obstante, y aunque el de Martos apresó a don Martín, la intercesión del rey musulmán de Granada le hizo seguir con vida. Extrañamente, y eso sí que es lealtad medieval, don Martín se mantuvo fiel al rey Pedro en la pelea dinástica con su medio hermano Enrique de Trastámara, llegando a custodiar personalmente el tesoro real. Ello le valió, muerto ya Pedro en Montiel, ser degollado en Sevilla por Enrique II.
De las múltiples intrahistorias de la Orden, una de éllas me atrae particularmente por motivos de cercanía geográfica y personal: la batalla de Barajas. Me ha costado encontrar en la Crónica de Juan II, el rey que cambió el nombre de Villa Real por el de Ciudad Real, las páginas relativas a dicha batalla. Pero las he hallado y las copiaré luego para ustedes. La historia es tan simple como la maldad que al ser humano confiere la desmedida ambición. A finales de 1442, el anciano Maestre don Luis de Guzmán dejó el castillo de Calatrava La Nueva (Qal’at Rabah, o Calatrava La Vieja fue arrasada por los musulmanes tras la batalla de Alarcos) y se retiró a Almagro. Los rumores sobre su muerte inmediata corrían por la corte de tal modo que su sobrino, Juan Ramírez de Guzmán, Comendador Mayor de los Calatravos (tercer puesto en importancia institucional, tras el Maestre y el Clavero), decidió adelantarse a los acontecimientos y proponerse como futuro Maestre. Sin embargo, su agonizante tío ya había acordado con los calatravos que su sucesor sería Fernando de Padilla, a la sazón Clavero de la Orden. El aspirante, afecto a Enrique de Aragón más que a su rey natural Juan II, consigue de aquél una ayuda bajo la forma de cien jinetes y doscientos hombres de armas y se dirige desde Toledo hacia Calatrava. Enterado de ello el Clavero, le hace frente con superioridad de tropas y entablan batalla en Barajas, junto a Daimiel. Esto dice la crónica:
Capítulo XXXVIII. De la batalla que ovieron en el campo de Barajas el Comendador Mayor de Calatrava don Juan Ramírez de Guzmán y Fernando de Padilla, hijo de Pero López de Padilla, Clavero de la Orden de Calatrava.
En este tiempo, estando el Infante don Enrique en Toledo, vino ende nueva cómo don Luys de Guzmán, Maestre de Calatrava, estava en punto de muerte. E como don Juan Ramírez de Guzmán, Comendador Mayor de Calatrava, fuese mucho del Infante don Enrique, demandóle ayuda de gente para ocupar las tierras del maestrazgo teniendo que, aviendo los lugares y los votos de los Comendadores de Calatrava, (h)abría el maestrazgo. Para lo cual el Infante dio cierta gente que podrían ser con los de su casa hasta doscientos hombres de armas y cien ginetes, y con esta gente él se partió para continuar su propósito. E como el Maestre aún no fuesse muerto y toviesse la gobernación del maestrazgo un cavallero llamado Fernando de Padilla, Clavero de Calatrava, el cual como fue certificado de la venida del Comendador Mayor, allegó hasta cuatrocientos rocines, los ciento y ochenta hombres de armas y los otros ginetes con los cuales tomó su camino para donde le dixeron que el Comendador venía. Y como el Comendador Mayor supo la venida del Clavero, salió con la gente que tenía a un campo que se llama Barajas donde ovieron su batalla, la cual fue por ambas partes ásperamente ferida, en la que el Comendador Mayor fue preso y dos hermanos suyos y un su hijo y fueron muertos quatro sobrinos suyos y muchos otros presos y murieron muchos cavalleros de ambas partes y de la parte del Clavero fueron algunos muertos aun que no hombres de fación y otros fueron feridos.
Poco le duró, sin embargo, el cetro al vencedor. El 24 de febrero de 1443 fallece, por fin, el Maestre don Luis de Guzmán y el Clavero convoca Capítulo General de la Orden el día 2 de marzo. Allí, es elegido Maestre concediendo además a los freires que vivían en Calatrava cuanto estos solicitaron. Sabemos gracias a las Actas de dicho Capítulo, por ejemplo, que en el castillo tenían siete sirvientes moros (así los califica el acta) que hacían las labores de cocinero, herrero, leñador, pastor, hortelano, barbero y acemilero. Otrosí, que consumían al año mill et cuatrocientas arrobas de vino, las mill de pura et las otras de agua pie. No es mal consumo, si tenemos en cuenta que una arroba de vino es, exactamente, la treceava parte de un barril, que contiene 216.5 litros. Es decir, los freires se bebían casi ¡diecisiete mil! litros de vino puro al año. Considerando que el castillo lo habitaban entre veinte y veinticinco freires, echen ustedes la cuenta. Al saber de la elección, Juan II monta en cólera (ovo grande enojo dice la Crónica) por no haber sido avisado de élla. Él tenía su propio candidato: Alonso de Aragón, hijo bastardo del rey Juan de Navarra, y de sólo 14 años de edad. De tal forma, envía cartas al nuevo Maestre previniéndole de la, en su opinión, irregular elección. Incluso se sirve de don Pero López de Padilla, padre del mismo, para advertirle de los daños que caerán sobre él de persistir en su actitud, según el rey, levantisca. No hay caso. En un último intento por ganar partidarios, el nuevo Maestre libera al antiguo Comendador Mayor, al que venció en Barajas, haciendo que éste le bese la mano y le reconozca como nuevo Maestre. Don Juan Ramírez de Guzmán lo hace y, acto seguido, corre a Toledo a ponerse a las órdenes de Juan II, defendiendo a su candidato bastardo. El rey envía un ejército a sitiar Calatrava, bajo el mando del Infante don Enrique. De nuevo, la Crónica de Juan II es precisa:
Y estando el Infante en Cibdad Real embió notificar los poderes que llevaba del Rey por las villas y lugares del maestrazgo de Calatrava y del que el Clavero Fernando de Padilla ovo sabiduría de la venida del Infante partiose de Almagro y fuesse al Convento porque es lugar y fortaleza muy fuerte donde podía estar seguro y fueron con él Diego López de Padilla y Gutier de Padilla sus hermanos y la mayor parte de los Comendadores de la Orden de Calatrava que podían ser todos hasta cincuenta de cavallo y cincuenta peones que toda la otra gente avía despedido. (…) Y estando allí en el sitio sobre el convento acaesció que un escudero del Clavero Fernando de Padilla tirando con un mandrón a los que en el cerco estaban por caso desastrado dio al Clavero un mortal golpe en la cabeça del cual dende a pocos días fallesció.
Obsérvese que Fernán Pérez de Guzmán, autor de la Crónica, llama en todo momento Clavero al que ya era Maestre electo. Se ve que deseaba, cien años después de sucedidos los hechos, remodelar la historia y dar la razón a Juan II, cuyo bisnieto Carlos I ordenó escribirla. Al final, el bastardo se hizo con el Maestrazgo y rápidamente, tras el llamado “Golpe de Estado de Rámaga” (9 de julio de 1443, menos de un mes después de la muerte de don Fernando de Padilla) detuvo e hizo prisionero al rey Juan II. Agradecimiento, se llama eso.
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Si escuchan la COPE verán el cabreo, el desánimo y la desolación que a mis buenos amigos "libegales" les ha producido la desarticulación del Comando Vizcaya de ETA por parte del Gobierno de España...
"Le viene bien...ahora que España está en bancarrota...de lo que había que hablar es de la situación económica...en realidad no es un comando..sino un grupito...bla, bla, bla"
(Menuda panda de hideputas, ¿ein?)