Qué fascinación produce la pieza oculta o inconclusa. Y qué valor en los arbitrarios mercados. Tal entusiasmo no se sostiene desde una lógica puramente racional, principalmente porque muy a menudo la pieza en cuestión no trascendió por la voluntad del propio autor: si la hubiera catalogado en su día, la pieza formaría entre las menos apreciadas. La cotización deviene de su carácter inconcluso o de su condición de escondida Biblia de neón.
Al autor de una obra maestra le debe resultar sencillo esgrimir que el arte late ahí fuera. Es una declaración durísima para el esforzado aprendiz que ensaya ocho horas diarias de violín. Y una feliz tonada para el abandonado optimista que se siente poseedor de un talento innato que, algún día en alguna hora, germinará en obra incalculable. Si sólo se acordara de poner la grabadora cerca para grabar las geniales ocurrencias que se le aparecen en sueños...
Así que la premisa del arte universal termina siendo más cruel que el posicionamiento sincero del artista arrogante, ése que se sabe poseedor del Don, elegido para la gloria y hacer con ella lo que le plazca. El resto de los respiradores, aquellos que nos conformamos con seguir absorbiendo los caprichos inalcanzables de la ficción, tenemos el consuelo de poder jugar a inventos como el Modular 20.
¿Está todo dispuesto para que el hombre lo descubra y lo construya? Es ése un posicionamiento que subestima al humano, tan acostumbrado por otra parte a denostar la tarea propia: ingenuos incurables, no podemos reconocer que cuando ponemos a parir a un semejante, con independencia de su credo o geografía, estamos apedreando nuestro propio tejado. No es que todo haya sido pensado, inventado, ideado. Es que todo lo que se piense ya figuraba para ser pensado. Es una teoría grandiosa que si bien puede parecer que minimiza cada uno de nuestros avances, se homologa en realidad con el funcionamiento de varios de los motores básicos. La competencia por crear alguna de esas grandes obras que están en el aire sería igual que las carreras de espermatozoides, un proceso que por estar fijado de antemano no quita emoción al concurso. Como la novela cuyo autor comienza sabiendo el final. Como la película que comienza con el desenlace. Como la certeza de que todos los que nazcan en este final de texto son proyecto de ceniza.
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